⌁ Prólogo ┊Editado

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   «Estamos sujetos a destinos inciertos; sin poder disipar estas llamas, te grito en silencio que no te vayas, aunque el fuego en mí arda».

   «Estamos sujetos a destinos inciertos; sin poder disipar estas llamas, te grito en silencio que no te vayas, aunque el fuego en mí arda»

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    Era tan solo un niño cuando su alma fue condenada a las cenizas.

    El heredero al trono del reino Bakingou, un territorio bendecido por el dragón rojo del fuego; Katsuki Bakugo fue maldecido por el dragón de las tinieblas, considerado como una amenaza.

    Y si que lo era antes de ser prisionero por esta maldición.

    Todos los que contaban con sangre real obtenían un don especial; este era dado por los diversos dragones de las regiones asiáticas. También llamados "poderes especiales" o individualidad "Kosei", en japonés. En su mayoría, era la nobleza privilegiada por estas habilidades sobrehumanas.

    Su alteza Bakugo nació con el Kosei de la explosión.

—¡Por favor, cálmate! —el grito de la reina Mitsuki repercutió en la habitación del príncipe.

—¡Callate, bruja! ¡Tu no entiendes lo que estoy sintiendo! ¡¿Por qué no tengo derecho a enojarme?! ¡Eh! —vocifero exasperado, con la mirada cristalina; reflejando en sus orbes rubí la clara aflicción.

    Katsuki estaba explotando de ira una vez más. Habían pasado casi diez años desde que todo su ser comenzó a sucumbirse y deteriorarse sin retroceder.

    Se sintió afortunado al principio, puesto que su don contaba con un excepcional potencial.

    Dentro de su linaje familiar, Katsuki había obtenido uno de los mejores poderes en todo su reino, que había heredado de sus antepasados y progenitores; una radiación explosiva y caótica. Ciertamente parece ser la índole de un destructivo proceder, pero contrariado a ello, se pretendía detener a las semillas del dragón de las tinieblas; la principal amenaza de la humanidad.

    No obstante, luego de que su don fue suprimido, ahora hacer uso de este le iba a costar la vida.

    Más que airado, envuelto en furia, Katsuki estaba atemorizado.

—Mama... Yo realmente no deseo morir —se atrevió a confesar con su voz tenuemente quebrada.

    Ella lo miró atónita y desconcertada; sintió un puñal en su pecho, y como en esa instancia le faltó el aire. Era doloroso ver al susodicho joven que siempre se percibía intimidante y feroz, siendo un alma atormentada.

    Sin embargo, la reina Mitsuki detesto desde lo más profundo de su ser: oír aquellas palabras. La mujer no lo había criado para ser un cobarde, sea cual fuese la situación.

    Sin ejercer mucha fuerza, lo abofeteó.

—¡Silencio! ¡No te permitiré decir eso de nuevo! —su voz era determinada, al igual que el filo de su mirada.

⌁Melodía de Ataraxia ⦚ Bakugo&Lectora ⌁Donde viven las historias. Descúbrelo ahora