Una carta por Navidad

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— ¿Qué te parece este? — señalaba un osito con gorrito navideño.

— No lo creo, demasiado obvio — contesta mientras lo regresaba en su lugar.

— Hemos recorrido todas las tiendas de la zona, nada parece gustarte.

— Eso no es verdad, aún hay muchas tiendas, además me han gustado muchas cosas, que no me haya alcanzado para comprarlas es otra cosa.

— Claro, porque en nuestro presupuesto no entra un auto — agrego de mala gana.

— Vamos Ari, ¿Dónde está tu espíritu navideño?

— Lo perdí 6 tiendas atrás.

— Oh vaya...

— Si nos tardamos más, nos agarrara la noche, y eso no me parece muy navideño.

— Una tienda más, y ya.

— De todos modos no tengo otra opción — termino de decir mientras era arrastrada a una pequeña tienda, era acogedora y muy tradicional.

Comenzó de una manera muy simple, pero las mejores cosas ocurren de manera sencilla, ¿No lo crees?, tomando fotos de aquí para allá, mientras paseaba por la ciudad que tanto me gusta. Recuerdo que me dirigía a mi trabajo, en un lindo café, no muy lejos de donde estaba.

— ¿Qué te parece este? — dijo con una sonrisa mientras enseñaba lo que había encontrado.

— ¿Ese? — pregunto ofendida — Es un osito con gorrito navideño, Un osito, Con gorrito navideño — grito.

— Considero que es perfecto, representa mucho — agrego sonriente.

— Es igual a todos los ositos que hemos estado viendo en cientos de tiendas.

— No, este es especial.

— Pero... Sabes que, cómpralo y vámonos.

— Claro.

La cafetería era muy bonita, como una clásica cafetería en la ciudad, pienso que es por eso que en las fotos se ve tan bien, y claramente tú la hacías ver mejor.

— Rápido tomemos un taxi.

— Voy, voy — añadió mientras corría detrás de ella.

— Sube — entonces entraron al vehículo — Señor nos puede llevar al gran árbol de Navidad, por favor.

— Claro — contesto el amable conductor y los llevo hasta ese lugar.

— ¿El árbol?, No que ya nos íbamos para la casa — hablo confusa.

— Ya te acompañé todo tu viaje, ahora te toca.

— Bien, solo preguntaba.

El camino fue corto, hasta que llegaron al centro de la ciudad, dónde un árbol gigante los esperaba.

— Es hermoso — agrego Anne.

— Lo es, he venido aquí todos los años, me recuerda a mi infancia y a toda la época navideña — dijo sonriendo — ¿Y tú?

— No suelo pasar mucho por aquí, no vengo a esta ciudad seguido, y pues menos a un árbol de Navidad gigante.

— Claro — suspiro admirándolo — Bien eso es todo, vámonos.

— Pasaremos a comprar algo, no quiero llegar con las manos vacías.

— No te preocupes, no te diremos nada.

— No es eso, solamente que no acostumbro llegar sin algún presente, solo pasemos a una panadería, anda.

La brisa era suave, pero lo suficientemente notoria para que despeinara mis cabellos, si no hubiera sido por eso, no hubiera tenido tanta vergüenza.

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