Prólogo

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Diciembre 7 del 2000

La música, las luces, el aroma, todo era lujuria, tentación, podría decirse que todo era malo para una persona bastante sana, que yo por supuesto que no era. Esa noche he besado a más de 5 chicas, 2 compañeras y las demás… no tengo ni idea.

Mi joda de egresados, bueno… tuve muchas ese año, pero esa era la última porque al otro día era mi acto de colación. La fiesta era muy alocada, dije que besé a 5 chicas, y dos me hicieron unas cuantas… succiones en mis genitales masculinos… para llamarlo de la manera más simple, “pete”, fatal. La casa nos la prestó mi tío, un capo que se apuntaba a todo, él obviamente se quedaba arriba, encerrado con llave sin molestar a nadie, porque… ¿quién querría a un mayor en una joda de adolescentes? Nadie.

—Demasiado para mañana —me dijo al oído mi mejor amiga, Renata, tuvo que hacer puntitas de pie para llegar a mí.

—Hay que aguantársela —bebí el trago que tenía en mi vaso azul de plástico, estaba hecho de vodka con jugo, mezclado con mi dedo, y unos pedazos de hielo rotos por el gran Andrés, o sea yo—. Espero no vomitar cuando me den mi diploma.

Noche muy disfrutable, era perfecta para ser la última, el UUD (Último Último Día). Nuestra remera colegial estaba pintada a nuestro gusto, va, tenía los colores de la promo 2000, bordó, cabe destacar que en ese tiempo las confecciones en las camperas no eran muy buenas que digamos, y los diseños eran bastante “pobres”.

Bailé sin parar. Tomando, tomando y tomando. Tic tac, tic tac, los minutos pasaban y yo perdía la noción del tiempo, porque la pasé de diez, como dije, todo era perfecto. Desperté al otro día en el trasero de un compañero, ya no recuerdo su nombre porque no teníamos mucha relación y por eso debe ser que lo olvidé.

Despertamos todos casi al atardecer, teníamos que recuperarnos para la noche, porque en esa etapa del día era nuestro acto final, bebimos mucho café, algunos vomitaron, otros estudiantes de cursos menores nos ayudaron a vestirnos, porque sabían que a ellos también les iba a tocar, un poco de hermandad.

—Dale compadre —Bautista ayudó a ponerme la corbata, era mi mejor amigo, y lo sigue siendo—. Ya se nos cae la noche, pronto nos iremos de esa mugre escuela.

—¡Vamos a vivir juntos! —le di un golpe en el hombro y nos abrazamos, no había nada mejor que vivir con tu mejor amigo o amiga, eso es una meta que no todos cumplen.

Nos fuimos en manada, por suerte éramos un grupo bastante unido, había peleas y obviamente grupitos, como en todo salón, pero nos unimos el último año, y eso hizo que fuera perfecto ¿Nada podía salir mal?

Llegamos cantando, los padres sentados, todos emocionados, enfocados en nosotros y en cómo saldría la velada, también los alumnos no egresados, algunos nada más, solamente fueron a chismear o ver a algún amigo, tal vez hasta la persona que le gustaba en secreto. Pero nadie se había percatado de lo que pronto se daría cuenta Bauti.

—¿Y eso?

Alcé mi vista hacia donde él apuntaba, luego los demás, y así nos sumamos todos a ver ese conejo colgado, descuartizado, con la sangre seca, sin ojos, las tripas saliendo de su lugar, y totalmente despellejado . La piel se me erizó, y el cuerpo se me estremeció ¿Quién podría haber hecho aquel acto vandálico y poco humano? Una persona desquiciada, un psicópata.

Teníamos miedo, porque parecía que era una señal o una amenaza a alguien, cómo podría estar ese animal ahí, arriba del escenario, colgado de las patas.

Estuvimos esperando más de una hora a que sacaran esa imagen totalmente atroz que disgustaba a más de uno, parecía eterno, y yo no dejaba de verlo, aunque me provocaba náuseas.

—Ojalá terminé pronto, me siento mal —dijo Renata muy débilmente.

—Tranquila, debe ser la resaca. Tomaste como si fuera la última vez —Bauti era el clásico burlista, el que se la sudaba todas, alguien bastante alocado, yo también lo era, pero él me sobrepasaba.

—Voy al baño, ya vuelvo —realmente se la veía mal, su cara estaba más pálida de lo normal, y sus labios morados.

—¿La acompañamos? —me quedé viendo cómo se iba a paso lento mientras se tapaba la boca por las náuseas.

—Nah, chupó como una condenada —emitió un sonido de diversión por sus fosas nasales—, por suerte no le dio un coma alcohólico. Va a estar bien, no te preocupés.

Finalmente lograron sacarlo, lo metieron a una bolsa de papas y lo tiraron al amontonamiento de basura que estaba en una esquina, lo dejaron como si fuera cualquier cosa, pero ese pobre conejo había estado en manos de un ser despreciable, lo mínimo que se merecía era una despedida honorable, podré estar loco, pero yo soy un amante de los animales.

Cada uno tomó asiento y justo llegó Renata, ella era las tercera en la lista de todo 5to, así que debía estar temprano. Se acomodó el cabello y se colocó en su silla mientras colocaba bien su pollera. Yo era un muchacho que estaba penúltimo en la lista, Vitale es mi apellido, y Bautista era último, Zanetti.

Dieron el típico discurso que de daba a fin de año, a algunos hizo llorar, a mí no, en ese momento no era sensible, era un jovencito que le gustaba la vida loca, joder a cualquiera, y vivir a full, no tenía madurez, #épocaadolescente, mi justificación en cada cagada que me mandaba; es más, me la pasé bostezando mientras al director se le caían las lágrimas.

El momento más esperado por todos llegaba, nuestro diploma de egresados, estábamos ansiosos de tenerlo en nuestras manos, y luego tirar el birrete por los aires y gritar, porque lo habíamos logrado, pasar toda la secundaria, no pensábamos en lo que venía después, no nos dábamos cuenta que la siguiente etapa iba a ser la mierda adulta y extrañaríamos  la vida adolescente.

—Claudia Abade —empezó a nombrar.
Aplaudimos.

—Lautaro Aguilera.

Aplaudimos.

—Renata Alberti.

Aplaudimos, algunos chiflaron, incluyendo Bauti, era una de las más populares, bueno, lo éramos, junto con otros chicos, pero los tres nos conocíamos desde que usábamos pañales en la guardería, desde una simple pelea por un peluche fuimos inseparables.

—Alberti —la llamó nuevamente porque no se ponía de pie.

Después de unos segundos, se levantó y fue caminando lentamente hacia su diploma, que lo esperaba con ansias pero ahí no se notó. Sus pasos se detuvieron, no entendía que le sucedía.

—Andrés esto no me gusta —Bautista estaba igual de alarmado que yo.

De pronto, Renata cae al piso, nos levantamos de repente y la mayoría fue a amontonarse para qué le pasaba, lo que logré ver es que su cuerpo temblaba y muchos asombros de boca empezaron a sonar. Empujé a algunos para estar más cerca, me quedé perplejo al estar enfrente de ella, no podía reaccionar a lo que veía, sus ojos en blanco, su cuerpo se sacudía de una manera muy brusca, su pecho se movía demasiado, los tacos de sus zapatos golpeaban la madera del escenario, le salía una espuma por la boca haciendo que sus labios tomen un color morado casi blanquecino, y su piel pálida como la de un… muerto.

El grito de su madre totalmente desesperado, sin saber qué hacer y decayendo en la locura al ver lo que todo veíamos, mientras que su marido trataba de tranquilizarla. Nos apartaron para darle espacio a los que sabían algo del tema, unos cuantos profesores, tomando de su cabeza y de sus manos, ¿qué clase de maniobra era esa? Pero lo que sí sabía es que ya era tarde.

Renata dejó de moverse.

Renata murió.


La lista negraWhere stories live. Discover now