El peso de tus palabras

803 53 18
                                    

Hace poco vi "Los Sustos Ocultos de Frankelda" a través de HBO+ y me enamoré, ¡incluso tuve el placer de entrevistar a sus creadores, los hermanos Vono y Roy Ambriz!

Y, por supuesto, con ese final de temporada tan cardíaco, me inspiré para ponerme en los zapatos de Frankelda y escribir algo pequeñito. Probablemente todo quede aquí, puesto que estoy ansiosa por ver qué nos tienen preparado para la segunda temporada. 

Sin más qué decir, ¡disfruten!

No había pasado mucho desde que vimos a Frankelda y Herneval. Aún así, habíamos decidido esperar un poco antes de volver a la mansión después del fallido intento de escape.

Finalmente habíamos reunido el valor para volver a ver a esta singular pareja y buscar la forma de ayudarlos, pero nos topamos con una terrible realidad.

Ya no podíamos acceder al estudio desde la ventana, probablemente Procustes había bloqueado nuestro acceso en sus últimos segundos de consciencia. Rodeamos la mansión buscando alguna entrada, pues incluso la puerta principal estaba cerrada y nos fue imposible abrirla.

Pero no nos rendimos y, finalmente, encontramos una puerta en la parte trasera que nos permitió entrar. Para nuestra suerte, no tardamos en encontrar a Frankelda.

La escritora flotaba errática de un lugar a otro, quitando cuadros de sustos que nunca habíamos visto y gruñendo de frustración cuando, al retirar cada uno, sólo se topaba con una pared sólida tapizada con un desgastado tapiz verde.

-¿Eh? ¡Hola! ¿Qué hacen aquí? ¿Cómo consiguieron entrar?- Frankelda se había dado cuenta de nuestra presencia y flotó alegre hacia nosotros.

Nos alivió ver que aún conservaba su sonrisa, pero de algún modo que no podíamos explicar (dado que ella no tiene un cuerpo físico) se veía agotada.

-¡Me alegra tanto que volvieran! No sé cuánto tiempo llevo buscando la puerta al estudio, ¡ese maldito Procustes debe haber convertido el interior de la mansión en un laberinto!- de un momento a otro, y con justa razón, el rostro de Frankelda se oscureció y ella misma nos dio la espalda, volviendo a flotar de un lado a otro retirando los cuadros.

Inspeccionamos el lugar un poco más a fondo mientras caminábamos detrás de Frankelda. El sitio era oscuro, siendo apenas iluminado por lámparas que brillaban con una tétrica luz azul. Había telarañas por todos lados y el suelo crujía a cada paso nuestro.

Conforme avanzaba, Frankelda dejaba un rastro de cuadros en el suelo, y no pudimos evitar notar que, aunque retrataban a sustos diferentes, tenían cierto aire familiar.

-¡Oh! No se preocupen por estas cosas viejas. Son los retratos de los pesadilleros reales que me precedieron. Los estoy quitando porque Herneval me dijo una vez que varios de ellos escondían pasadizos secretos que te llevan a cualquier parte de la mansión, ¡pero no hay ninguna puerta detrás de estos cuadros!- exclamó con frustración Frankelda arrojando al suelo el cuadro de un susto con apariencia de lobo que se hizo añicos al instante.

La escritora bufó enojada y su rostro se deformó en una horrible mueca, claramente perdería la paciencia muy pronto; pero para nuestra suerte, respiró profundo y su rostro volvió a la normalidad.

-No sería la primera vez que Herneval me miente, ¿saben? Hace 150 años dijo que si lo acompañaba, me convertiría en la más famosa escritora de terror. Y, si bien sé que no quería que las cosas terminaran así y yo no lo culpo de lo que pasó; probablemente si hubiera sido más sincero y menos egoísta, estaríamos juntos, no en esta mansión y lejos de...-

Parecía que Frankelda se había olvidado de nosotros por un momento, pero un rápido vistazo le ayudó a recordar que no estaba sola.

-¿Quieren conocer un ejemplo más claro de por qué las mentiras nunca le hacen ningún bien a nadie? Va a ser un poco raro contarles esta historia sin Herneval, pero creo que nos vendría bien un descanso. Así que, haré mi mejor esfuerzo.- y con esa sugerencia que nos llenó de emoción, Frankelda comenzó su historia:

El peso de tus palabrasWhere stories live. Discover now