Capítulo 28

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Arizona

Ari dio una vuelta por el vecindario mientras recordaba su adolescencia y toda la gente que había dejado atrás. El tiempo había pasado tan rápido que se sintió abrumada. Las cosas habían cambiado tanto. Ella había cambiado tanto en los últimos años que se consideraba irreconocible. No había duda de por qué ya no le permitía a su madre que siguiera dirigiéndola.

Llegó hasta el centro, entró a un bar y se pidió un whisky. No era su bebida preferida pero le ayudaría a calentar el cuerpo. Sacó su móvil y, sin pensarlo demasiado, llamó a la única persona con la que quería hablar ese día. Y cualquier día.

—¿Ari? —Jesse sonó adormilado.

—¿Te he despertado?

Miró su reloj. Eran casi las dos de la tarde, lo cual quería decir que en Seattle ya eran las once de la mañana.

—Sí. Apenas pude conciliar el sueño hoy en la madrugada.

—Si te molesto mucho, podemos...

—No, no —se apresuró a contestar—. Me alegra escuchar tu voz. Yo pensé... —Suspiró e hizo una pausa—. Pensé que no volverías a llamarme.

Ari exhaló y se desinfló como un globito. Mordió su labio inferior, conteniendo unas ganas atroces de decirle que fuera por ella, que la rescatara como los príncipes hacían en los cuentos de hadas. Hasta que entendió que no era eso lo que quería. En realidad, su principal objetivo era resolver su situación por sí misma. A Jesse solo lo quería para hablar, desahogarse, para tener una voz cálida que le dijera que las cosas saldrían bien aun cuando no siempre era verdad.

—En muy poco tiempo me acostumbré a hablar contigo —admitió ella, después de darle un sorbo a su bebida—, ahora cada vez que tengo un problema solo pienso en ti, en qué me aconsejarías o cómo lo afrontarías. ¿Suena muy tonto?

—Ni un poco. ¿Tienes un problema?

—Estoy en West Virginia con mi familia y las cosas se salieron de mi control. Digamos que estallé y no sé cómo regresar a casa y tomar todo con madurez. Temo que cuando llegue, terminaré diciendo cosas peores.

—¿Qué pasó?

Suspiró y le contó cómo sus padres eran tan conservadores, la situación de Sydney con el hijo de los Miller, cómo su madre quiso ser casamentera, y su forma de estallar con la verdad. Se sintió mejor cuando soltó aquello y más aún cuando Jesse se rio con el final.

—¿Qué cara puso tu madre? —preguntó—. No la conozco pero puedo imaginar la escena completa. Joder, Ari, es que no sales de una situación para entrar en otra.

—Debería escribir un libro sobre mi vida. En fin... —Paseó el dedo índice por el borde del vaso, sintiendo un calor en el pecho característico de cuando conversaba con él. Habían pasado dos días sin conversar que se sentían como un milenio—, ¿tú cómo estás?

—Con un humor de perros que no me lo quita ni Dios.

—Yo te escucho muy amigable.

—Porque en este momento eres la única persona que puede romperme y luego juntar mis pedazos. No podría mostrarme molesto contigo.

—¿Estás así por lo que sucedió aquella noche? —tanteó, aunque no era tonta. Sabía que estaba mal por ese motivo, y si no, de todas formas algo de eso había.

—Puede que no lo haya tomado tan bien como quisiera... —contestó por lo bajo—, pero te entiendo. Además, ayer me distraje con otro problema, así que no pienses que eres la única que me ha hecho sentir mal este par de días —bromeó, pero ella no se rio.

Al otro lado de la línea [EN PAPEL] [+18] ✓Where stories live. Discover now