Mi corazón y el tuyo Dos voces en murmullos Tiempos confusos Difusos destellos Me escuchas, te escucho Y en silencio te espero
Me arrullas y duermo Y de la nada viene a mi un deseo
Tus pasos y los míos Me llevas al desvelo Me abrazas y suspiras Te miro y me miras
Ojos de amor Ojos de anhelo Palabras de aliento Palabras de consuelo
Te abrazo y todo se calma Y ante la inminente llegada alba Se acarician nuestras almas
Takemichi Hanagaki Un proposito
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—Tres, dos, uno... ¡Feliz año nuevo!
Gritos de emoción se escuchaban por todo el lugar, gente dando abrazos y deseándose felicidad, abrumador pero cálido, todo un lió para Takemichi quien apenas podía darse abasto abrazando a cada miembro de la Toman que se le cruzaba en frente, Mikey y Draken no lo querían soltar mientras le decían lo mucho que lo apreciaban, se sentía halagado pero al mismo tiempo asfixiado.
—¡Ayuda!— gritaba en su mente porque obviamente no lo gritaría en voz alta.
Entre tanto alboroto sintió que alguien lo tomó del brazo y lo jalaba entre la multitud con delicadeza pero con agarre firme, al principio lo desconcertó hasta que reconoció aquella pálida mano que le rodeaba la muñeca, su tacto le era inconfundible.
—¿Estás bien compañero?— pregunto Chifuyu una vez se alejaron de todo el ajetreo de gente festejando la llegada de un nuevo año con toda su energía.
—Si, gracias Chifuyu, no tienes idea de lo aliviado que estoy de no haber muerto de asfixia— ¿Dramatizaba? Si, pero no era nada nuevo para aquellos rubios la ya conocida exageración de Takemichi.
—Lo se, una locura, ni siquiera me dejaron abrazarte y desearte feliz año como se debe.
Juraría que podía ver al chico sacando humo de las orejas por aquella queja, era verdad, el primero en abrazarlo fue Mikey, seguido de Draken, quienes ya no lo soltaron más que para dejarlo abrazar a sus otros amigos como Mitsuya y Hakkai pero siempre incluyéndose en aquel amistoso abrazo.
—Ah si, esos dos tienen energía que da miedo... — ¿Debía abrazarlo ahora que estaban lejos y ya nadie los interrumpirá? Quizá.
—Ven, vamos.
—¿Eh?— no le dio tiempo a reaccionar cuando de nuevo su muñeca se vio rodeada de aquellos fríos dedos, tirando de él con paciencia para ir al estacionamiento y subirse a la moto de Chifuyu.