Capítulo I. Desencuentro

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Estoy segura de que nuestra llama aún no se había apagado. Cada vez que me lo encuentro por la calle o miro sus fotos, me autoconvenzo de que lo nuestro podría haber salido bien. Me gusta mirar atrás y recordar cómo se preocupó por mi cuando yo estaba en una de las peores etapas de mi vida, cómo me confiaba su secretos, que yo guardaba como si se trataran de un delito, y el más mínimo detalle de preguntarme ¿quién soy?, mientras me tapaba los ojos con sus cálidas manos. Estas cosas son lo que me da vida y esperanza. Pero esta chispa empezó un viernes de febrero, en el que yo venía de mi clase de alemán y no muy lejos de mi casa me lo encontré, ahí estaba él. Me miró fijamente y me dijo con con tono desinteresado si quería quedar con él. En ese momento y sin pensármelo dos veces, le dije que sí, pero que antes tenía que ir a mi casa para cambiarme, ya que eran las siete y aún llevaba el uniforme del colegio. Recuerdo lo emocionada que estaba que ni yo misma lo creía. En fin, cuando llegué a su portal, me estaba esperando apoyado en la farola que hay enfrente de su puerta y yo puse la cara de "no sé que cara hacer" cuando has quedado con alguien y os miráis fijamente, mientras la distancia se va reduciendo. De ese día no recuerdo mucho más, solo que de vuelta a casa lo pensé y dije: esto no puede estar pasando. Había empezado a sentir cosas por él, cosa que no debería pasar porque yo simplemente era la amiga de el típico chaval de los libros que tiene a todas detrás, aunque un poquito diferente. A él le gustaba una chica y yo era feliz escuchándole mientras me contaba ilusionado las promesas que le hacía, a ella. Pero en su caso, no era correspondido. Entonces, ¿qué se supone que debía hacer con un chico menor que yo al cual le gustaba otra y yo era solo una de sus muchas amigas? El hecho de que fuera casi dos años más pequeño casi no influyó en lo que sentía por él, a pesar de lo que dijeran los estereotipos. Normalmente, las chicas preferimos a chicos más mayores por su madurez pero él, joder, él era muy maduro para su edad. Y lo que es más, en no pocas ocasiones me enseñaba cosas del mundo real que ni yo estaba cerca de vivir. No fue hasta pasadas unas semanas que tuve que aceptar lo que sentía, porque lo empezaba a necesitar casualmente para "un cargador", "un mechero" (todavía no sé por qué, dado que yo no fumaba) y mil cosas más que obviamente no eran de vida o muerte. Además, hablaba con él casi cada noche y me iba a dormir con un buen sabor de boca, pensando en en él, otra vez. Él, él y él. Por mi lado, yo no pensaba hacer nada porque a parte de no querer estropear aquella amistad que teníamos, era mi pequeño gran secreto, de esos que solo cuentas a tu perro, cosa que yo no tenía y por tanto, no se lo conté a nadie. Fueron pasando los meses, y yo era amiga de su exnovia, que tenía una nueva pareja, Nico. Pero mi amiga Carla seguía enamorada del chico misterioso del que tanto he hablado hasta ahora, Javi.

No recuerdo cuando lo conocí, seguramente gracias a Carla. Ella y yo no éramos amigas íntimas, pero nos contábamos muchas cosas. Un curso antes, todos los lunes y miércoles después del colegio, íbamos al club de estudio de nuestra escuela, en una especie de local en otra zona de la ciudad. Seguía un horario muy estricto, por lo que siempre empezábamos a las seis en punto. Las clases terminaban a las cinco de la tarde, con lo que siempre llegábamos muy temprano y nos íbamos a dar una vuelta por el barrio mientras merendábamos, aunque después siempre llegábamos tarde al estudio. Así pues, en aquellos ratos libres que teníamos antes de estudiar, siempre le contaba mis pequeñas batallas contra mí misma mientras ella me hablaba de Javi cada vez que discutía con él. Supongo que por eso empezó cayéndome mal.

El verano pasó y para mí seguía siendo casi un desconocido. Pero cuando empezó el nuevo curso, fue cuando nos conocimos de verdad, hablando en los patios de la escuela y a través de las redes sociales. Ahí fue cuando me di cuenta de que se parecía mucho a mí. Cada vez hablábamos más frecuente, recuerdo que me hablaba de sus ligues y teníamos algunas bromas juntos. Se mostraba una persona muy leal y supongo que esa lealtad, esa filosofía de vida, es lo que nos unía. Era como un hermano pequeño cuando lo conocí, hasta ese día de febrero que por gracia o por desgracia decidimos vernos fuera del ambiente escolar, algo nuevo para ambos. Esa tarde fue el punto de inflexión en el que verlo cada día en el colegio pasó de ser algo bueno a ser un obstáculo. Era todo un reto verlo cada día y no pasar las clases pensando en nuestra bonita amistad, calculando mil y una maneras de no estropearla. Con los meses empecé a lidiar con el hecho de verlo diariamente y ese mismo año, no sólo seguía siendo amiga de Carla, sino que también me hice amiga de Nico. Qué buen chaval, Nico. Era todo lo que Carla podría desear y más, fue una pena que ella no lo valorara como se merecía. Al fin y al cabo, aunque mi estado anímico a veces dependía mucho de mi relación con Javi, yo era muy feliz con mis amigos y el nuevo grupito que había formado fuera del colegio. Estaba en mi máximo esplendor, en mi año de oro.

Año y medio más tarde, Javi se había vuelto un desconocido. No nos dirigíamos la mirada, y eso que no habíamos discutido. La gente se vuelve fría con el tiempo, supongo. Yo no había querido poner de mi parte porque él había vuelto con Carla y yo preferí centrarme en mis asuntos. Pero empezado setiembre, me volvió a escribir. Después de todo un curso lleno de oscuridad y nostalgia, yo había empezado a ver la luz del final del túnel y me sentía realmente feliz. Hasta pongo mi mano en el fuego para decir que en esa etapa había llegado a un estado de bienestar diez veces más alto que cuando lo conocí. Todo iba perfecto y cuando volvió a mostrarme su interés, pareció que nada podría ir a mejor. Exacto, nada podía ir a mejor, pero sí a peor. Como su cumpleaños era en octubre, la noche antes de ese día decidí darle una carta, escrita con todo mi corazón. Le conté lo feliz que me hacía escucharlo hablar de sus metas y lo mucho que lo veía reflejado en mí. Todo fue bien hasta un par de semanas más tarde o tres, cuando me percaté de que yo estaba dando más por él que él por mí. Javi no me mostraba sus sentimientos y a medida que iban pasando los días todo iba a menos. Yo cada vez me desesperaba más porque no entendía lo que éramos. Hasta que exploté, había dado todo de mí y me estaba consumiendo por dentro, así que vi claro que lo mejor era tratarnos como desconocidos. Su reacción me hizo pensar que nunca lo había visto tan arrepentido conmigo. No pocas veces, lo he vuelto a abrir para saber qué tal le va la vida, pero no ha vuelto a ser lo mismo. Su desinterés ha hecho que me canse de intentarlo, cosa que ni yo me creo porque nunca me rindo y mucho menos pierdo la esperanza.

Ahora que giro la vista atrás puedo decir que fui muy tonta al ilusionarme tanto, que eran imaginaciones mías. Yo solo fui una amiga más, porque nunca he llegado a formar parte de su corazón de ninguna manera especial. Y la verdad es que me da mucha impotencia el no poder hacer nada para bajarle ese orgullo que tanto le subí, con cada mensaje, con cada detalle de atención. Y ahora, cada vez que lo miro, veo a una parte de mi pasado, un poco más alta, con gorra y una mirada más fría. He terminado por odiar en lo que se ha convertido, o casi. O a lo mejor siempre ha sido así y ahora me doy cuenta, quién sabe, creo que es algo que nunca sabré. No negaré que ha sido extremadamente difícil poder lidiar con ello, no por olvidarlo, sino aceptar que realmente no le importaba casi nada. Al principio quise vengarme y que viera que es otra decepción más, convertirme en alguien mejor y ser mucho más bonita. Pero luego me di cuenta que no debía cambiar por él, sino por mí. Quiera o no, cuando volvió después de tanto tiempo, me jodió la vida de la forma más bella que podía hacerse. Y afrontar la realidad además de sacar buenas notas, no hacer caso a los demás capullos que te infravaloran y tener una buena relación con mi familia, me costó otro año y medio. Necesité un giro de ciento-ochenta grados para darme cuenta que el cambio que necesitaba estaba dentro de mí, y no en el estilo de vida y las apariencias.

Son las ocho de la mañana y estoy en época de exámenes en la universidad. Me sobra un poco de tiempo para tomarme un zumo de naranja antes de vestirme. Como hoy tengo examen de Estadística, ayer, domingo por la noche, decidí irme a dormir temprano para poder madrugar y repasar algunas fórmulas. Cojo el móvil y decido mirarlo a ver si mi amiga Victoria me ha confirmado si vendrá esta tarde para dejarme su libro de Biología y de paso, estudiar un poco. No es hasta este instante que desactivo el modo avión, porque no me gusta despertarme y ponerme al día, así que siempre suelo hacerlo en el bus de camino a Barcelona o cuando tengo un tiempo en casa, como hoy. La verdad es que con las prisas, la mayoría de veces opto por la primera opción. Y de repente veo una llamada de Javi, sin más. Acto seguido, decido ponerme el modo aleatorio en Spotify y me voy a la ducha. Así empieza mi día, pensando todo el rato en el autobús por qué habrá decidido llamarme. Al bajarme del bus contemplo la ciudad en marcha y me doy cuenta de que Javi ya no forma parte de mi vida ni lo va a hacer, así que mi mejor alternativa es centrarme en el examen y tomo rumbo hacia la universidad. Al volver, me preparo para ir al gimnasio y evito pasar por delante de su casa. En la calle que tomo yo, veo una figura muy familiar, era Carla. Mi intención solo es saludarla hasta que se acerca y me pregunta qué tal me va todo. Me sorprende verla por el centro un lunes por la tarde, ya que ella vive más bien lejos. Decido preguntarle qué hace por esa zona y me dice que tenía que hacer un par de recados, mientras mira hacia la calle que conecta con la de casa de Javi. Qué casualidad que me esté mintiendo, que no lo haya olvidado. Que yo sepa, Javi la tenía muy superada, así que decido seguirle el rollo y contarle que voy al gimnasio. Nos despedimos y por fin puedo entrenar tranquila, en soledad. El deporte es una de mis muchas vías de escape, sobretodo cuando estoy de exámenes o me va mal en el amor. Para ir a casa, esta vez decido tomar la otra calle, para no encontrarme a nadie. No sé en qué momento pensé que no me lo iba a encontrar, si él vive allí. Aparto la mirada y hago como que no lo he visto, mientras noto su vista fijada en mí. Decide pronunciar mi nombre lo suficientemente alto para que yo pueda escucharlo, pero paso de largo. No quiero volver a caer en sus artimañas y mucho menos darle el gusto de tener alguien con quien hablar cuando se aburre.

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⏰ Ostatnio Aktualizowane: Jan 16, 2022 ⏰

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