38. Honne me dijo que me ama *llora*

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Mar.

—Tenemos que salir de aquí —di vuelta su silla—, no te asustes, cálmate, hay seguridad abajo —mentí—. no pasa nada.

—Espero no entren, son grandes te van a pisar.

—¡Honne no es momento de bromas! —entré apresurada al ascensor—, voy a llamar a...

—¡Cuidado! —frené de golpe, se atajó a la silla para no salir volando—, casi atropellas a una niña, Mar.

Levanté la mirada, la niña de la azotea se encontraba ahora con un tubo conectado a su mano, una enfermara la ayudaba a moverse a través del pasillo cargando la bolsita de suero. Se notaba que le dolía, pero evitó hacer una mueca cuando nos vio, se esforzó en sonreírnos y sus ojos cafés le brillaron.

—¡Honne, no te moriste! Gracias a Dios.

—Hola chiquita —se inclinó—, mira Mar, su ropa dice Astros, qué linda. Es casi de tu estatura.

—Estamos huyendo amor —suspiré—, perdón por molestarte...

—Ana.

—Gracias por todo Ana, nos tenemos que ir aunque no sé a dónde —estiré el cuello para ver el mapa colgado en la pared—. a un sitio difícil de acceder —la enferma nos miró raro—, déjame tu usuario, te enviaré Merch.

—Pueden venir con nosotras si... —bajó su mano a su bolsillo, asentí sin pensarlo—, nuestras salas tienen máxima seguridad, abajo se intentan encargar de la gente. Aunque dudo que se vayan pronto, ya llamaron a las autoridades porque están perturbando a recepción.

—Vamos con ustedes, muchas gracias.

El barullo, los gritos se intensificaron, saqué los auriculares con orejitas diablo para ponérselo a Honne, sus dedos se deslizaron a mis álbumes recientes, mi corazón recuperó su calor. Ella jamás sabría lo mucho que la quiero, no puede leer mente, pero daría lo que sea por mi mujer, incluso mi vida.

Por fortuna, ese incidente fue el último que tuvimos. No podíamos construir nuestro castillo de romance bajo mentiras o sin saber todo de la otra, entrelazó nuestros dedos con mi mano libre, acarició el inicio de mi anular.

¿Era eso una indirecta? ¿Cuántos meses llevamos para que no sepa que no capto nada?

Nos dejó a solas unos minutos con la niña, me di cuenta que un niño muy pequeño se encontraba sentado a su lado pegado a la esquina mostrándole sus juguetes. Él traía uno de los peluches de hada con cabello azul de algodón que se hicieron populares desde el inicio, si mi corazón ya estaba blando, lo tenían cual gelatina en sus manos siendo tan felices en un hospital solo con cosas referentes a mí.

No sentí merecerme ser su confort, hice tantas cosas mal...

Me gustan mucho los niños.

—Bebé, ¿No estás cansada?

Me gusta mucho Honne.

—Hay una silla allá, la voy a traer.

—Ah, yo decía para que te sientes en mi cara.

—Sí era cierto Milo, sí es así —susurró Ana—, no vayas a decir reírte ¿Ya viste que Astrohada sí es enana? Qué mona.

Me gustan mis fans, me gusta esto. Si mi trabajo, las noches sin dormir y tanto esfuerzo le daba un gramo de felicidad a ellos, entonces amo esto.

Arrastré el asiento a su lado, nos quedamos hablando entre nosotros, ante la verdad del contrato tuvieron muchas dudas que respondimos por una hora, nos enteramos que el niño es su hermanito. Es de libra, le dije que los dejaría de odiar por él.

Si ellos supieranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora