capitulo 4

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- Amicitiam integritatem - dijo Larya la prefecta, y al instante una puerta de piedra disimulada en la pared se abrió. Pasamos de uno en uno y nos encontramos en la sala común de Slytherin. Era una sala larga, semisubterránea, con los muros y el techo de piedra basta. Varias lámparas de color verdoso colgaban del techo mediante cadenas. Enfrente de nosotros, debajo de la repisa labrada de la chimenea, crepitaba una hoguera, y contra ella se recortaban las siluetas de algunos miembros de la casa Slytherin, acomodados en sillas de estilo muy recargado.

- Las niñas duermen por el pasillo del lado derecho y los niños por el pasillo del lado izquierdo - dijo Larya mientras conducía a las niñas a través de una puerta, hacia sus dormitorios, y a los niños por otra puerta. - Al ser estudiantes de primero, deberán dormir tres personas en una sola pieza. Cuando cursen tercer año se les otorgará habitaciones individuales.

Seguí a Pansy y Millicent por el pasillo, observando los detalles de nuestra nueva casa. Al final de un corredor, encontré, por fin, mi pieza. En la puerta había una placa de metal con nuestros nombres: "Parkinson, Potter, Bulstrode".

Giré el picaporte y entré. La habitación era acogedora, con tres grandes camas con dosel blanco. Nuestras cosas ya estaban acomodadas en los roperos blancos, cada uno con nuestras iniciales. Por la ventana, se podía ver pasar a las distintas criaturas acuáticas del lago. Junto a la ventana, había un sillón blanco, dos sillas del mismo color y una mesa de madera. Atenea, mi lechuza, descansaba en una habitación contigua junto a otras dos lechuzas.

Mientras Pansy se ponía a escribir una carta, recordé que también tenía que hacerlo. Me senté en el escritorio y comencé a escribir.

Queridos Magic, Morte y Destiny,

Quedé en Slytherin junto con mis nuevos amigos. Los nervios me consumieron durante la selección, y fue extraño ver la reacción de todos al escuchar mi apellido. Aunque me esforcé por mantener la compostura, sus miradas inquisitivas no pasaron desapercibidas. Hogwarts es un lugar fascinante y, aunque extraño nuestro hogar, sé que este es solo el comienzo de una nueva aventura.

Con cariño,
Alex

Le di una caricia a Atenea y le entregué las cartas. "Toma, Atenea, entrega estas cartas", le dije. Ella alzó el vuelo con elegancia, desapareciendo en la noche.

"Menos mal que me he acordado. Si no, mi tía se hubiera preocupado mucho y no quiero eso", murmuré para mí misma.

Cogí mi pijama y me cambié. Hoy había sido un día de muchas emociones, y sabía que era mejor descansar pronto. Mañana tendríamos que despertar temprano. Me tumbé en mi cama, sintiendo el peso del día. Mis ojos se cerraron lentamente, y caí en un sueño profundo.

"Alex, Alex", escuché una voz que me llamaba, pero no quería abrir los ojos. Estaba tan cómoda durmiendo. "Alexa, despierta", sentí que alguien me movía el brazo. Abrí los ojos lentamente y vi a Pansy llamándome.

"¿Qué pasa?" Dije con voz adormilada. Tenía mucho sueño.

"Tienes que vestirte, a menos que quieras llegar tarde a tu desayuno y a tu primera clase", respondió Pansy.

Me levanté rápidamente al escuchar eso, pero por la rapidez me dio un mareo y me caí de la cama. Escuché una risa y miré a Pansy, que se estaba riendo. La miré con molestia, no era gracioso.

"Deberías tener más cuidado", dijo entre risas. "No queremos que la nueva estrella de Slytherin se rompa un hueso el primer día."

Bufé y me puse de pie, sintiendo todavía un poco de mareo. Me vestí rápidamente, poniéndome el uniforme de Hogwarts. Me miré en el espejo, asegurándome de que todo estuviera en su lugar. No podía permitirme ningún error en mi primer día.

Bajamos al Gran Comedor juntas, y la visión de la larga mesa de Slytherin me hizo sentir un poco más tranquila. El lugar ya estaba lleno de estudiantes, todos charlando y riendo. Me senté junto a Draco, Blaise y los demás.

"Buenos días, Alex", dijo Draco con una sonrisa. "¿Dormiste bien?"

"Sí, gracias. Aunque casi llego tarde", respondí, lanzando una mirada a Pansy, que simplemente sonrió.

El desayuno fue un banquete en sí mismo, con una variedad de alimentos que me hizo dudar sobre qué elegir. Mientras comíamos, no pude evitar notar cómo algunos estudiantes de otras casas nos miraban con curiosidad. Estaba acostumbrándome a ser el centro de atención, pero aquí en Hogwarts, parecía que siempre había algo nuevo que descubrir sobre mí.

Después del desayuno, nos dirigimos a nuestra primera clase: Transformaciones con la profesora McGonagall. El aula estaba llena de nervios y excitación. McGonagall era una figura imponente y no perdía tiempo en poner orden.

"Bienvenidos a Transformaciones. Hoy aprenderemos a convertir cerillas en agujas. Prestad atención a las instrucciones", dijo con su voz firme.

La clase fue desafiante, pero con la ayuda de Destiny, ya tenía una base sólida en transformaciones. Logré convertir mi cerilla en una aguja en el primer intento, lo que atrajo la atención de McGonagall.

"Bien hecho, señorita Potter", dijo, y no pude evitar sentir un orgullo interno.

Las siguientes clases pasaron en un borrón de información y nuevas experiencias. Pociones con Snape fue particularmente intensa. Parecía tener una predilección por intimidar a los estudiantes, pero yo me mantuve firme, siguiendo las enseñanzas de Morte. Logré preparar una poción de curación básica sin problemas, lo que pareció impresionar a Snape, aunque no lo demostró abiertamente.

El día terminó con Defensa Contra las Artes Oscuras, una clase que esperaba con ansias. El profesor Quirrell parecía nervioso y titubeante, pero la materia era fascinante. Mientras practicábamos hechizos de defensa, sentí que toda la preparación y entrenamiento que había recibido de Magic, Morte y Destiny finalmente tenía sentido. Estaba lista para cualquier cosa que Hogwarts me lanzara.

Esa noche, mientras me preparaba para dormir, reflexioné sobre el día. Había sido agotador, pero gratificante. Sabía que este era solo el comienzo y que habría desafíos y aventuras aún mayores por delante. Cerré los ojos, lista para enfrentar lo que el futuro me deparara, segura de que con la formación que había recibido y mis nuevos amigos, no había nada que no pudiera manejar.

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