Prólogo

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"Jamás creí que mi vida terminaría así, mis últimos pensamientos son para ti, hijo mio, espero que cuando crezcas todo esto haya acabado"

Corría por una senda, el terreno escarpado me complicaba la huida, pero esperaba que también a ellos. Pensé que podría avanzar más rápido levitando, pero había consumido demasiada energía, si usaba más, sería mi perdición. Creí que al fin había conseguido zafarme de ellos, pero de repente, como si se tratará de un simple azucarillo, la montaña se deshizo bajo mis pies. Quedé sepultado entre toneladas de tierra y roca. Usé mis últimos recursos para evitar mi muerte, la magia defensiva era mi especialidad, pero no fue suficiente, acabé muy malherido. Era incapaz de moverme, al parecer tenía las piernas rotas. Decidí quedarme totalmente quieto y aferrarme a mi última bala, la esperanza. Esperé paciente a que alguien viniera, a rescatarme, o a matarme.

***

Abrí los ojos, un rayo de luz me golpeaba de lleno en los ojos. Me costó unos segundos acostumbrarme a ese repentino resplandor. Llevaba aproximadamente dos días allí, bueno,  no estaba seguro, tal vez el tiempo pasaba más lento en esa especie de cueva, es posible que solo llevara horas. No había manera de saberlo, era imposible distinguir entre el día y la noche estando en completa oscuridad. 

"Supongo que ha llegado la hora, me han encontrado" pensé rezando por qué fueran amigos. Oí voces afuera, eran las voces de ellos, los que querían matarme. Escuché mi nombre entre los murmullos. Contuve la respiración, tal vez aún no se habían dado cuenta de mi presencia. Pero pronto me di cuenta de que me equivocaba. En un santiamén el hilo de luz que hasta hacía un momento me cubría parcialmente el rostro, se ensanchó hasta alcanzar un diámetro considerable. Perdí mi fe y esperé a que me descubrieran. No se hicieron de rogar, a los pocos segundos uno de ellos asomó la cabeza por la obertura, no fui capaz de distinguir bien su rostro por culpa del trasluz, pero creí ver una sonrisa.

Se escuchó un chasquido y el techo de mi guarida saltó por los aires de forma instantánea. Quedé totalmente expuesto al exterior. Una serie de siluetas se acercaron hasta el borde del boquete en cuyo fondo me encontraba, las reconocí  todas.

En medio de todas ellas, estaba él, el hombre al que todos temían. Me había enfrentado a él antes, y había perdido. De hecho, llevaba enfrentándome a él toda la vida, y jamás había ganado un solo duelo. Era superior a mí, él era superior a todos.

-Vaya, vaya, al fin te encontramos. - dijo dirigiéndose a mí con una media sonrisa. - ¿Sabes? me has decepcionado mucho, acepté que no te unieras a nosotros, pero jamás habría imaginado que fueras capaz de atacarnos. Casi matas a Warren... así que...

- Pero... - empecé a replicar, pero me di cuenta de que iba a sonar mucho más asustado de lo que realmente estaba, y carraspeé - pero Warren... ¡ha matado a mucha gente! ¡No me arrepiento de lo que le he hecho! ¡Ojalá lo hubiera matado!.

-Es curioso lo insolentes que pueden llegar a ser las personas cuando están aterrorizadas, ¿sabes?. Warren mató a esa gente porque se lo merecían, ellos se opusieron a nosotros, y no lo podemos permitir.  - su voz parecía la de un maníaco.

-¡Vuestros ideales no son aceptados por nadie! ¡El Consejo os avisó! ¡Sois criminales, asesinos!

-Sí... ya he oído ese discurso antes, todos los de tu estirpe habláis igual. Sois muy problemáticos. Lo cierto es que resultáis una amenaza... así que he decidido exterminaros a todos.

-¡¿Qué?! No serás capaz... - me corté a mitad de frase al ver lo que mi enemigo empezaba a hacer, tragué saliva.

Levantó su mano hacia mí. El corazón se me aceleró, intenté levantar los brazos para defenderme, pero no tenía fuerzas, estaba indefenso. Apuntó la palma de su mano hacía mi pecho.

-No tenía pensado matarte, en serio, no me gusta tener que hacerlo. Incluso estaba dispuesto a ofreceros un trato a ti y a tu familia.

-Podemos solucionar esto pacíficamente, El Consejo aún podría aceptar ciertas condiciones si paráis ahora. Sabes que es verdad, te conozco desde hace mucho tiempo... venga, recapacita. - mi discurso, aún con el ridículo temblor de mi voz, pareció molestarle.

Por un momento pensé que iba a perdonarme la vida, que se lo iba a pensar mejor. Que matar a uno de sus amigos era demasiado incluso para él. Pero su pensativo gesto se convirtió prontamente en una sombría sonrisa, e ignorando mi discurso, pronunció las últimas palabras que escucharía jamás.

-De verdad, nunca pensé que sería yo quien te matase, pero mejor yo que hay confianza ¿no crees,  Lucio?.- ahogó una carcajada y se concentró en su hechizo.

Un rayo de luz roja brotó de su piel y me impactó. De pronto, todo se volvió negro. Recordé a mi familia, como si estuviera viendo un pase de diapositivas de la gente a la que amaba. Mi hijo apareció en mis pensamientos tan nítido como si lo tuviera frente a mí. Pensé en las palabras que había pronunciado un minuto antes. "He decidido exterminaros a todos". Sentí una punzada de gran dolor, escuché un chasquido, morí.

Wizardria: La amenaza de los metamorfosWhere stories live. Discover now