Liam Brown

36 4 30
                                    

— ¡ALÉJATE DE EL! -gritó- ¡QUITA TUS MUGROSAS MANOS DE MI HIJO! -dijo aquella mujer de cabellos obscuros como cual carbón, mientras entre lágrimas corría al lugar donde se encontraba su pequeño hijo-.

— ¡Mami! -exclamó el pequeño, asustado, queriendo correr a los brazos de su madre, pero los brazos del aquel conocido estrujaban el pequeño cuerpo del niño, apegándolo al propio, impidiéndole escapar-.

— Y tú, ¿para donde vas, cariño? -dijo en un susurró aquella voz de aquel depravado en el oído del menor, haciendo a este se le cristalizaran sus ojos y tiritara del terror, mientras el mayor saco de uno de sus bolsillos una hoja metálica filosa colocándola cerca de la garganta del pequeño, con intenciones de desgajarla- Quédate donde estas, Merida -dijo aquella voz, dirigiéndose a la madre del pequeño- o tu hermoso hijo pagará las consecuencias -sonrió, observando como la madre de aquella criatura quedaba paralizada tal estatua frente a él, observando la escena-.

— Mami... -susurró el pequeño, en un fino hilo de voz; el pequeño sentía como las piernas le fallaban, como su vista se tornaba borrosa hasta formar una mancha negra en su visión, extendiéndose cada vez más, su corazón tan acelerado que pareciera que tuviera taquicardia, tanto las puntas de sus dedos de las manos como su sudor eran fríos, sus labios estaban resecos y maltratados, podía sentir como el aire de sus pulmones se consumía haciendo que este abriera la boca en busca de oxígeno-.

— Por favor, regrésame a mi hijo -dijo la preocupada madre, mientras poco a poco caía de rodillas- te lo ruego, por favor, dame a mi hijo -imploró, uniendo ambas manos, como si a un santo le rezase, dando pasos cortos sobre sus rodillas mientras rompía en llanto-.

— Patética -habló en casi un susurro aquella voz, para después resoplar su nariz con una pequeña sonrisa plasmada en sus labios, para luego posar sus ojos en la pequeña criatura que tenia entre sus brazos, y al ver la cercanía que tenia el diminuto cuerpo del pequeño contra la suya gruñó-.

— Haré lo que quieras -dijo la dama, también apoyando sus codos en el suelo, mientras mantenía sus palmas unidas en súplica, haciendo que el contrario la dirigiera su mirada hacia ella- te daré el papeleo, ¡TE LO DARÉ! -gritó desesperada, volviendo sus manos en un puño, enterrando sus largas uñas en sus palmas hasta crear un intenso color rojo en las mismas por la presión que con la que ejercía formando su puño-.

— ¿Papeles? -rió de apoco- no los necesito -dijo en una sonrisa ladina con una risilla nasal- ya lo tengo a él -ladeó su cabeza, queriendo referirse al menor-.

— Tiene solo 4 años -sollozó, mientras con furia y desesperación hacia rechinar sus dientes unos contra otros, en sus ojos se podía visualizar como su alma se estaba haciendo pedazos-.

— Y ¿qué con eso? -rió sarcástico- ¿la edad importa? -sonrió- pues para mi no, y creo que para ti tampoco -la chica quiso hablar, pero aquel hombre levantó su dedo índice, indicando que no hablara- a ti no te importo que yo fuera alguien mucho mayor que tú - sonrió hipócritamente- te recuerdo que no habías cumplido los 15 años cuando decidiste meterte conmigo, ¿por que debería preocuparme de la edad de tu mugriento hijo? -río- que estrés contigo -dijo llevando una de sus manos a uno de los bolsillos traseros de su pantalón, mientras con la otra sostenía al pequeño niño, sacando de esta un revólver pequeño, apuntado a la frente de la mujer, haciendo que esta se paralice mientras su piel se tornaba aun más pálida de lo que era comúnmente-.

— Papá... -habló por fin el pequeño, sintiendo desvanecer, sintiendo un gran nudo en su garganta y los ojos arder- no le hagas daño a mamá... -dijo cayendo de golpe al fin al suelo frío que concebía aquella carretera-.

Liam BrownWhere stories live. Discover now