•You're mine•

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Advertencia: Narración sexual larga y explícita. Pura obscenidad.

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El hombre la observó de arriba hacía abajo en silencio, notando como la azabache vestía una fina ropa interior de encaje, de color rojo. Un tono favorable para su hermosa piel blanquecina. Era seductora incluso sin intentarlo y eso al mafioso le molestó un poco. Era demasiado atractiva para su bien en ese mundo tan retorcido. También detestaba lo que provocaba esa mujer en él, era extraño e inusual.

Pero, una nueva necesidad surgió en su interior cuando la azabache se acercó a él, con una mirada que no apartó a pesar de los ojos feroces que la analizaban. Sin embargo, aún sin ser una novata, su cuerpo temblaba nervioso ante la presencia abrumadora del hombre.

—Da la vuelta. Inclinate contra la pared y abre las piernas —ordenó de inmediato, dejando a la mujer sin palabras ante la orden y como el mafioso abría su camisa blanca para revelar su pecho firme y abdominales envidiables, sin embargo, hizo caso.

No debía dejarse hipnotizar, debía ser profesional y concentrarse en las demandas de su cliente.

Tragando en seco, miró hacía donde él le indicó, apoyando sus manos en la pared para no perder el equilibrio mientras se inclinaba y abría las piernas.

Es un cliente como todos Kagome. Entrará, terminará, saldrá y habrás terminado tu trabajo. Se recordó al cerrar los ojos con fuerza cuando escuchó como el hombre se colocaba detrás de ella y sentir como sus bragas de encaje eran movidas hacía un lado, pero no quitadas. 

Escuchó con atención como un cinturón era desabrochado, un sonido atractivo si lo veía desde otra perspectiva, seguido de una bragueta siendo bajada. Se mentalizó para ser penetrada con brutalidad, no sería la primera vez y ella podría soportarlo.

Pero nada salió como la azabache esperaba.

En vez de sentir su miembro empujar en su interior, dos dedos acariciaron su entrada, incluso presionaron un poco su clítoris. Para su sorpresa, la estaba estimulando de una manera que la hizo estremecer.

—Señor, no tiene que... — Un jadeo se le escapó al sentir como jugueteaba con su clítoris, obteniendo reacción de su cuerpo cuando inevitablemente comenzó a mojarse.

Sólo en ese entonces, al sentir la humedad de la azabache, él adentró dos dedos en la intimidad de Kagome, golpeando repetidamente con ellos, tocando a la mujer con una ferocidad que ella creyó venirse solo con eso. Jamás había sido tocada de esa manera, no era el interés de los hombre que atendía brindarle placer, por lo que era la primera vez que experimentaba tanta bruma de sensaciones. Nunca había estado tan cerca de un orgasmo.

Cuando el mafioso sintió sus dedos ser apretados, supo que Kagome estaba cerca, por lo que los retiró, sacándole un suspiro frustado a la azabache. La obviedad de casi estar en el clímax se hizo evidente en su cuerpo tembloroso, junto con piernas que comenzaron a doblarse cuando le empezó a costar mantenerse de pie, casi apoyando todo su cuerpo contra la pared.

Kagome exhaló, tratando de recuperar la respiración, pero la situación no pudo ser asimilada del todo antes de ser una muñeca manejable de nuevo.

Manos grandes tomaron sus caderas para girar su cuerpo, siendo manipulada al antojo de su cliente cuando golpeó su espalda contra la pared, sin embargo, no con brutalidad. Su amo y señor la miró de manera hambrienta; feroz, fascinado por la expresión vulnerable de la azabache.

Ahora frente a frente, el mafioso levantó su cuerpo como si no pesara nada, sosteniendo sus muslos cuando Kagome, por inercia, rodeó la cintura del hombre para no caerse, siendo acorralada contra el firme cuerpo masculino y la pared. Sus manos se sostuvieron de sus hombros, apretando con fuerza la camisa blanca cuando sintió la dureza frotando su intimidad. Caderas moviéndose en sutiles movimientos, como si estuviera jugando con ella.

She Is Mine |Sesshome|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora