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Una vida, con un destino completamente distinto.


— ¿Porqué no te mueres, Bosip? — Habló con fastidio el de sudadera amarilla, mirando al de cabello claro.


— Porqué no mejor tú, pitufin, das asco — Metío sus manos a sus bolsillos del pantalon, para luego levantarse y marcharse a su habitación, en la cuál se encerró con un portazo.


Le dolía esto, le dolía ser frío y seco con quien extrañamente amaba, prefería no buscarle explicación. Escuchó a través de la puerta un regaño por parte de Amor, seguramente, hacia Bob. Le restó importancia, y con pereza se lanzó a la cama, la cúal estaba completamente tendida, y al contacto con el chico de cabello dorado, se arrugó.


Luego de unos instantes, dejó que sus ojos explotaran en lágrimas, empapando la tela que cubría el colchón, un llanto silencioso.


Estaba harto, y aquella situación había sido completamente irónica. Una de las mayores razónes por las cuáles aún no había recurrido al suicidio le estaba incitando a hacerlo.

— Eres completamente patético, Bosip — Se dirigió a sí mismo.


Nadie se imaginaba que el chico hiciera tal cosa, nadie lo esperaría de él, algo inmaduro pero al mismo tiempo imparable. Sabía que si no decía nada, algún día todo le jugaría en contra, la depresión es silenciosa, nunca se sabe a quién ataca si la sabes disimular.


Tal como Bosip.


Toques en su puerta lo interrumpieron, se quitó las lágrimas con la camisa que suele traer siempre puesta —que le quedaba algo holgada, más que antes— y se levantó, al girar la manija de la puerta, se chocó sin querer con Amor.


El nombredo iba a hablar, pero observó a su contrario con atención, y demostró un gesto de preocupacion.

— ¿Te encuentras bien?


El de ropa rasgada negó con la cabeza, y abrazó al de audifonos.

— El amor apesta, nunca te enamores.


Aquello preocupó levemente al de flecos azules, pero entendió los sentimientos del contrario y volvio a hablar, con aquél tono de inocencia que todos aman.

— Vamos, bajemos a la cocina, la comida está lista.


Como esperaba, su voz animó levemente al de audifonos, quien se apartó y comenzó a caminar hacia las escaleras. Una vez en la primera planta, quitó su expresión seria a una de gracia y sarcasmo, la misma de siempre.


Intentó subir sus ánimos.


Confiaba en Amor, y mucho, pero no quería arriesgarse, era mejor amigo de Bob, pensaba que aún así podría traicionarle, y salir lastimado. Así que simplemente hacía como si nada, él lo había visto triste en variadas ocasiones pero la razón la decia indirectamente.


Se sentó en la silla de madera, al otro lado de la mesa donde se encontraba el peli-azul, y no le dirigió la mirada, en ningún momento, aquello le pareció extraño a el de sudadera amarilla, normalmente, ya estarían lanzándose mierda, o al menos ya se estarían golpeando las piernas bajo la mesa, pero nada de eso sucedió, de hecho, el más alto, se demostró bastante sumiso y callado.


Aún así, no le dió importancia, él no le importaba, y nunca lo haría. Sólo era un comportamiento extraño, nada más.


Y es que no podía hacer nada, él odiaba a Bosip, cada centímetro de él, algo irremediable.


La comida trancurrió normal, bromas entre los dos chicos, uno extrañado y el otro un poco preocupado por el tercero, quien parecía ausente ese día.

Aún así, lo dejaron pasar. Luego, cada uno dejó los platos y cubiertos en el lavavajillas, y se retiró a su respectivo cuarto.


Un día normal, al parecer.


Esa tarde se escuchó la PC de el de audifonos encenderse, y la risa de Bob junto a él, que se encontraban jugando videojuegos. Bosip no participó en nada, simplemente se quedó mirando el techo toda la tarde, hasta que oscureció. Sin darse cuenta, se había quedado dormido.


La puerta estaba abierta, así que entró y habló.

— Hey, pedimos pizza, ¿Bajas?

— Gracias Amor, pero no tengo hambre — se giró nuevamente hacia la pared, acomodándose para probablemente seguir durmiendo.


El de flecos azules solo suspiró, y salió de la habitación, dejando la puerta levemente abierta.


Tal vez, el de ropas rasgadas ya no resistiría más todo lo que guardaba desde hace muchos años, tal vez, estaba siendo demasiado obvio.



"Una cortada"

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