Capitulo Único.

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One-shot realizado en honor al 1K de la talentosísima princesa de sexyness

Con el sol oculto tras las grisáceas nubes que amenazaban con empapar a los transeúntes olvidadizos de Londres que cometieron el error de dejar su paraguas en casa, las pisadas de la guardia real del Palacio de Buckingham realizando su llamativo y mundialmente reconocido cambio de guardia frente a los ojos de los lugareños y turistas, el traqueteo de las pisadas sobre las adoquinadas calles abarrotadas de gente; estos hechos comunes eran indicativo de normalidad en el Reino Unido, pero es en los días normales y típicos como este donde las tragedias suceden.

-¡Déjate de absurdeces, William! –bramó la nonagenaria regente.

-No son absurdeces, Su Majestad –reafirmó el segundo sucesor de la corona Inglesa- Abdicaré de mi derecho al trono y con ello a la sucesión de mis hijos.

-¿Qué puede hacerte decir semejante absurdo? –exigió la reina madre.

-Ahora conozco el sucio secreto de Su Majestad –declaró William- Sé la verdad de la muerte de mi madre.

La reina de Inglaterra entrecerró los ojos acentuando sus arrugas, pero a pesar de su ancianidad, al príncipe William le pareció más joven y vivaz que nunca, el brillo de la severidad y la maldad contaminó los puros ojos azules de la mujer, dándole justo el aspecto de una villana.

-¿Qué clase de verdad crees que puedes saber? –indagó la anciana luego de escanear el desolado salón en el que la había abordado su nieto.

-No pretendo regodearme en los detalles que rodearon la circunstancia, pero ahora conozco el hecho de que usted fue la autora intelectual de la muerte de Diana de Gales –explicó manteniendo una rígida postura para contener las emociones negativas que bullían en su interior.

El silencio llenó la habitación por algunos minutos que resultaron eternos para los presentes.

-Espero que tengas argumentos para tu acusación, William.

-Los tengo –dijo con determinación.

-Reúne tus supuestas pruebas y nos reuniremos en una hora en mi despacho –ordenó la reina antes de levantarse de su asiento y abandonar la estancia.

No hizo falta una hora para que el actual príncipe ordenara todas las evidencias que había recolectado, el hombre jamás había olvidado a su preciada madre: indómita y triste, como una rosa marchitándose en un invernadero. Y era por ello que durante años se esforzó por descubrir la verdad tras los misteriosos hechos que la llevaron a la muerte, tardó más de veinte años, pero lo logró. No obstante, en su caso, la verdad no lo hizo libre, más bien todo lo contrario, le hizo consiente de que los cables que lo manipulaban eran más gruesos de lo que creyó en el pasado.

Asqueado, el hombre anheló la libertad, el aire fresco libre de mentiras y conspiraciones. Y quiso lo mismo para su esposa e hijos, su familia era diferente de la recién iniciada por su hermano Henry, él y su progenie querían hacer grande el reino, deseaban continuar marcando la pauta en el mundo demostrando que las monarquías no estaban destinadas a extinguirse como los dinosaurios, que algo aun podían aportar los de sangre azul al nuevo siglo; pero todo eso se esfumó, derrumbado cual castillo de naipes en presencia de la leve brisa.

Su entrada al despacho de quien era llamada la "reina madre" fue silenciosa, entre ellos sobraban las palabras, la carpeta al caer sobre la madera y el susurro de las hojas en las arrugadas manos de la jefa de estado eran los únicos sonidos que se escuchaban en la habitación.

Minutos después la anciana retiró de sus ojos las delicadas gafas para lectura de montura cuadrada, el gesto de las manos fue delicado y casi reverencial. Isabel II concentró sus cansados ojos azules en su nieto y preguntó:

Tourner dans le vide -Melizabeth AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora