1. El primer día de clases

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Mi escritora decidió llamarme Gretchen Carson.

Ella misma era española y me puso un nombre americano ya que al parecer, no podía conformarse con algo sencillo como Emma o Lucía.

No.

Buscó literalmente "los nombres americanos para chicas más bonitos" y entró en una página cutre de nombres de bebés, en los que incluso aparecía el significado de cada uno. Tengo la sospecha de que eligió el más horrible de todos, tan solo para cambiar un poco y hacerlo más original.

Pues bien, ahora yo soy una desgraciada, con un nombre horrible y un apellido bastante común. Verás, eso es lo curioso. El nombre siempre es raro, pero el apellido siempre es Smith o Johnson.

Mi historia comenzó al levantarme para ir al instituto.

Por supuesto, tenía 17 años.

¿Cómo te atreves a asumir algo distinto? ¿Una mujer de 40 años?

Eso no existe. La vida para a los 20.

Obviamente, mi madre es la que me despertó aquella mañana. La escritora decidió que las alarmas no existen tampoco en este libro y sinceramente, no me quejo. Hacen un ruido molesto.

—¡Gretchen! ¡Tienes que ir al instituto!

Por supuesto que tenía que despertarme a gritos. Ninguna madre entra en la habitación de forma silenciosa y empieza a acariciarte mientras te despierta con suavidad. Eso tampoco existe, como las alarmas y las mujeres mayores de 20 años.

Solté un bufido llena de ira. Era una adolescente y por cualquier tontería, no podía evitar enfadarme. Así funcionan las cosas, querido amigo...

Además de que, si a las hormonas le sumamos una madre soltera y un padre que nos había abandonado por otra mujer, todo se hace muchísimo peor. Es como una bola negra, vomitada por un monstruo y pegajosa.

Odiaba a todo el mundo y por ende, me odiaba a mí misma.

Miré hacia el techo y grité:

—¡Dios! ¡Sí, te estoy hablando a ti! ¿Por qué tenía que haber salido lesbiana?

Mi madre se asomó por la puerta y con el ceño fruncido, me dijo:

—¡Pero bueno! ¿Todo esto por decirte que tienes que ir al instituto?

—Sí, mamá. Así son los adolescentes deprimidos.

Mi escritora ha decidido meterme en una depresión. ¿Por qué? La verdad es que no lo sé. Al menos podría documentarse un poco y saber los síntomas de la depresión, pero parece que es muy vaga y en unas pocas páginas, se podrá comprobar cómo he tirado mi depresión por la ventana. Y no empecemos a hablar de la ansiedad...

Me vestí con lo primero que encontré en el armario. Y no, no me vestí conmigo misma, ya que por suerte, ya estaba fuera del armario.

Escogí una sudadera amplia, pantalones viejos y unas converse. No era como las demás chicas (aparte de ser lesbiana). No me importaba la ropa y siempre tenía unas pintas un poco desordenadas. En otras palabras, era una vaga y un poco guarra cuando se me antojaba.

Y por supuesto que a los lectores no les interesa mi ropa, pero la escritora es tan lista, que ha decidido detallar cada cosa insignificante de mi vida.

Como buena lesbiana que soy, me puse un kilo de perfume encima para atraer a las mujeres como si de abejas se trataran.

Me corté también las uñas y medio dedo, no vaya a ser que piensen que no estoy preparada para la acción.

Y sin duda alguna, puse a Girl in Red a tope de volumen. Las lesbianas no escuchan otra cosa, todo el mundo lo sabe.

Además de que tenía a una vecina super buena a la que quería conquistar. Me había asegurado de pegar banderas LGBT en la ventana, solo para que lo supiera.

Se llamaba Winifred.

Winifred y Gretchen.

Yo lo veo, no sé tú.

—¡Gretchen! Como no bajes ahora mismo, te tiro los huevos del desayuno en la cara. ¿Me has escuchado, Gretchen? Eh, Gretchen. ¡Gretchen! —gritó mi madre.

Sí, mi escritora repetía mucho mi nombre, no vaya a ser que a los lectores se les olvide...

***

Era el primer día de clase.

¡Obviamente!

Deberías de leer más wattpad, a ver si consigues acertar los clichés de una vez por todas.

Me reuní con mi mejor amiga Hashpuck (a mi escritora se le acabaron las ideas para nombres).

—Tía, no creo que pueda superar otro año de instituto —dijo Hashpuck, con demasiada pluma heterosexual.

¿Creías que mi escritora era heterofóbica?

¡Pues no! ¡Aquí está Hashpuck para salvarle el culo!

Aunque en teoría, mi amiga se considera bisexual, pero ya se sabe que todas las mujeres que dicen eso son en verdad unas zorras y tan solo buscan llamar la atención de los hombres. Era por lo tanto, heterosexual.

—Ya lo creo... Intentaré liarme con alguna piba en cada clase, a ver si así se pasa más rápido.

No me mires de esa forma... Son las hormonas, ¿vale? Mi escritora también sufre de ellas, por supuesto que tiene que incluir esta clase de diálogo.

La primera clase era matemáticas y tan solo quería tirarme por la ventana. Todo el mundo sabe que a las lesbianas no les pueden gustar las matemáticas, es la regla. Tan solo les pueden gustar las artes.

Y quizás la literatura. Siempre hay una obsesión con la maestra de literatura, aunque no logro encontrarle ningún sentido.

La profesora fue como siempre, una mujer quizás demasiado mayor para ser profesora. El día que nos de clase una joven, será el día en el que los cerdos vuelen.

A tercera hora, tocó la ansiada literatura.

Conocía a bastantes compañeros por lo que ya estábamos hablando sin cesar. Aunque yo diría que estábamos más bien gritando, pero ningún adolescente es capaz de admitirlo. Nunca.

No nos dimos cuenta de que la profesora acababa de entrar. Tan solo escuché sus tacones picar en el suelo, pero no levanté la vista. Mi compañero de mesa me dio un leve codazo y posé mi mirada en ella, fijándome en los preciosos orbes verdes de nuestra nueva profesora.

Me levanté de la silla, sin poder creer lo que estaba viendo.

—¿Winifred? —exclamé, muda de la sorpresa pero encontrando fuerzas para preguntarlo gritando.

Era mi vecina.

Una abuela que tengo no.

La vecina que está buena.

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Y aquí termina el primer capítulo.

Espero que hayas disfrutado del principio de esta parodia y nos vemos en el capítulo dos, porque se vienen muchísimas cosas.

¿Cómo acabará Gretchen? Bueno, eso solo yo lo sé.

¡Un enorme abrazo!


El peor libro lésbico del mundo ✓Where stories live. Discover now