Capítulo 15

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«Mejor pedir perdón que pedir permiso»

Arizona

Ari no era precisamente una persona cobarde. Bien era cierto que le costaba afrontar algunas situaciones —como decirle a Adam la verdad sobre su trabajo, o decirle a Jesse que tenía pareja y que no debía hacerse ilusiones—, sin embargo, no se consideraba «cobarde». Era una palabra muy fuerte.

Tal vez prefería quedarse con «no tan valiente».

En ese momento, cuando se halló sin otra opción más que enfrentar la verdad y a Jesse, sabía que debía vestirse de fuerza y temple. Él la había descubierto, así que necesitaba que sus siguientes palabras fueran contundentes. No más mentiras ni vacilaciones. Al fin tenía la oportunidad de deshacerse de ese «no tan valiente» y convertirse en «la puta ama». Aquella que no sentía miedo de nada.

En su situación, Mandy hubiera agarrado a Jesse por el cuello de la camisa y le hubiera plantado un beso. Así, sin más. Es que no hacía falta más, por Dios.

Llevaban semanas hablando el uno con el otro, dándose placer el uno al otro. Y, aun cuando Ari tenía todo para robarle el beso que ella moría por dar, sus pies se quedaron plantados en el suelo, negados a mover siquiera un músculo. Sus manos sudorosas parecían un ente ajeno a su cuerpo. Su boca no hacía más que abrirse y cerrarse, balbuceando estupideces como si jamás hubiera estado frente a un chico.

«Reacciona, Arizona. De todas formas ya sabe que eres tú».

Jesse parecía estar atravesando por lo mismo, a pesar de que, por más curioso que fuera, él la había perseguido y le había retado para que se volteara. Después de semejante acto de valentía —y desesperación—, se había quedado pálido, como si se hubiera sorprendido de que sus propias teorías estaban en lo correcto.

Ari pudo haber dicho cualquier cosa más inteligente. No obstante, los nervios le ganaron:

—Vaya, qué coincidencia que nos encontráramos aquí.

Por supuesto, él no se iba a quedar con solo eso, porque después de parpadear varias veces y volver a la realidad, frunció un poco el ceño.

—¿Me has estado tomando el pelo toda la noche? —soltó entre el reclamo y la curiosidad—. Sabías que era yo... ¿Por qué me lo negaste? Peor aún, ¿por qué no me lo dijiste?

«Porque tenía miedo de que me rechazaras».

«Porque no sabía si eras un psicópata».

«Porque tengo novio y no sé cómo lidiar con esta situación».

«Porque no tenía idea de cómo sacar el tema».

—Jesse, yo... —Tragó con fuerza y respirar se convirtió en una tarea complicada, mas no imposible. Lo cual era una lástima porque pensó que ahogarse hubiera sido mejor que decirle la verdad—. No te estaba tomando el pelo, solo que no supe cómo afrontar la situación. Jamás pasó por mi cabeza que podía encontrarte aquí y... Todo me tomó por sorpresa.

—Ah, es que olvidaba que yo lo tenía todo planificado —respondió, sarcástico, aunque no en un tono ácido sino de una forma que ella consideró adorable.

Ya el shock de «es real y está frente a mí» lo había superado, sin embargo, no dejaba de deslumbrarse ante su presencia. Quizá porque había imaginado tantos escenarios negativos que el hecho de que él resultara un chico normal le hacía sentir como en la más linda de las comedias románticas.

Por otro lado, le dolía pensar que él pudiera estar decepcionado de ella por su actitud; no se había cohibido de hablarle durante días para que aquella fuera la manera en la que terminaran las cosas. ¿O iniciaran?

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