Prólogo

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¿Estará bien sentirse así?

A veces no pienso en eso, ¿para qué hacerlo? No me importa lo mínimo lo que les pasa a los demás.

Me siento bien así. Me siento... viva.

Dañar a las personas debería ser un pasatiempo. No creo que sea malo. Me llaman loca, y, ¿Qué pasa si lo soy?

Nunca he sido alguien normal, o bueno eso dicen mis padres. Ellos dicen que las medicinas son buenas, y que me las dan para que no dañe a nadie.

En mi antigua escuela siempre pasaba desapercibida, o bueno, así era hasta que colapsé. Mi psiquiatra dice que debo siempre mantenerme tranquila y tomar los medicamentos.

Esa mañana, me descontrolé. No tenía excusas según la policía.

Un chico muerto.

Eso fue lo que encontraron en el parque.

Abrieron el caso y lo investigaron. De inmediato por todo el pueblo se regó el rumor de que yo lo había matado. Y tenía sentido, el chico tenía una eterna obsesión con molestar a los raros, a mí.

Tenían la teoría de que yo, me había molestado, y en un colapso lo asesiné.

Y no estaban equivocados, pero, ¿Cómo lo probarían? No tenían pruebas.

Ese fue el primer día en el que me sentí completamente bien.

Cuando mi madre se enteró, de inmediato se puso a llorar, y a orar, diciendo, que según me había entrado un demonio, y me había hecho hacer matar al niño.

La investigación contra mí nunca llegó a ningún lado, no tenían pruebas, yo nunca me había metido con nadie. Lo único que tenían en mi contra, era mi esquizofrenia. El abogado de la familia, mostró registro médico, y de inmediato desecharon su teoría, aunque todavía tenían un ojo encima de mí.

Cerraron el caso después de meses.

Mis padres tomaron la decisión de mudarnos, ya nada era igual. Aunque no habían dado conmigo, el pueblo ya no nos miraba igual. Los padres del chico, cada vez que nos veían se nos querían lanzar encima alegando que yo era la asesina de su hijo.

Y bueno así fue como llegué aquí el pueblo más apestoso de todo estados unidos.

Middleburg. Una pequeña ciudad en el condado de Loudoun, Virginia.

Aquí vamos nueva identidad, nueva vida.

Nuevas personas que lastimar.

Este prólogo va en agradecimiento a Karla Miranda. Gracias por el apoyo.

Vanya ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora