Capítulo 31

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Arizona

Ari tenía dos expectativas ese día: que la reunión fuera fructífera, y que no tuviera que pagar la cuenta.

El lugar que había escogido Rachel Crowell era uno de los restaurantes más elegantes de la ciudad, y ni siquiera tenía la necesidad de revisar su estatus bancario para saber que si pagaba la cuenta, se quedaría casi sin dinero.

Escogió un vestido que había confeccionado ella misma y un abrigo un poco viejo que le hacía juego. Se había maquillado lo suficiente para verse presentable y formal, sin rayar en lo exagerada. Era solo una reunión breve, no un evento nocturno. El corazón le palpitaba con fuerza y sostenía el portafolio en sus manos, sin poder controlar el temblor de estas. Aún no tenía muy claro qué quería Rachel de ella pero de lo único que estaba segura era que tenía que impresionarla.

Al entrar al restaurante, le indicó su nombre a uno de los mesoneros y este la condujo a la mesa que ya estaba reservada por «la señorita Crowell». Al llegar, Rachel se puso de pie y la recibió con un cordial apretón de manos seguido por un beso en la mejilla.

Podía esperar muchas cosas de la hija de Walter Crowell, pero no que sería así: de piel oscura, dreadlocks —algunos de color azul y otros rosa—, un traje negro que costaba más que el coche de Ari, y un maquillaje que resaltaba sus labios de un color carmesí. Era menor que Arizona, tal vez tendría la edad de Sydney y sin duda también el mismo espíritu.

—Arizona Taylor —pronunció su nombre con deleite y luego le hizo una seña para que tomara asiento—, es un agrado conocerte. Mi padre me habló muy bien de ti, lo cual me parece curioso porque no eres una diseñadora de renombre. Ni siquiera tienes una página web.

Sin muchos rodeos.

—También es un gusto conocerte, Rachel. —Le sonrió tratando de ocultar los nervios—. No, no cuento con un sitio web ni un portafolio digital. Eso no quiere decir que no sea talentosa y quiera mejorar cada día.

—Solo con talento no llegarás a ninguna parte.

Cortó por un momento sus palabras para indicarle al mesonero lo que ella quería pedir, un licor europeo que sabía que se escapaba del presupuesto de Ari. Solo en caso de que le tocara pagar su parte, se decantó por una limonada. Cuando el hombre se fue, Rachel la miró con un brillo curioso en aquellos ojos castaños y oscuros.

—Papá me habló maravillas de ti, de lo que quieres lograr en el futuro y hasta me comentó que el vestido que llevaste esa noche, hecho por ti, era una fantasía. ¿El que traes puesto también? —Ari asintió a la pregunta—. No eres muy habladora, ¿verdad?

Arizona soltó el aire que estaba conteniendo e intentó relajarse. Puede que Rachel fuera hija de un hombre adinerado y que quizás estuviera considerando invertir en ella, pero más allá de eso, parecía una chica normal con la que podía charlar de casi cualquier cosa. Y si eso no la relajaba, el hecho de ser la mayor de la mesa le dio un poco más de confianza.

—No pienso aburrirte con mis objetivos de vida porque entiendo que tu padre ya te habrá dado un buen resumen. Todavía no sé con exactitud qué es lo que quieres de mí, pero si eso requiere que observes y confíes en mi trabajo, traje conmigo mi portafolio. La mayoría de las cosas que he confeccionado lo he hecho para mí o para gente que conozco. Me encantaría dar el siguiente paso, solo que estoy atravesando por un momento económico complicado y necesito de mi actual trabajo para sobrevivir.

—Entiendo —murmuró la morena mientras se tomaba el atrevimiento de agarrar el portafolio para examinarlo.

Ari se quedó en silencio, nerviosa, mientras los ojos de Rachel evaluaban cada uno de los diseños allí expuestos: había desde fotos de las personas usando sus confecciones, hasta bocetos de colecciones. Aunque no lo dijera así en voz alta, aquellas hojas contenían los sueños e ilusiones de Ari, y le aterraba que alguien como Rachel los desechara en su chasquido de dedos.

Trajeron sus bebidas y Ari le explicó con suavidad cómo había trabajado en cada diseño, porqué escogió ciertas telas, qué le había inspirado. Después de todo, no dejaba de ser arte. Rachel solo la escuchaba, asintiendo de vez en cuando. En ocasiones fruncía el ceño como si no estuviera de acuerdo, y en otras paseaba la mirada entre las hojas y Arizona con demasiado interés.

—¿Mi padre no te comentó nada sobre lo que pienso hacer?

—No.

La morena suspiró, dio un sorbo a su copa, y la miró con atención.

—Dentro de un par de meses abriré una tienda en el centro de Seattle, es un proyecto importante para mí porque no pretendo vender lo mismo que la mayoría de las tiendas antiquísimas de moda. Quiero algo más inclusivo, aunque mi padre lo llama «disruptivo». Quiero que la ropa que se exhiba y venda allí sea para todo tipo de cuerpos y géneros, sin caer en la clásica concepción de ropa «femenina» y «masculina». Si a un chico le da la gana de usar una blusa con volados y flores, pues habrá para él, de su talla y para cualquier tipo de estilo, por ejemplo.

Los ojos de Ari brillaron.

—Es genial y fascinante.

Rachel sonrió.

—Lo sé. —Hizo una pausa—. También quiero que sea un sitio al que cualquiera pueda ir, no solo los que estés dispuestos a pagar más de mil dólares por prenda. Quiero que cualquier persona que quiera verse bien, sin importar sus gustos, estatus económico o preferencias, pueda ir a mi tienda y sentirse hermoso.

—Suena increíble, Rachel.

—Entiendo que lo que quieres para tus diseños es algo similar. Ya cuento con algunos diseñadores que se han sumado al proyecto, y quería saber si te gustaría formar parte también.

—C-Claro, suena maravilloso —asintió, nerviosa y emocionada.

—Algunas condiciones aplican. —Enarcó una ceja.

—¿Condiciones?

—Necesitaré que trabajes desde ya en tu colección de la temporada, cada diseñador tendrá una. Yo aprobaré cuáles entrarán y cuáles no. Te financiaré el trabajo, de manera que no invertirás tu dinero, y te llevarás un treinta por ciento ganancia de lo que se venda. El crédito te lo llevarás tú, Arizona, sin embargo, los diseños que salgan con mi tienda no podrás venderlos después, me quedo con la exclusividad. —Suspiró y evaluó la expresión de Ari antes de añadir—: Sé que no es la mejor oferta que hay, pero es la única que puedo darte en este momento.

Puede que tuviera razón, no obstante, Arizona no tenía nada que perder y sí mucho que ganar. Nadie la conocía como diseñadora, nadie había apostado por ella jamás, y si quería adentrarse en ese mundo, pues por algo tendría que empezar. Además, Rachel le estaba dando una oportunidad sin tener siquiera certeza de que ella fuera a hacerlo bien, era un ejercicio de confianza para ambas. Lo único que le quedaba era hablar con Nicole y ver cómo negociaba su situación en LoveLine.

Ari terminó su limonada y le sonrió.

—Cuenta conmigo.

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Ya solo nos quedan dossssssss😭😭😭

Al otro lado de la línea [EN PAPEL] [+18] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora