El Gato Dorado

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                                                                             2– EL GATO DORADO


Aún recuerdo el caso como si fuera ayer, ya que sin duda es uno de los que mejor acuden a mi memoria. Quizá sea debido a que dejó en mí profunda huella. Todo comenzó cuando recibí aquella extraña carta, un pergamino ajado y amarillento, sellado con lacre en ambos extremos. Nada más abrirlo pensé que había pasado mucho tiempo de aquel modo de proceder en la correspondencia, pero luego comprendíal comprobar el remitente. Se trataba de mi fiel allegado Ryan Massos, un hombre muy singular, dado a todo tipo de extravagancias. Advertí su trazo un tanto agitado, poco firme e irregular, y descubrí algunos borrones de tinta. La carta me informaba, vagamente, de un suceso extraño y misterioso, a todas luces terrible. Ya os prevengo de que en un principio no me sorprendió la naturaleza del asunto, tampoco el tono, ya que, como dije antes, conocía bien la propensión de mi amigo a la exageración e hipérbole. Conforme fui leyendo, la trivialidad de lo expuesto no hizo sino indicarme que, o bien había retomado aquellos juegos de la niñez en los que inventábamos juegos de misterio que luego resolver, o bien había vuelto a esa vieja afición suya tan maligna como perniciosa. Según el escrito, algo terrible habría de ocurrir muy pronto, un suceso abominable, tenebroso. Intentaré reproducir el escrito en la medida de lo que mi memoria me permite recordar:

"Aquel gato, ese gato dorado, que vuelve a atormentarme con su mirada áurea, que borra mis memorias, y me obliga a contemplar su presencia, a escribir esas cosas horribles. No puedo sacarme de la cabeza a ese gato; por ello me marcho, me marcho para no volver. Ciudad de Darkbone, me despido de ti, vieja amiga"

A decir verdad, en un principio, hice caso omiso a la carta, no creí nada en absoluto. Pero luego, comenzaron a suceder cosas extrañas, todas relacionadas con ese maldito gato.


1 de abril de 1994

Me dirijo ahora a la casa de mi fiel amigo Sam Seager, él es mi compañero del departamento de policía, me lo asignaron hace un par de meses. Es un joven que vive en las afueras de Greenhill, muy trabajador y disciplinado.


Horas más tarde

Mi compañero me informa de un homicidio en la casa de los Parks, no muy lejos de mi propia casa. Pronto descubro relación con ese gato del que habla Massos. Algo me dice que no será un día fácil, así que sucumbo a la necesidad de esa sustancia verde, esos polvos de cristal celestiales que relajan mi alma y mi espíritu. Luego marcho junto a Seager a la vivienda en cuestión, lo recojo en mi coche, y aparcamos justo al lado. La casa de los Parks es una mansión enorme, de estilo victoriano, con amplios ventanales. Un estrecho camino de piedra con moho nos conduce hasta la puerta. Observo el entorno, y advierto que parece un lugar abandonado, demasiado moho, demasiadas malas hierbas y pasto. Un viento se desata de repente, arrastrando hojas, que dibujan pálidas sombras en las paredes de la mansión. Tras intercambiar un par de miradas con Sam, decidimos aproximarnos hasta la puerta de entrada, de madera de cedro. Es allí cuando el viento gélido nos recibe con toda su fuerza, nos impide avanzar, erigiéndose como supuesto guardián de la mansión. Suspiro de pavor mientras consumo otro tanto de mi medicina personal, ese compuesto de color verde es capaz de paliar cualquier dolor en cuestión de segundos.

–¿Se encuentra bien? –me pregunta Sam.

Asiento, pero lo cierto es que hoy no estoy bien, hoy es uno de esos malos días. De repente advierto una algarabía de gritos terroríficos, y unas luces, como flashes, que logran deslumbrarme. Mi compañero Sam me mira extrañado, pero no me pregunta, se limita a señalar la puerta. Por fin nos adentramos en la siniestra mansión. Nada más atravesar el vestíbulo, reparamos en la magnitud del desastre: el mobiliario está completamente destrozado, las puertas despojadas de sus goznes, los armarios reducidos a astillas, los espejos rotos, cientos de cristales inundan el suelo. Sin embargo, lo descrito no es lo más inquietante, sino aquello que descuella de un vetusto armario de puertas de cedro, el único mueble indemne en la estancia. La figura es la de un gato, un gato de color dorado de largos bigotes, parece ser el célebre felino del que me advierte mi amigo Ryan Massos en la carta antes mencionada. Insondable es la tristeza que albergan sus ojos, esos ojos acuosos que suscitan en mí terrible presagio. Sam Seager y yo repasamos la escena del crimen; aunque, a decir verdad, tan solo tengo ojos para el gato, ya que apercibo suma importancia en su presencia. Tras anotar los detalles necesarios, tras echar las fotos pertinentes y acordonar la zona convenientemente, nos marchamos de la mansión de los Parks como alma que lleva el diablo.

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⏰ Last updated: Apr 30, 2021 ⏰

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