En medio de las persianas,
Se logra colar el sol,
Y el polvo que se levanta,
Muestra su gran esplendor.
Entre telarañas grises,
Busca la felicidad.
Sin embargo las sombras
No le dejan escapar.
Sentada ante un ventanal,
Impecablemente esta.
Con un vestido color negro,
Que muestra su soledad.
Y aun cuando aprecia la luz,
Ya no le atrae regresar;
A ese mundo tan brillante,
El cual logra encandilar.
De vez en cuando se acerca,
Un poco más a la luz.
Pero antes de que avance, más de lo que debe ser,
Las voces que la acompañan; la logran retroceder.
Esas manos que te brindan
Según calor y amistad,
Al cabo de un corto tiempo
Solo te traicionarán.
Esos ojos que te ven con tanta amabilidad,
Serán los que con prejuicios
Te comiencen a juzgar.
Y esa boca que te halaga,
Y que te muestra su amor,
Verás como te critica
Y te comienza a insultar;
Con palabras tan filosas
Y duras como el metal.
Así que regresa aquí, donde logres apreciar,
Todo lo que afuera pasa
Y no te logra dañar.
Entiéndelo de una vez,
Pues así no sufrirás.
Aunque cambien las facciones,
O el sonido de la voz.
Tarde o temprano dañado,
Te dejará el corazón.
Y las risas que ahora muestras,
Se te van a regresar;
Multiplicadas por odio
Y lágrimas de cristal.
Así que regresa aquí,
Donde está la oscuridad,
En donde ya sabes, lo que puedes esperar.
Aléjate de esa luz,
igual te van a mentir,
igual te van a dañar.
Ya ven y siéntate aquí;
Y observa el gran ventanal.
Entre diamantes oscuros
Y oro negro has de vivir.
Ya ven y siéntate aquí,
En tu silla de cristal,
La cual está hecha de espinas,
Con las cual logras drenar,
Con tu sangre la tristeza
Que te dejo ese lugar...
Acomoda tu vestido,
Que este no se arrugue más.
Y deja que las espinas
Al dolor ahuyenten ya.
Infringiendo cicatrices,
Para que logres entender,
Que ese mundo tan brillante;
Mucho daño te va a hacer.
Y mientras que, entre sollozos,
Lo comienzas a entender.
Mira de nuevo el paisaje,
A través del ventanal,
Donde la luz no te daña
Y te sana la oscuridad.
