único

1.4K 157 101
                                    

          
        PARA Shinsou fue extraño que alguien que apenas conocía depositara su confianza tan prontamente en él. Bueno, según había captado, Monoma ya era raro en sí.


Por alguna razón, a Shinsou le desagradó el hecho de quizás tener que encontrarselo otra vez. En realidad, probablemente no fue desagrado, pero Shinsou no habría querido describir de otra forma el sentimiento agridulce en su pecho.

Sin embargo, a la vez, pareciera que hace un mínimo esfuerzo por verlo de nuevo, y el séptimo día luego de su encuentro, el destino decide volver a juntarlos.

Shinsou se encuentra en la biblioteca. Hay varios libros de historia apilados en la mesa frente a él. Pero está tan cansado y el sillón se siente tan cómodo, hundiéndose bajo su peso. Sus ojos se cierran lentamente. El olor a páginas gastadas de los libros lo hace sucumbir en la búsqueda de una paz que aligere su cansancio.

Unos minutos más tarde —o quizás horas—, Shinsou despierta. La refulgencia del sol de atardecer golpea sus párpados con violencia, no obstante, antes de que pueda abrir sus ojos, el sonido de una suave voz amortiguada por su estado aún adormecido lo incita a prestar toda su atención.

Es embriagador. Puede captar algunas palabras, pero no las suficientes como para armar una frase coherente en su cerebro recién despierto.

Pronto comprende que son versos, recitados al compás de una rima que es expresada tan claramente que a Shinsou le sorprende que las palabras no queden enredadas como un trabalenguas en su garganta.

Al principio no reconoce aquel tono que sólo podría describir como sereno, el viento formando una melodía entre las hojas durante una tarde de primavera.

Hasta que por fin se atreve a mostrar que está despierto. Abre sus ojos de manera perezosa, y puede captar la imagen que podría representar un lienzo perfecto pintado a mano amable y experta.

Es él, con sus ojos azul grisáceo entrecerrados, sumido en la lectura de lo que parece ser un poemario. Su cabello se agita apaciguadamente, la ventana detrás de ellos está abierta.

Shinsou piensa que podría quedarse mirándole durante horas sin quedar satisfecho.

Pero pronto Monoma se da cuenta, ante los ronquidos de Shinsou de repente silenciados. Le dirige una mirada curiosa, sus orbes revolotean por su rostro, y pestañea un par de veces antes de que el arrebol florezca en sus mejillas.

—Shinsou. —Monoma parece no encontrar nada que decir para explicar su presencia, aunque, conociéndolo, Shinsou piensa que no le importa explicarla—. Te quedaste dormido.

Su comentario suena tan tonto que Shinsou tiene ganas de reír sarcásticamente, tal vez solo para reprimir el golpeteo de su corazón contra su pecho.

Sus hebras doradas brillan gracias a la iluminación cálida del ambiente, y entonces, una bonita sonrisa adorna sus labios. Shinsou decide que no puede pasar más tiempo callado, o hará alguna tontería de la cual arrepentirse, porque el sentimiento que le proporciona la romántica vista también se siente como adrenalina.

No obstante, antes de que pueda siquiera pronunciar una palabra, Monoma comienza a hablar con su usual entusiasmo.

De alguna manera a Shinsou comienza a gustarle escuchar su voz.

Al día siguiente, sin siquiera pensar realmente en lo que está haciendo, Shinsou vuelve a la biblioteca, al mismo sillón, a la misma hora, finalizando las clases.

Monoma también lo hace, como si esperara encontrarselo ahí.

Y pronto se convierte en una rutina.

Día a día, Shinsou cree que quizás pueda comenzar a comprenderlo, aunque le resulta un reto demasiado complicado.

Porcelain . ShinMono  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora