Parte 1.

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Howard sabe que tiene privilegios, muy grandes, muy grandes. Howard nació hombre y como agradece por eso. Si, que bueno es ser un hombre...

El joven ingles se pasea por su casa con elegancia, con su uniforme usual y sus sonrisas encantadoras. Howard entrecierra los ojos, sacude sus manos nerviosas y regresa a lo que estaba haciendo sin decir nada.

Jarvis lo observa con una sonrisa pequeña, su joven amo es testarudo, algo gruñón e incluso algo grosero, pero él entiende, él entiende que la soledad lo ha convertido en alguien frío que prefiere no encariñarse con nadie. ¿Por qué? Porque, así como el amor es feliz también duele sentir su ausencia.

ꟷUna manzanilla lo aliviará.

Howard se remueve en su sitio y gruñe molesto por la presencia del inglés, siente que invade su espacio y es inútil en su hogar, siente que debería irse apenas termine de preparar todas sus comidas y no volver. Y es que, ese joven, ese joven inglés, le hace sentir cosas raras. Le revuelve los pensamientos y le hace dudar si ser un hombre es realmente privilegiado.

ꟷVamos, no sea necio.

Suelta un suspiro cansado y decide tomar la infusión, tiene la cantidad exacta de azúcar que le gusta -en el plato- el tipo de galletas que siempre come a escondidas y lo mejor, la sonrisa complacida de Jarvis.

Limpia las migajas de su boca en un movimiento algo brusco y cuando se dispone a seguir atornillando una pieza, siente el pesar de haber tomado la manzanilla, sus ojos pesados y sus bostezos son prueba de eso. Con más pesar aun, toma sus pocas cosas y se dirige a la habitación.

El blanco techo sirve de pizarra para fórmulas que tal vez use algún día, el frío molesta, pero solo un poco, no lo suficiente para despertar al joven y pedirle que le dé más mantas. Piensa en que debería inventar algo para mantener sus noches en calor y que probablemente Jarvis pasa frio también. Eso lo preocupa y le roba el sueño unos minutos, agita la cabeza para desvanecer el sentir, él no debería preocuparse, es uno más, otro que eventualmente se cansará de sus desplantes y se irá, así como todos lo que han pasado por su vida.

El frío lo hace temblar y aun así piensa que lo puede soportar, es un hombre y debe soportar frío o cualquier otra cosa, si no lo hiciera sería un cobarde, un poco hombre como le ha llamado su padre. Poca cosa.

Se aferra a si mismo y el sueño le parece efímero pues a la mañana siguiente su padre de repente ha aparecido. Le ha arrogado un balde de agua fría a pesar de lo que paso ayer, de seguro se va enfermar y le quitara valioso tiempo que podría invertir en sus investigaciones.

ꟷ¡Levántate maldito holgazán!

Con la piel erizada y tiritando se dirige a la bañera, el frío otra vez.

Con solo dieciséis años aprendió que, si el desayuno es silencioso, es mejor. Sin embargo, su padre es el que le dirige la palabra antes de irse y solo Dios sabe cuándo volverá.

"Te conseguí una buena esposa"

Howard está enfermo, su cabeza duele y sus manos tiemblan, no es suficiente como para llamarlo ¿Para qué molestarlo? Piensa y evita al joven.

Después de unas horas está considerando llamarlo, tal vez lo ayude y le traiga una de esas infusiones calientes que él sabe hacer, que tiene esa cantidad exacta de azúcar que ni el mismo conoce. Ni muy dulce, ni muy insípido; exacto.

Debieron de haber pasado unos treinta minutos de resignación y con las pocas fuerzas que le quedan se dirige a la cocina en donde el mayor prueba la salsa que estaba preparando.

Hombre (Jaward)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora