IRLANDA-MANHATTAN/luca

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Huir. Huir. Huir. Es lo único en lo que he estado pensando desde que todos los problemas acudían a mi. Se me presentó la oportunidad de irme de intercambio y sin pensarmelo dos veces acepté, era mi oportunidad de escaparme de aquello en lo que no podía ser yo mismo.

Son las nueve de la mañana y el vuelo sale en 20 minutos. Esta noche he dormido fatal, ya que me tiré hasta las tantas imaginándome mi nueva vida. Estoy cansado y sin energía, como si me hubiesen metido miles de ladrillos en la mochila. En la cafetería me pido un café y un par de tostadas. Este lugar me resulta precioso, nada más entrar lo primero que veo son dos grandes ventanales con vistas al cielo, varias mesas de vidrio y una gran barra de mármol blanco en una esquina de la cafetería. Me siento en la mesa más próxima a los ventanales y en un abrir y cerrar de ojos ya tengo mi desayuno en frente. Le doy un mordisco a la tostada, tiene un toque salado que me encanta. Cuando la termino le doy un trago al café. Pero madre mía ¡qué asco!, tiene un sabor tan fuerte que me despierta hasta las entrañas. Este café me da náuseas y me hace fruncir la nariz, así que finalmente me decido por dejarlo a un lado, aunque no me gusta desperdiciar comida, pero es que ese sabor es superior a mis fuerzas.
Doy un respingo. Quedan 5 minutos para que el avión despegue. Cojo las maletas y salgo disparado a la puerta de embarque. Me tropiezo cada dos por tres. Estoy agitado. Mi respiración sube y baja como una montaña rusa. Mientras corro, la gente se me queda mirando como si estuviesen viendo a un loco. No les culpo, yo haría lo mismo. Estoy agotado, pero esta vez no se me pasa por la cabeza tomarme ni una sola gota de café. De las grandes zancadas que doy me siento como un gigante. Los ojos se me abren al encontrar mi avión. Me quedo paralizado, son las 9:18. Así que corro como si la vida fuese en ello.

Lo he conseguido. Ya estoy subido en el avión, pues supongo que la carrera que he hecho ha merecido la pena. Estoy en última fila, pero cabe destacar que me ha tocado sentarme al lado de la ventanilla, esto me llena de alegría. Desde siempre me ha encantado ver el cielo, sobre todo si es de noche y las estrellas y la luna relucen a más no poder.
Desgraciadamente ahora mismo es de día, así que me pongo unos auriculares y me tapo con una manta que nos han dado a todos los pasajeros del vuelo. Intento conciliar el sueño, pero soy incapaz de dormir cuando mi cabeza solo piensa en mi nuevo instituto, mi nueva familia o si seré capaz de sobrevivir en otro lugar que no fuese el centro de acogida Blashik.

Llevo dos horas de viaje y todavía me quedan seis horas más. Esto se me está haciendo insoportable y eterno. Estoy helado de frío y mi pantalla para ver películas no funciona correctamente. Así que me pongo de nuevo los auriculares y pongo música en mi móvil, al cuál solo le queda un 10% de batería. Al instante suena mi canción favorita "North" de Sleeping at Last, es tanta la emoción que me inunda al escucharla que me pongo a cantarla con una sonrisa en la cara a pesar de que me transmita añoranza y paz. Mi voz todavía está ronca desde que me levanté y mis ojos todavía tienen legañas, pero no me importa. Sigo cantando como si estuviera sumergido en una burbuja. De repente estoy emocionado. Impaciente porque el vuelo llegue a su fin y poder respirar aire fresco. Todavía tengo una sonrisa de atontado cuando giro la cabeza y encuentro a mi compañero de vuelo mirándome extrañado, nuestras miradas se encuentran.
Creo que es de origen asiático por sus ojos rasgados. El cabello oscuro despeinado cae sobre su frente tapando parte de sus ojos. Me resulta gracioso el hecho de que me haya pillado in fraganti cantando. Parece simpático cuando me sonríe y explota en carcajadas.
—Bonita voz —consigue decir tras relajarse.
—¿Gracias? —contesto tímido sin saber si lo ha dicho con ironía.
—Por cierto me llamo Haiden. ¿Y tú? — dice con una humilde sonrisa.
—Encantado, yo soy Luca — río cuando recuerdo lo que acaba de suceder.
—¿Alguna vez te han dicho que cantas bien? —añade sorprendido.
—Pues la verdad es que nunca nadie antes había tenido la oportunidad de escuchar mi maravillosa voz —canturreo entre carcajadas.
—Pero toco el piano desde los 9 años —añado susurrando acercándome a él.
—Guay. Yo toco la guitarra —responde entre susurros con una sonrisa, cada vez que sonríe sus ojos se esconden un poco más.
—¿La guitarra? Muy típico —alzo la voz con tono burlón.
—Si. De hecho aunque creas que no, me ayudó a la hora de expresarme. No hace mucho hablar conmigo era tan aburrido que te podrías quedar dormido, pues solo salían monosílabos de mi boca. —balbucea mientras noto un brillo en sus ojos.
—De ese modo, tendré que escucharte tocar la guitarra. No es justo que me hayas escuchado cantar y yo no reciba nada a cambio. —digo aguantándome la risa mientras lo miro con ojos de cordero.
—Eso no lo dudes amigo mío. —accede.

Las horas junto a Haiden se pasan volando. Me gusta hablar con él, es ese tipo de persona que te transmite paz y puedes hablar de cualquier cosa. En menos de 7 horas me he abierto más con él que con nadie. Durante el viaje no hemos parado de charlotear ni un segundo, incluso las dos señoras que teníamos delante nos mandaron callar un par de veces.
Haiden me ha contado que ha tomado este vuelo para visitar a su familia por parte de padre.
Haiden ha sido como encontrar la pieza que me faltaba, así que hemos jurado volver a vernos para ir poniéndole al día de mi nueva vida. La azafata anuncia a los pasajeros que el vuelo ha llegado a su fin. De repente se me revuelve el estómago al acordarme que me encontraré con mi familia de acogida. Me despido de Haiden con un abrazo y me dirijo con paso lento a la salida. Tengo el pulso acelerado y me falta el aire, pero intento tranquilizarme.

A lo lejos consigo distinguir a tres personas sosteniendo en alto un cartel que pone "Bienvenido Luca", alrededor lo han decorado con estrellas y corazones. Es infantil pero me encanta. Voy hacia allá con paso ligero mientras ellos se acercan. Con una enorme sonrisa en los labios se presentan.
—Hola, yo soy Holly. Y seré tu madre durante este periodo, me tienes para lo que sea —dice. Nada más verla me hace recordar a las típicas madres americanas que le consienten todo a sus hijos malcriados, pero ese pensamiento se desvanece cuando me da un cálido abrazo.
—Encantado de conocerte Luca. Me llamo Freddie y seré como un padre para ti. Seguro que nos lo pasamos genial juntos chaval. —expresa mientras me da un empujoncito en la espalda.
Me dirijo hacia la chica. Se queda un instante mirándome fijamente sin saber qué decir. Como si algo en su cerebro no hiciera click.
—Soy Lyra. Bienvenido a Manhattan. —consigue decir con dificultad mientras toca con nerviosismo su colgante que parece ser de piedra luna. Lo cual se lleva toda mi atención.
Lyra... —pienso. Según mis conocimientos este nombre procede de la mitología griega, puesto que era el instrumento que Orfeo utilizaba para realizar la más hermosa música.
—¡Venga hija, muestra un poco de simpatía a nuestro nuevo inquilino! —exclama Freddie mientras alza las cejas.
Nuestras miradas se encuentran de nuevo. Le sonrío para que no se sienta tan incómoda y a continuación me da un suave abrazo. No sé cómo describirlo pero ha sido electrizante. ¿Lleno de energía? —dudo.
Se separa de mí y la observo sin despegar los ojos de ella. Como si fuese un imán. Me gusta su estilo. Lleva una camiseta vistosa que parece customizada con manchas de pintura; unos vaqueros holgados deshilachados acompañados con un cinturón sencillo; y unos deportivos blancos impecables. La moda no es mi punto fuerte pero me gusta cuando los demás la utilizan para expresarse. Gracias a eso puedo percibir que a Lyra puede que le guste el arte. Creo que me llevaría bien con ella, pero sin embargo hay algo que no me cuadra. Parece misteriosa. Quiero saber más de ella. Necesito saber más de ella.. Miles de preguntas se almacenan en mi cabeza intentando buscar una respuesta.
Sus ojos color miel y su largo cabello castaño me recuerdan al otoño mientras que las pecas que se posan sobre su nariz parecen copos de nieve que han adquirido un suave tono anaranjado...

—Es hora de ir a casa y enseñarte tu nuevo hogar en esta maravillosa ciudad. —comunica Holly emocionada interrumpiendo mis pensamientos. Pues me acabo de dar cuenta que todo este tiempo he estado mirando sin siquiera pestañear a Lyra. No me quiero ni imaginar como debe de sentirse.
—Por supuesto. —digo sin estar muy convencido en mi interior.

Estamos fuera del aeropuerto y estoy literalmente congelado. Ando con paso ligero para entrar en calor y llegar al coche cuanto antes, aunque con todas las maletas se me dificulta. Tengo frío, sueño y ni siquiera sé dónde estoy. Noto una mano fría. Lyra me ha arrebatado de las manos mi maleta.
—Un poco de ayuda nunca viene mal. —articula mientras se aleja a toda prisa hacia el coche. Parece una niña pequeña corriendo. Supongo que también tendrá frío así que sin más remedio le sigo.

ASTROLABIO busquemos estrellasWhere stories live. Discover now