La flor del pantano (relato)

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Este cuento de hadas es tan actual que da miedo.
El bosque Delectus, situado al norte de Nidiria, el reino de las brujas, antaño estaba lleno de ninfas. El pequeño bosque había sufrido un éxodo, las ninfas habían migrado al reino contiguo donde los elfos tenían el poder. Sin embargo, aún se podía encontrar alguna ninfa varada. Ese era el caso de Mystis. Nunca se había planteado marcharse del bosque, era algo engorroso, cada ninfa solía estar vinculada a un elemento de la naturaleza como un árbol, un lago... eso hacía que aunque se marcharan siempre tuvieran que volver a ese elemento o llevárselo consigo ¿Cómo te llevas un lago de mudanza? Al final, lo más sencillo era quedarse junto al bosque, además, se llevaba bien con el aquelarre de brujas que vivía cerca de ella, siempre encontraba a alguna entrando en Delectus en busca de hierbas y flores. No iba a negar que su pequeña pasión era ver como se equivocaban de planta y les salía el brebaje equivocado provocando que alguna bruja se quedara con la piel verde por una semana.
Su mejor amiga era la bruja novata Arabelle Nox, con ella se reía de las brujas por su bajo conocimiento en hierbas medicinales. Para Mystis era algo natural saber para qué servía todo en el bosque y se lo había enseñado a su amiga. Sin embargo, Arabelle Nox había sido enviada a una misión importante al reino de Seneian, junto a los elfos, y la joven Mystis se había quedado sin compañera de divertimento.
No obstante, parecía que los dioses tenían un futuro más incierto para ella, pues al despertar al día siguiente, no se vio en su bosque Delectus, sino en un hermoso jardín vallado lleno de flores coloridas. No eran flores que Mystis hubiera visto antes, eso solo quería decir una cosa, ya no se encontraba en Nidiria.
El lugar era objetivamente precioso, así que Mystis no pudo evitar comenzar a pasearse por allí. Una de las cosas que debía hacer era encontrar dónde estaba la salida para poder encaminarse hacia Delectus. Fue al encontrar un melocotonero cuando todo se le hizo más sencillo. Colocó la mano en la corteza del árbol y cerró los ojos. Poco a poco pudo conectarse a él y saber dónde estaba. Era el reino de Seneian, en la región de Vitia para ser más concretos, cerca de la frontera de Nidiria. Supo entonces que la región estaba habitada por hadas. No conocía a hadas malas, sin embargo, tampoco conocía a hadas nobles, así que suponía que seria complicado entablar una conversación con ellas siendo Mystis una don nadie de un bosque. Aún así, ella estaba allí, así que debía significar algo.
No tardó demasiado en encontrar a un chico en el jardín, junto a otro melocotonero. Se veía joven, como ella, aunque aquello nunca significaba nada en aquel mundo, pues la gran mayoría de los habitantes tenían la capacidad de mantener una apariencia física juvenil aún con el paso de los años. Su cabello rubio ceniza estaba despeinado sobre la hierba en la que se encontraba tumbado. Abrió los ojos cuando el sol dejó de darle directamente, Mystis se había puesto en medio para llamar su atención. Sus ojos se encontraron. Él se levantó todo lo deprisa que pudo. Era más alto que la ninfa, aunque no demasiado.
—Estás aquí.
—¿Qué hago aquí?
Él sonrió inclinándose ante Mystis. La ninfa se tocó el cabello rosado nerviosa ante aquel chico.
—Ser mi divertimento.
Ella alzó una ceja ante su respuesta.
—¿Perdona?
—Te han traído aquí para mí.
—Para ti.
—Sí, para mí. Les dije que quería una ninfa para entretenerme en el mes de verano y aquí estás.
—¿Y pides una ninfa?Pero qué te crees...¿que somos juguetes o qué?
Sonrió ladino con sorna. A Mystis le apetecía quitarle la sonrisa del rostro. Le parecía asqueroso.
Se acercó a ella, hizo por apartarse pero pronto él extendió su largo brazo y la atrajo a sí mismo. Mystis se removió buscando zafarse de él, mas fue en vano. La empujó contra el árbol de melocotones que allí había y se apegó a ella, comenzando a frotarse y sobarla. Mystis se removía y con los brazos intentaba empujarlo lejos, pero el hada tenía más fuerza que ella.
Él hacía rato que había dejado de sujetar sus manos. Con el peso de su cuerpo la mantenía presa entre él y el árbol y dejaba besos húmedos por su cuello mientras que con las manos sobaba todo su cuerpo. Tiró del vestido metiendo las manos debajo y apretando sus muslos.
Mystis gritó, aunque pronto se dio cuenta que no serviría para nada. No iban a ayudarla, no había nadie en el jardín y, de todos modos, la habían traído para eso, para ser el juguete de un noble aburrido en el verano. Cerró los ojos con fuerza. Se sentía tan asqueada que se estaba quedando paralizada, su mente estaba en blanco mientras aquel salvaje refinado seguía su camino. No podía permitirlo.
Su cuerpo se movió con un actorreflejo y le golpeó con la rodilla en el muslo, cerca de su entrepierna. Con ello consiguió que se apartase por fin, aunque lo había enfadado, en su rostro se veía la rabia. Mystis frunció el ceño ¿él estaba rabioso por quitarle el juguete? Alguien le debía enseñar lo que era estar enfadado de verdad.
El noble volvió a la carga esperando embestirla de nuevo contra el árbol con más fuerza, para que el dolor la mantuviera paralizada mientras él seguía su juego. Sin embargo, ella se apartó antes de que le diera, provocando que fuera él quien se chocase contra el árbol.
—Maldita ninfa...¡Ven aquí!
Mystis salió corriendo por el jardín siendo perseguida por aquel bruto embravecido. Era rápida, al fin y al cabo estaba acostumbrada a correr por el bosque, sin embargo, no había muchos sitios donde esconderse en aquel lugar. Por suerte, pronto dejó de escuchar los pasos del hada. Se escondió tras los rosales y apoyó las manos en la hierba para que la naturaleza le fuera de ayuda. Cerró los ojos concentrándose. Según le decían las pequeñas flores, aquel asqueroso alado había ido en busca de los guardias del castillo para que le dieran caza, viva o muerta.
Aquello espantó a Mystis, pensaba que podría salir de allí, pero en esos momentos su vida estaba empezando a estar en peligro. No podía llegar a comprender por qué alguien mataría a otro sin razones.
Apartó las manos de la tierra, debía darse a la fuga lo más rápido que pudiera, cuánto más tardase, más personas iban a estar rodeando el jardín y sería más complicado huir de ahí. Se movía agachada, su visión dependía por completo de los avisos que recibía de las flores al tocarlas.
Terminó chocándose con algo. Al alzar la vista, vio que se trataba de su agresor, aquel hada. Él tenía de nuevo esa sonrisa ladina asquerosa que mostraba ciertos dientes desaliñados. Tenía que hacerlo callar, si gritaba él sí que vendrían a su rescate. El silencio era su única forma de sobrevivir.
Se lanzó sobre él tirándolo al suelo y tapándole la boca con las manos cayendo. Sus ojos azules se encontraron con sus grises. No estaba segura de qué estaba haciendo o cuál debía ser el siguiente paso, solo sabía pedir ayuda a la naturaleza de la que estaba rodeada. Las flores comenzaron a enredarse, en su ropa, sus manos, sus brazos...hasta que moverse se volvió algo imposible. Mystis dejó de sujetarlo con fuerza y se levantó. Era su oportunidad de huir.
Dio un par de pasos alejándose y se paró, volvió la vista al hada sujeta con flores enredadas en su boca para evitar que gritase. Si ella se marchaba sencillamente haría traer a otra ninfa que sufriría lo mismo que ella y que quizás no correría la misma suerte de poder huir. Debía de marcar una diferencia, por las ninfas. Se quedó mirándole a los ojos mientras movía suave una mano y una enredadera de espinas comenzaba a enredarse en el cuello del hada y apretaba. Se removió, intentó liberarse, incluso gritar, tal y como ella había hecho antes junto al árbol, mas él no había parado y Mystis tampoco tenía pensado frenarse.
Cuando murió no se acercó a cerrarle los ojos, pero sí que rebuscó en sus bolsillos en busca de alguna cosa que fuera de utilidad. Encontró un mechero, aquello le dio una idea.
Cuando la ninfa salió de allí, el castillo del noble estaba en llamas y todo se quemaba paulatinamente, lo único que pervivió fue el jardín que se tragó el cadáver del hada como un nutriente más.
Mystis marchó de vuelta a su bosque. Como una planta carnívora que sobrevive, Mystis era la flor del pantano.

Fin

***

¡Espero que os haya gustado! Nos leemos

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