Para toda la vida, amor.

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''Dime ¿Por qué estamos gastando tiempo en tu crimen pasado?''

Pues desde siempre supuse que había poseído la habilidad de cuestionarme todo, para nada habría sido la excepción a la regla este caso.

Ella juraba no verme, sin la necesidad de querer nada, mientras que yo juraba verla, queriendo, y sabiendo que le necesitaba para todo. Eso sí es deprimente.

El destino es una puta mierda, siempre se equivoca, el porvenir de las cosas que deparaba no eran para nada agradables, ¿Qué tan difícil eran vivir dos vidas en una? ¿Cuántas vidas diferentes se pueden vivir en una misma vida? No lo sé, no estaré cerca de apuntarle nunca, pero con ella todo eso era posible.

Se hizo costumbre las estadías esporádicas, pero se hicieron raros los días gélidos en los que compartíamos el cielo estrellado. Ya para la fecha en que conseguíamos coincidir, el cielo se posaba nublado, ni siquiera eso ayudaba, aunque una vez más que otra, una estrella amablemente explotaba en el finito halo de universo existente, para que nosotros pudiésemos ver su luz viajando por el cielo, fantaseando con saber su nombre, y jugando a los astrónomos.

Habría pasado casi un lustro para darnos cuenta de muchísimas cosas y asumir los roles de las vidas dicotómicas que llevábamos cada uno. Las explicaciones eran menos extensas, debido a la madurez de ambos para asumir las posiciones que nos tocaban, eran todas diferentes, pero compaginaban en algo: ninguno de los dos quería estar en ese sitio, muchísimo menos en los zapatos del otro, pero lo comprendíamos totalmente, era la mismísima empatía dentro de la apatía, o al revés, si usted prefiere.

El destino hizo una mala jugada, pero yo solía mentir mucho cuando del azar se trataba, era experto en ello, era cosa simple, pero no una simpleza. Hasta de camino de acompañantes nos conseguimos con un simple letrero.

Si había esperado casi un lustro para posarme ante su humanidad, ¿Qué eran otros míseros minutos? Nada.

—Perdóname —le dije.

— ¿Por qué?

—Por no haberte dado un mejor regalo.

— ¿De qué hablas?

— ¿Esto cuenta como cita, no? —ella sonrió tímidamente.

—Ya entiendo. Si, cuenta como eso.

—La cita más corta de la historia, creo que de unos 20 minutos —sonreí.

—¿20? Creo que más bien 5.

—Lo que sea que fuere, lo estoy disfrutando bastante.

—Yo también, y eso que no debería. Es irónico que pueda hacerme feliz un detalle tan pequeño.

—Pues no podrás avanzar y disfrutar de las cosas pequeñas jamás si sigues con ese morral en la espalda.

— ¿De qué morral hablas? —me miró inusitadamente.

—Ese que cargas llamado pasado.

—Ya, pues creo que hasta aquí está bien.

Luego de eso, pude vislumbrar como se iba alejando en la distancia, maldiciendo el destino o bendiciendo la belleza de lo simple.

Yo solo me viré como tantas veces en esas conversaciones de madrugada tras caminar a pasos lentos para disfrutar cada palabra, y solo me preguntaba: ¿seguirás queriéndome en la mañana? 

¿Seguirás queriéndome en la mañana?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora