フローラ; ¡promesa!

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Los suaves cabellos de Chanyeol son acariciados por los largos y finos dedos de Sehun, que siempre se mueven con delicadeza cada que se trata de su pequeño. Chanyeol descansa sobre el gran y amplio pecho de su papi, como acostumbra a hacer después de hacer el amor.

Se siente tan cansado que es inevitable caer ante las tentaciones de Morfeo, quien lo incita a caer en uno de los más profundos sueños. Sehun sonríe mientras observa al pequeño pelirrojo balbucear, con su mejillita abultada y sus labios hinchados después de haberlos besados casi toda la noche.

El azabache lo toma del rostro y lo recuesta cómodamente sobre la gran cama que compartían, luce tan pequeño e indefenso, justo como la primera vez que lo vio, haciendo un pucherito porque le había tirado su helado favorito por accidente.

Se levanta silenciosamente y va hacia el armario, donde guardan toda la ropa que estaba tan limpia y con olor suave a fresas, porque a Yeollie le gustaban las fresas y quería oler siempre a estas.

– Papi, no me dejes.. –el balbuceo de Chanyeol se hace nítido, sus ojitos estaban abiertos con pesadez por el sueño, llorosos y mirando alrededor en busca de Sehun, quien rebuscaba entre la ropa para mantener calientito a su bebé.

– Estoy aquí, cariño, jamás me voy a ir. –el mayor corrió con la suave prenda en manos, Yeollie se aferraba a la almohada que soltaba el fuerte olor de su papi, el aroma que disfrutaba de olor día a día.

– ¿Promesa?

Promesa.

Las lágrimas recorrían las sonrojadas mejillas del pelirrojo, quien poseía una sonrisa que iluminaba su rostro. Ambos se unieron en un beso, con la desnudez de sus cuerpos uniéndose ante la luz de la luna llena.

Yeollie solo se dejaba hacer por su papi, quien lo removía sobre los edredones para colocarle su linda prenda de ositos para acogerlo durante la larga y oscura noche.

Era una promesa, una bonita promesa que Sehun mantendría en pie hasta que ambos llegaran a la tumba, tomados de la mano hasta el final.

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