Capítulo 1 - La llegada

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Era un día normal en el pueblo de Encanto; aquel pueblo lleno de vida y color rodeados de colinas y cordilleras que contenían una frondosa flora; que tenía aquel precioso río fluyente de aguas tan cristalinas y puras a su par; pueblo en el cual la música era presente en las esquinas acompañando a los pueblerinos que trabajaban en las calles de forma comunal ayudándose los unos a los otros. Niños corrían por la plaza, los burros comían mientras esperaban la carga de sus dueños. 

Pero aún así, este pueblo no era como ningún otro; este pueblo tenía algo especial, algo mágico, una bendición. Un milagro.

En esta tierra residía una familia, que gracias a esta es que existía este lugar, muy diferente a las otras. La mayoría de los integrantes de este linaje tenían una habilidad que los hacía únicos por encima de cada persona, eso era lo que pensaban los habitantes. Dos generaciones de prole con dones que nadie se podría imaginar que existen, mantenidas por una matriarca ya mayor que guardaba por ellos. Este conjunto se dedicaba a ayudar a su gente con aquellos talentos que les habían obsequiado.

Los tres jóvenes trillizos, pero los mayores con poderes; Bruno, aquel que vaticinaba; Julieta, aquella que con sus manos preparaba platillos terapéuticos que sanaban al instante a cualquiera que los ingiriera; y Pepa, la que tenía poder sobre el tiempo meteorológico. De las dos señoras nacieron tres y dos hijos contemporáneos respectivamente, de Julieta salieron Isabela, radiante con el poder de hacer brotar la flora por todo el lugar; Luisa, que con tan solo 7 años ya tenía la fuerza de cuatro hombres, y la pequeña Mirabel, quien no había recibido un don por su corta edad. Por otro lado, la de pelo rojizo tenía una parejita; Dolores, con audición amplificada y Camilo, que con sus nuevos 5 años había dejado de estar en la misma situación que Mirabel siendo un metamorfo que podía perfectamente mimetizarse entre los demás.

Todos ayudaban de manera diferente, sin embargo las jóvenes bendecidas aún estaban practicando para mejorar sus habilidades.

Gracias a la casa que tenían, la cual tenía vida y emociones, era consciente de todo lo que ocurría en sus paredes; Luisa podía entrenar de manera optima y cómoda. La pequeña de cuerpo robusto pero suave cada vez se superaba más a sí misma con los ejercicios que su hogar le aportaba, corriendo en una caminadora de azulejos y levantando el peso de los muebles que adornaban el solar con la supervisión de su alto y delgado padre quien tropezaba con el suelo; Isabela por su parte se movía con gracia, hacía crecer pequeñas lianas y flores con una sonrisa presumida para luego empezar a hacer distintos arreglos florales con formas específicas. Poco a poco iba dominando cada vez más, deshaciéndose de ramas sin color y de pétalos desaliñados. Su abuela no hacía más que aplaudir ante su acto; por otro lado estaba la niña de ojos bien abiertos, grandes y redondos, siempre atenta de su al rededor queriéndolo o no. El poder escuchar absolutamente todo la hacía no saber como sentirse, intentaba con todas sus fuerzas pero a su vez una cara perfecta apagar su audición, no fue hasta que se dio cuenta de que algo más allá del pueblo sucedía. La pequeña Dolores volteó rápidamente a ver hacia la cordillera, poco a poco escuchaba más pasos tras de esta, y mucho movimiento, movimiento que no parecía natural. Árboles, rocas, tierra, todo sonaba más de lo común; agua en la dirección opuesta a la que estaba el río, resquebrajamiento. Dolores fue corriendo hacia su padre, quien estaba a pocos metros de ella acompañándola y dándole ánimos, para empezar a jalar su camisa y alertarlo.

—¿Qué pasa mijita?– Preguntó su padre, Félix, con un tono de voz más bajo de lo normal.

Dolores abrazó rápidamente a su padre aferrándose a él y empezó a señalar hacia las colinas que se encontraban tras su casa. En sus oídos retumbaba el sonido de armas cargando, más nunca disparando. Aunque ella no entendiese lo que era ese sonido, no le gustaba para nada. Empezó a escuchar muchos gritos, de todos los tonos, personas de todas las edades llorando, respiraciones agitadas y cada vez más pasos acercándose.

COLOR CHANGING [Camilo Madrigal x tú]Where stories live. Discover now