GERBERA seongjoong

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A veces, vivir en un pueblo pequeño tenía sus ventajas.

Hongjoong gustaba de salir en mitad de la noche junto a sus amigos, la falta de luces en las calles y las alargadas sombras de los arboles dibujan formas curiosas en los rostros de sus amigos mientras estos juguetean entre ellos, empujándose como niños revoltosos. Aún son sólo eso.

A veces, vivir en un pueblo pequeño era aburrido.

Es por eso que Hongjoong, Yeosang, Wooyoung y San tenían que ser creativos en la forma de divertirse. A nadie mató un par de travesuras. 

Es por eso que se adentran en el bosque, como muchas otras veces, con la luz de la luna a sus espaldas y un gastado paquete de cigarrillos pasándose entre manos y bolsillos. Las risitas de San resuenan por la oscuridad y Wooyoung intenta callarlo, aunque no haya nadie cerca a quien pudiesen molestar. A Hongjoong le gustaría estar seguro sobre eso.

Hace minutos que puede sentir como alguien lo observa. Algo. Nadie más parece percatarse, por lo que Hongjoong intenta no prestarle demasiada atención, optando por robar un cigarrillo del bolsillo de Yeosang y adelantarse hasta estar a su lado, riendo y bromeando de nuevo.

Ha llegado un nuevo circo al pueblo. 

Las calles parecen más movidas, todos los niños vibrando de emoción por la noche de apertura del circo. Corretean por las aceras, vestidos con camisas y zapatos recién lustrados, enormes sonrisas en sus rostros mientras se acercan a la entrada de la gigantesca carpa.

Hongjoong despeina suavemente su cabello y saluda a sus padres de salida, la calidez de su hogar abandonándolo a medida que el frío de afuera se cuela entre su ropa. Se supone que se encontraría con el resto de sus amigos en la entrada del circo, a pesar de ya no ser niños nunca dirían que no a un poco de diversión a bajo precio.

Yeosang y Jongho, puntuales, lo saludan cuando se acerca a la entrada, ambos comiendo ya un pote de palomitas. Mientras hablan ven a los demás acercarse, incluso desde lejos pueden ver los rostros de San, Mingi, Wooyoung y Yunho. Luego de comprar aún más palomitas se preparan para entrar, la carpa de un rojo brillante llena de luces de colores.

Antes de cruzar la entrada, Hongjoong lo siente de nuevo. Una mirada. Varias miradas. Se da vuelta para mirar hacia la oscuridad de afuera, una brisa poniéndole los pelos de punta, está seguro de que acaba de percibir movimiento entre las sombras. Salta como un conejito asustado cuando algo le toca el hombro, pero es solo Yunho asegurándose de que no se quede atrás. Wooyoung se cuelga de su brazo, hablándole sobre cosas que Hongjoong no termina de escuchar, la sensación de estar siendo observado oprimiéndole el pecho.

Mientras se sientan entre los abarrotados bancos, las luces se apagan gradualmente, Yeosang amenazando a Wooyoung con que si no cierra la boca lo va a vender al dueño del circo por cinco dólares y una lata de guisantes. Wooyoung se calla. Las risitas de Jongho siendo atenuadas por un redoble de tambores que él no puede ver.

El presentador tiene algo extraño. Sus dientes son demasiado afilados, su sonrisa envía escalofríos por la espalda de Hongjoong, pero son sus ojos lo mas chocante. Sus ojos tienen algo que no puede discernir, la pobre iluminación impidiendo poder verlos con claridad. Su voz es suave, las palabras rodando de su lengua con facilidad, una sonrisa floja adornando sus facciones mientras habla, Hongjoong ni si quiera sabe qué está diciendo, pero todo el público lo escucha con casi innatural atención. Ni él mismo puede despegar su mirada del sujeto, incluso cuando puede notar que algo está mal.