Única parte.

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—Psst.

Silencio.

—Psssst.

Silencio.

—¡PSSSSST!

...

—¡LOUIS!

Louis abre los ojos de golpe y se sienta en la cama, mueve su cabeza hacia todas direcciones tratando de encontrar a aquel ser malévolo que lo acosa.

Siente una respiración en su oreja.

Voltea lentamente el rostro.

Y ahí está.

—¡AHHHH!

El problema es que no es un 'ser malévolo acosador', es sólo Harry.

Pero es casi lo mismo, supone.

—¿Qué mierda, Harry? —pregunta mientras trata de retomar una respiración normal después del susto que recibió.

—¡Hey, no digas malas palabras! —lo regaña con el ceño fruncido, dando un manotazo en el brazo. Louis hace una mueca, ofendido.

A Harry no le gustan las groserías.

Louis es un chico rebelde.

—Uy, disculpe usted. ¿Qué necesita, buen señor?

—¡Deja de burlarte, Louuu! —el puchero que se forma en los labios de Harry le parece la cosa más tierna y adorable que ha visto, más adorable que el conejo que tenía por mascota cuando tenía 5 años.

—Lo lamento, pero me despertaste, nene, y sabes que necesito mis 10 horas de sueño diarias.

—Pero si son sólo 8...

—¿Ah, sí? ¿Sólo 8? Qué deprimente.

Harry comienza a reír bajito, con la mirada en sus pies y jugando con sus dedos. Louis ama cuando él hace ese tipo de cosas, actuar de esa forma tan tierna que no hace nada más que le den ganas de abrazarlo y no solitario jamás.

Nunca conoció a una persona tan hermosa como lo era Harry.

Una sonrisa se asoma en su rostro, mientras se mueve en su cama, haciéndole un espacio a Harry para que entre y se acueste a su lado, le hace una seña, pero Harry sólo mueve su cabeza, negando.

—¿No vas a dormir aquí? Espera... ¿tan siquiera es hora de dormir? —pregunta.

—Son las 11.

—¿Y tú qué haces despierto a esta hora y en mi casa? ¿Cómo entraste? ¿Tu mamá te dejó? ¿Por qué no me avisaste?

—Son muchas preguntas y me da flojera responder. Sólo necesito que vengas conmigo. -dice mostrando sus hoyuelos, y extiende una mano hacia Louis, esperando a que la tome para así llevarlo a donde quiere.

El problema es que son las malditas 11 pm.

Hace frío.

Puede haber algún Ted Bundy allá afuera en busca de una nueva víctima.

Pero Bundy no mataba niños, por lo que está bien.

Pero aún así no quiere salir de su cama, quiere dormir y que Harry duerma con él, para poder abrazarlo y disfrutar del olor de las flores que se queda impregnado en sus rizos, gracias a las coronas de flores que a veces utiliza.

—¿Tú estás loco? Harry, son las 11, mete tu trasero en la cama y vamos a dormir. —dice acostándose de nuevo, toma una almohada y la pone sobre su rostro. Se relaja y se dispone a retomar el sueño que tenía antes de que un molesto -pero lindo- niño irrumpiera en su habitación.

Como una declaración de amor | larry stylinsonWhere stories live. Discover now