Capítulo 10

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«Mi Jessica»

Jesse sintió la necesidad de esconder la cabeza entre tanto papeleo.

Debía admitir que ausentarse tanto tiempo de su trabajo le estaba pasando factura.

Era uno de los mejores vendedores en la agencia inmobiliaria en la que trabajaba; jamás entendió por qué cerraba tantos contratos, ya que no era tan ávido como un par de compañeros que vendían tan solo un poco más que él. No obstante, solía ganarse la confianza de sus clientes casi al instante.

Muchos decían que se debía a su transparencia al hablar, a su forma honesta de explicar lo bueno y lo malo de cada propiedad, y de tomarse el tiempo de detallar los contratos con los clientes para que no dieran nada por sentado. Era dedicado con sus clientes e intentaba siempre ponerlos cómodos, dar lo mejor de sí en cada muestra. Ser él mismo.

Aunque consideraba que estas eran habilidades necesarias en cualquier vendedor, debía reconocer que otros de sus compañeros eran unos linces en el área. No eran tan cálidos como él o tan amigables, pero tenían una retórica envidiable que era capaz de convencer hasta al mismísimo presidente de los Estados Unidos.

De todas maneras, Jesse era uno de los vendedores senior e incluso tenía su propia oficina. Una bastante espaciosa con vistas a la Bahía de Elliot, su punto favorito en todo Seattle.

El hecho de que se ausentara tantos días causó retrasos dado que muchos clientes tuvieron que reprogramar citas, algunos contratos quedaron en pausa, por no mencionar que varios apartamentos quedaron sin enseñarse. No hubo pérdidas mayores, no obstante, su jefa sí que le amenazó con despedirle si no regresaba lo más pronto posible. Así que ahí estaba: una semana y media después de volver, con tanto trabajo que no tenía ganas de tocar un solo documento más.

Su móvil vibró y lo revisó, aun sabiendo con anticipación que se trataría de otro mensaje de algún extraño con contenido que prefería no revisar. Pero aquello era su culpa y lo que estaba sufriendo era consecuencia de su estupidez. Eso le pasaba por no pensar los planes dos veces y creer que era un estratega, cuando no era más que un hombre desesperado por la atención de una mujer que ni siquiera conocía.

Aquel fin de semana había tomado varias excursiones en ferry creyendo que Jessica estaría en alguno de esos barcos. Quiso supone que ella asistiría el domingo al atardecer, después de todo, tenían un precedente de haber organizado un plan juntos: ver Jerry Maguire un domingo. Lo lógico era que, si ella quería verlo, asistiera un domingo y al final del día.

Bueno, lógico para él.

El problema era que no sabía qué barco tomaría, o si iría en lo absoluto. Después de todo, ¿para qué Jessica querría conocerlo? Lo más probable era que fuera así de dulce y cálida con todos sus clientes. Era su trabajo decir lo que fuera para complacerlos, así que quizá le había dicho que tomaría un ferry por la Bahía de Elliot solo para que él se ilusionara.

De todas maneras dejó su número de teléfono en varios barcos, acompañados por una frase de Jerry Maguire, esperando que ella pudiera reconocerlo. Si es que tenía las mismas ganas de verlo y las mismas ideas para encontrarlo.

El gran fallo de su plan fue que cientos de personas agendaron su número. Cientos. Y la mayoría se encargó de enviarle fotos de sus partes íntimas o llamarlo para hacerle bromas. Aquellos días había visto más penes que en toda su vida. Por no mencionar que cada vez que cogía el teléfono pensando que se trataría de algún posible cliente, solo era algún idiota jugándole una broma.

Ya ni siquiera respondía los mensajes que no estuvieran dirigidos hacia él o que se refirieran a la venta o alquiler de una propiedad. Se había hartado de perder su tiempo con personas tan inmaduras. Aunque reconocía que él también había sido un poco inmaduro de su parte dejar su número en un sitio tan público.

Al otro lado de la línea [EN PAPEL] [+18] ✓Where stories live. Discover now