Prólogo.

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Lufian escrutó a la posible secretaria desde arriba hasta abajo, notando lo que él consideraba peculiar en ella. Su altura era excesiva para su gusto, la falda larga a cuadros no favorecía su figura, y la diadema parecía propia de una mujer solterona. La blusa blanca, según él, estaba pasada de moda y le provocaba repulsión. Para empeorar las cosas, los lentes gruesos no hacían ningún favor al contorno de su rostro, y solo podía destacar sus carnosos labios como algo positivo, pero en general, la veía como un desaliño desnutrido. No podía comprender cómo Steven había elegido a alguien que, en su opinión, se asemejaba al prototipo de Betty la fea y cuya apariencia no mejoraría ni con cirugía.

Yeray, por su parte, nunca había sentido tanta observación y crítica en su vida. La mirada de aquel hombre pedante parecía buscar una muñeca Barbie en lugar de una secretaria competente y capaz, aunque en justicia, Yeray no se consideraba particularmente competente para ese trabajo. Aun así, si lo conseguía, se prometió celebrar con una cerveza en el bar más cercano.

—Puedes sentarte —dijo Lufian con cierto disgusto en su voz.

Yeray percibió que no era lo que el hombre esperaba, por lo que decidió no hacerse ilusiones con respecto al trabajo.

—¿Te llamas Yeray? —Lufian se rió y añadió —hasta el nombre supieron buscarte —observándola nuevamente.

—Qué desagradable —murmuró Yeray mientras apretaba los labios.

Al ver la reacción de Yeray, Lufian sonrió y de repente se le ocurrió un pensamiento inapropiado sobre la chica con lentes. Sacudió su cabeza para apartar esa idea y se enfocó en hojear el currículum de Yeray.

—Aquí se me describe que eres una graduada de Harvard en contabilidad, con el don de dominar cinco idiomas con soltura y defender tu posición en otros cinco. Además, has trabajado con varios famosos, entre ellos Zack Efron, Jennifer López, Jackie Chan, el Loco Valdez y Kim Kardashian —Lufian se detuvo y observó a la joven con escepticismo—. Vaya, tienes un currículum realmente impresionante.

Yeray contuvo un suspiro, preguntándose cómo Steven era capaz de inventar tantas mentiras. La única verdad que conocía sobre él era la siguiente: tenía veintitrés años, era un mecánico desempleado con un sinfín de deudas y, prácticamente, vivía como un indigente en el apartamento de su mejor amigo desde hacía más de diez días.

—Creo que es cuestión de suerte —dijo Yeray, tratando de simular timidez.

—No lo creo. Pareces muy capaz, pero tengo que inspeccionar el currículum de otras candidatas antes de elegir a mi mano derecha —respondió Lufian con una sonrisa.

—Seguro que se refería a inspeccionar su trasero —murmuró Yeray en voz baja.

—¿Disculpa, señorita Smith? —inquirió Lufian.

—Nada, señor. Solo quería agradecerle por la oportunidad —contestó Yeray, disimulando su molestia.

Lufian sonrió y le indicó que podía retirarse. "Steven te llamará si eres la elegida", le dijo antes de despedirla. Yeray esbozó una sonrisa, aunque sus ojos revelaban su verdadero deseo: golpear a Lufian. No debió haber aceptado semejante estupidez. Maldita la hora en que accedió a aquella locura. Pero, ¿cómo podía negarse? Estaba al borde de prostituirse o asaltar un banco. Así que pasar por mujer para obtener un empleo decente para cubrir sus deudas, ¿no era una mala idea, verdad?

Mientras Yeray abandonaba la oficina con innumerables pensamientos girando en su mente, sintiéndose incómodo debido a los apretados zapatos que casi lo hacían cojear, Lufian se quedó observando su figura trasera. Se preguntó por qué aquella persona que consideraba poco atractiva le llamaba tanto la atención.

 Se preguntó por qué aquella persona que consideraba poco atractiva le llamaba tanto la atención

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La Secretaria Yeray.Where stories live. Discover now