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Esa era su historia, la de un niño que no fue aceptado y criado a base de dolor, y condenado a la soledad, o al menos eso es lo que piensa Adán. No quería lástima, ni compasión. No quería que ella sintiera asco de él, de sus manos o de sus ojos... Sería incapaz de soportar el desprecio de ella.

—Ahora ya lo sabes. Sabes la clase de monstruo que soy.

Él echó la cabeza hacia atrás, y respiró hondo. Estaba preparándose para la reacción de la chica. Esperó una burla, una risa de la mujer, pero nunca llegó. Dolía oír cómo se veía a sí mismo. Le cogió la otra mano, provocando que su contacto le estremeciera por la impresión. La joven de ojos brillantes a ese hombre destruido por los que debían protegerlo. No merecía esa maldad, nadie la merecía.

—No eres un monstruo.

El brujo al oír su voz escuchó sinceridad. Esas simples palabras atravesaron su cuerpo hasta lo más profundo de su alma, provocando brechas en esa coraza que empezó a caer con Haël.

—Sí lo soy.

—No, no lo eres.

—He hecho cosas que si te las contara te decepcionaría. —dijo frustrado. —Merezco volver al Infierno por todas ellas. —apartó la mirada avergonzado. —Estaba tan traumado por todo lo que pasé allí que use mi poder para borrar todos mis recuerdos de ese lugar, me sentía como un niño perdido en el cuerpo de un hombre. No era capaz de seguir con esos demonios en mi memoria, por lo que quería olvidar. Pero Lilith no quería que me olvidara de nada, y para torturarme me hacía recordar mediante sueños. Me recordaba todo lo que me hicieron y todo lo que hice. Puede que esté encerrada, pero sigo conectado a ella por mi sangre. —Señaló la petaca de suelo sin mirar a la chica. —Por esa razón bebo, para intentar que no entre en mi cabeza, porque soy débil.

Sus labios comenzaron a temblar, y bajó el rostro para que no le viera. Esto nunca se lo ha contado a sus compañeros porque creía que le verían como alguien patético. Ella levantó la mirada con la mano en la mejilla y se la acarició con cariño, como una madre a un niño.

—No eres débil, para mí no. Y que seas el hijo de Lilith no significa que seas malvado. —susurró. —Sam es humana y no te teme, sino que te admira. Will, Ross, Arthur y Duncan te siguen porque tienen fe en ti y les da igual de donde vengas. Haël e incluso Gaziel, no son demonios, pero no son malvados del todo. Y yo te admiro por como eres, no por quien eres.

—Raquel...

—Creo que a veces lo que necesita el mundo no es un héroe, sino un monstruo. En mi opinión, demonio u hombre ya eres mi monstruo preferido. No voy a aceptar que te hagas daño a ti mismo porque crees que no mereces que te quieran. Te mereces ser escuchado.

Adán se quedó estático mirando esos hermosos ojos marrones. No le repugnaba y lo aceptaba tal cual era, y quería llorar de dicha. La chica cogió la mano y con el dedo dibujó una clave de sol en la palma.

—Todos tenemos una melodía que nos guía, y yo espero que algún día pueda llegar a componer la tuya, para que todos la oigan. —se levantó del suelo y lo miró unos segundos antes de dirigirse a la puerta. —Quiero que sepas, que si necesitas hablar aquí me tienes ahora y siempre.

Salió de la habitación en silencio dejando al brujo sumido en sus pensamientos. ¿Quién era esa chica? ¿Y cómo con solo mirarle ha hecho para que le cuente todo sobre él? Pero sobre todo se sentía liberado e inmensamente feliz. Por primera vez en su vida, se sentía pleno. ¿Era esto a lo que se refería antes sobre liberarte el peso?

—Me cae bien. —Se giró de nuevo a la puerta y vio que se trataba de Arthur. —Tú tardaste un año en contarle a Sam quién eras, pero con ella te has sincerado en solo tres días. Tengo una teoría.

(1) El Lilim #Saga Guardianes de lo OcultoWhere stories live. Discover now