22. Días libres

25 10 2
                                    

Capítulo 22

Días Libres

María Elisa

—Matamos a un hombre — repitió Camila por milésima vez, acunando su cabeza entre sus manos.—Tres, en realidad. Asesinamos a tres hombres. No fuiste la única; Mahelo, Jeff, Max, Gaia, Noah y yo también lo hicimos. Les proporcionamos las mismas heridas que ellos nos hicieron a nosotros — traté de calmarla, o... tal vez de hacer que asimilara con más claridad la situación.—La única diferencia es que nosotros terminamos internados en un hospital por envenenamiento, y ellos están... en una morgue —añadió Gaia con la mirada perdida.La noche que vivimos fue brutal. Si no hubiera sido por la oportuna aparición de Gomes y Ramírez, estaríamos muertos todos junto a los tres Darck Players. Como Guerra lo había dicho, ellos raramente utilizan armas de fuego; mayoritariamente emplean cortopunzantes previamente tratados, es decir: envenenados. Todos fuimos heridos levemente; teníamos pequeñas heridas en algunas partes del cuerpo, heridas que fueron rápidamente tratadas cuando llegamos al hospital.Estábamos descansando en el mismo cuarto en el que se estaba recuperando Erick, quien, aunque no había recuperado la consciencia, estaba recuperándose exitosamente según nos había dicho el doctor. Ninguno de nosotros había podido dormir en toda la noche, o en lo que quedaba de madrugada, y no era para menos. Estábamos tensos; por un lado, teníamos que recibir tratamiento para nuestras heridas y esperar que Erick saliera bien de la operación, y por otro, no recibíamos ninguna noticia de Guerra ni de lo que estaba pasando en el Discipline School. Gomes simplemente nos dejó tirados en el hospital de la policía y se fue.—Gracias por ser tan positiva, Gaia. Casi se me olvida que por culpa nuestra, ellos terminaron donde terminaron. Tenemos las manos manchadas de sangre. No sé cómo voy a poder dormir tranquila sabiendo que maté a alguien —dijo Noah, igual o más desesperada que Camila.—Tú no sabes cómo vas a dormir, y yo no sé cómo voy a vivir¿Qué tal si tenían familia? ¿Si tenían hijos pequeños? Nosotros los dejamos sin padres —se lamentó Jeff.—Eran unas lacras sedientas de venganza y sangre ¿Crees que alguien como ellos tendría familia? A mí lo que me preocupa es que una de esas lacras sigue con vida. Recuerden que la primera vez que los vimos eran cuatro; matamos a tres, y el último podría venir por nosotros. Ahora, más que nunca, debemos mantener un perfil bajo y ocultar nuestra identidad —les espetó Mahelo con un tono de voz seco con un semblante serio. Tanto a él como a Max, la muerte de los D.P. parecía no haberles afectado tanto como a los demás. Se mantenían serenos, callados y con la mirada perdida; quién sabe en qué estarían pensando.—Pero ellos seguían siendo seres humanos. No debíamos tomar justicia por nuestra mano, deberíamos haberlos entregado a la justicia —puntuó Jeff.—¿Bajo qué cargos lo haríamos? —se giro hacia él, Mahelo irritado, se levantó del sofá en el que estaba sentado. — Solo nosotros sabemos sobre su existencia y todo lo que han hecho. Ni siquiera tenemos pruebas consistentes como para llevarlos ante...—Buenos días —la voz gruesa de Guerra resonó en toda la habitación en cuanto apareció en la puerta con un semblante serio, haciendo que todos dirigiéramos nuestras miradas hacia él.—Guerra ¿Cómo sigue? —quiso saber Gaia, recordando que accidentalmente le durmió un brazo o la mitad del cuerpo con una de sus agujas.—Supongo que mejor que ustedes. Se metieron en un gran aprieto anoche. Cuéntenme ¿Qué pasó? ¿Cómo se sienten? — preguntó, paseando su mirada por Erick, quien seguía dormido en la cama, y en los vendajes de nuestras heridas. Se sentó en un sofá, entrelazando sus manos sobre sus rodillas.—Mal. Así es como nos sentimos, mal — expresó Camila, tensando su mandíbula.—Le hicimos un bien al colegio, pero al mismo tiempo nos hicimos daño a nosotros mismos —añadió Jeff.—Matamos a tres de los cuatro hombres de la antigua generación. Le quitamos una carga al Discipline School y ahora nosotros cargaremos con esas tres muertes en nuestra consciencia — añadió Noah.—Entiendo por lo que están pasando. Alguna vez yo también pasé por una situación similar. Por experiencia propia les digo que no deben pensar de más y atormentarse así. Lo hecho, hecho está —afirmo Guerra.—Ojalá fuera así de fácil —soltó Gaia.—Remington, son ustedes quienes se la están poniendo difícil. Cuando los envié al campamento, no solo los envié para que aprendieran a pelear, sino también para que endurecieran su mente ante situaciones como esta.—La cosa es... que ahora somos asesinos.—No lo eres. No lo eres sí lo haces para defenderte o para defender a los tuyos. Se estaban defendiendo, y en casos como este, si ustedes no los mataban a ellos... ellos los iban a matar a ustedes. Y créanme, si los muertos fueran ustedes, ellos no tendrían ni una pisca de culpa o remordimiento en el cuerpo —nos aseguro Guerra. Viéndolo desde esa perspectiva, era algo lógico; ellos querían matarnos, y si lo hubieran hecho, no sentirían la más mínima culpa. Yo estaba neutra; a pesar de que prácticamente maté con mis propias manos a ese hombre, no sentía culpa ni nada que se le pareciera, pero no podía quitarme de la cabeza los gritos y las imágenes de ese hombre agonizando frente a mí. En el campamento nos entrenaron para defendernos y matar si nuestra vida dependía de ello, aunque todos lo aprendimos, nunca imaginamos cómo sería experimentarlo.—Tiene razón Guerra, pero trata de entendernos. Esto es algo muy reciente y pienso que es normal que nos afecte. Después de todo, es la primera vez que... bueno... que hacemos algo así — argumentó Jeff.—Algo que, de ahora en adelante, debemos normalizar si queremos vivir con la conciencia tranquila. Las cosas se salieron de control anoche; nada de lo que pasó estaba en nuestros planes — explicó Max.—Lo sé. Lo supe desde que una aguja terminó en mi cuerpo —Guerra entrecerró los ojos en dirección a Gaia. —Por suerte, Erick y Gomes actuaron rápidamente y los trajeron hasta aquí.—¿Qué pasó en el colegio? ¿Nos descubrió Duque? —quicé saber.—No, de ustedes no sospecha nada. Logré manipularlo para que creyera que todos los jóvenes allí presentes eran Darck Players. Después de que todos desaparecieron, a Duque se le ocurrió la brillante idea de revisar habitación por habitación para descubrir quiénes eran los implicados. Por obvias razones, no estuve presente durante todo el alboroto —miró otra vez a Gaia, quien no dejaba de esconder su cabeza entre sus hombros cada vez que Guerra la miraba. — Pero sé de buena fuente que Duque solo terminó metiéndose en más problemas, tanto con los hijos de unos ministros del gobierno como con las hijas de unos abogados. Y antes de que todo terminara en escándalo, se le ocurrió otra brillante idea —volcó los ojos.—¿Qué se inventó? —preguntamos intrigados.—Dos semanas de descanso para todo el Discipline School.—¡¿Qué?! —exclamamos al unísono.—Bueno, en cierta forma también nos beneficia, más ahora que Erick está así.—Sí, pero también beneficia a los D.P. y les da tiempo para recuperarse de esta pérdida y planificar su próximo golpe —añadió Mahelo.—Haremos lo mismo entonces. Nos recuperaremos y planificaremos nuestro próximo golpe — Max cambió su semblante a uno aún más serio y dirigió su mirada hacia mí.***—Todavía no entiendo qué carajos hago aquí —mascullé para mi misma, mientras miraba con una mueca a los sirvientes y a la enorme mansión que tenía frente a mí. Muchos a estas alturas se preguntarán: ¿qué hace María Elisa Manovan Luna en casa de los Remington? Bueno, pues después de que Erick salió del hospital, no podía ir a su casa y presentarse ante sus padres en ese estado. Guerra nos dejó muy en claro que seríamos sus niñeros durante las próximas dos semanas, hasta que se recupere por completo. Nadie podía saber de su estado; no teníamos forma de justificar su herida cuando se supone que todos estuvimos en el colegio. Así que el trabajo de estar con él hasta que se recupere era nuestro. Y para mi buena suerte, la única que contaba con una casa sola era nada más y nada menos que Gaia Remington, mi estimada media hermana. Y no cualquier casa, una mansión a la orilla de la playa, llena de sirvientes y con tantas habitaciones como un hotel.—Sobrevivir. Eso es lo que todos hacemos aquí —me recordó Mahelo —Aunque claro, tú pudiste haber ido a casita junto a tu amoroso padre para nunca jamás volver al Discipline School — bromeó—¿Me quieres hacer un favor? — le sonreí con sarcasmo.—Eh, no.—Piérdete o perderás un órgano mientras duermes.—Qué pensamientos tan sangrientos tienes últimamente, de verdad— chistó, pero bastó una mirada aniquilante para que me dejara en paz.—Vamos, María Elisa, esto es un paraíso. ¿Qué más podrías pedir? —añadió Jeff, quitándose las enormes gafas de sol para seguir apreciando la mansión.—Un bote de basura para vomitar —ironíce. Pero justo después de decirlo, un hombre vestido con un traje de pingüino se acercó y, con ambas manos, me ofreció un pequeño balde.—¿Qué es esto? —pregunté con una mueca, señalando el balde.—Si desea vomitar, aquí puede hacerlo —me respondió amablemente con una sonrisa de lo más natural. Parpadeé varias veces sin entender con exáctitud lo que estaba sucediendo frente a mí.—Gracias, pero no gracias —fue lo único que se me ocurrió decir mientras Jeff reprimía una gran carcajada.—Roy, ya la escuchaste, piérdete —le chistó Gaia, empujando al hombre por los hombros. Él se alejó rápidamente, y se disculpó antes de irse.—Disculpa, es nuevo y algo torpe ¿Qué te parece la casa? ¿Quieres que te la enseñe por dentro?— Obvio que sí. No nos quedaremos parados en la puerta todo el día, ¿verdad? —se adelantó a responder Jeff.—Le preguntaba a María Elisa —Gaia le hizo una mueca.—Prefiero esperar a los demás, gracias —contesté entre dientes.—¿Segura que tus padres no suelen venir aquí? —preguntó Max, a nuestras espaldas.—Max, ya te lo he dicho muchas veces. Mis papás casi nunca están en casa y menos tienen tiempo de visitar esta. Además, ambos están de viaje por negocios. Ya deja de preocuparte tanto —le espetó Gaia por quincuagésima vez.—Quisiera recostarme, me siento algo cansado —escuche decir a Erick al bajar del Mercedes negro que nos había traído, acompañado de Camila y Noah. Camila, siendo la niñera número uno, estaba atenta, mientras que Noah se dedicaba a recordarle a Camila cada cinco minutos lo que Erick le había hecho. En fin, casos de la vida real.—Claro, fueron dos horas de viaje. Deberías dormir un rato mientras nosotros aprovechamos para relajarnos —sugirió Mahelo con una sonrisa. Sonrisa que se borró por completo cuando Gaia le dio un codazo en el estómago.—George te llevará a tu habitación. Está en el primer piso para que no tengas que subir escaleras. Estarás bien atendido allí.Dos mujeres con uniforme se acercaron a Erick. Ellas y el tal George lo llevaron junto con sus maletas dentro de la casa, y allí lo perdí de vista. Camila hizo un ademán para ir tras él, pero Noah y Gaia la detuvieron, ambas negaron con la cabeza.—Bueno, señoritas, a trabajar... —dijo Gaia, dando dos palmadas al aire. Las chicas con uniforme que se encontraban paradas en las escaleras se acercaron para recoger nuestras maletas. Aunque puse resistencia cuando intentaron llevarsd la mía, no sirvió de mucho, terminaron llevándosela.—Les mostraré la casa —anunció Gaia, emocionadísima, enganchandose de mi brazo. No me dio tiempo para protestar, simplemente me arrastró hacia dentro.No me sorprendió ver un cuadro enorme de mi... o más bien de la madre de Gaia en la sala. Es una mujer muy hermosa y egocéntrica, no cabe duda; no cualquiera tiene un cuadro que cubre toda una pared con su rostro. Gaia nos mostró toda la casa, orgullosa, comenzando por un mini acuario, una sala de videojuegos, un cine, un spa, y las piscinas; sí, habían dos piscinas, una interior y otra exterior. Finalmente, nos mostró nuestras habitaciones en el segundo piso. Cada uno tenía una habitación, pero la mía estaba especialmente cerca de la de Gaia. Qué inesperada sorpresa ¿verdad? La única cosa bonita de mi habitación era la vista al mar; lo demás era blanco y celeste, todo estaba combinado y ordenado.—¿Te gusta? —preguntó Gaia al verme muy concentrada recorriendo con mi mirada cada espacio de la habitación.— No está mal, podría haber sido peor —contesté entre dientes.—¿Peor? ¿Cómo peor?— Rosa. Si hubiera sido rosa, definitivamente no dormiría aquí.—Lo imaginé. Por eso pedí que la decoraran con estos colores. Según yo, te transmitirán paz. Además, tiene una maravillosa vista al mar.—Eh, gracias —me limité a decir —Ahora quisiera descansar. En otras palabras, tú te vas —traté de no sonar grosera.—Está bien, te dejaré sola. Sí me necesitas, ya sabes que mi habitación está al lado.—Sí, ya lo sé. Por favor... —le señalé la puerta.—Ok, hasta luego...hermanita —musitó, cerrando la puerta. Aún no me acostumbro a que me llame hermanita; por más que le pida que deje de hacerlo, Gaia no me hace caso.El viaje fue agotador. Me di un baño y me recosté en la cama. Segundos después, estaba profundamente dormida, o al menos eso creía yo, hasta que mis ojos se posaron en un costado de la cama y descubrí que Max estaba allí, observándome desde quién sabe cuánto tiempo.—¿Qué te pasa, idiota? —di un respingo incorporándome de golpe—. ¿No sabes lo que es respetar la privacidad ajena? —le espeté.—Lo siento, no era mi intención invadir tu privacidad. Estabas profundamente dormida y no quise despertarte —se escusó visiblemente nervioso, sin siquiera mirarme a la cara, lo que indicaba que llevaba un buen rato allí sentado.—Pues ya lo hiciste. Invadiste mi privacidad y me despertaste. Ahora dime ¿A qué viniste hasta aquí? No creo que hayas venido solo para verme dormir ¿o sí?—No, por supuesto que no. No haría algo así —finalmente me miró a la cara.—¿Y entonces? —levanté una ceja y me crucé de brazos.—Vine porque quería hablar de lo que pasó aquella noche con los Darck Players. Sospecho que tuviste tu primer vínculo, y quería saber si fue consciente o inconsciente y si te está afectando de alguna manera .Pronunció tan rápido que apenas logré procesar sus palabras.—Espera ¿De qué vínculo estamos hablando? —pregunté, elevando ambas cejas.—María Elisa ¿No te has dado cuenta?—¿De qué? —pregunté, aún más confundida.—De que no eres alguien...normal. Tienes habilidades que no cualquiera tiene —Max me tomó por los hombros.—¿Alguien normal? ¿Habilidades? ¿De qué hablas? —aparté sus manos de mis hombros bruscamente y me dirigí hacia el balcón. Max no tardó en seguirme.—Vamos, María Elisa. Eres lenta en matemáticas, pero muy lista en literatura. Te cansas en educación física, pero cuando se trata de correr por tu vida o tras de un D.P, corres más rápido que cualquiera. Además, desde que Guerra te entregó esa katana, tú y el agua se han vuelto mejores amigas; no puedes vivir sin ella. Y el vínculo, por sí no lo sabías, es lo que creas con una persona cuando invades su mente.—¿Me has estado espiando, verdad? De una vez te aclaro que no soy ni tengo la intención de ser ninguna rata de laboratorio.—No se trata de eso, María Elisa. Escúchame. Quiero ayudarte.—Te estoy escuchando, y definitivamente no quiero ni necesito tu ayuda.—Está bien, sé que quizás soy la persona en la que menos confiarías, y lo entiendo. No somos los mejores amigos, tampoco nos llevamos del todo bien; somos como dos polos opuestos que jamás deberían tener contacto, o habría un gran estruendo. Pero quiero tomar la iniciativa y escucharte, entenderte, ayudarte, y si está en mis posibilidades, acompañarte para que no sientas miedo. Porque aunque lo nieges, sé que sientes temor, y por ello no quieres enfrentarte a la realidad —volvió a poner sus manos sobre mis hombros y me miró fijamente a los ojos—. No estás sola. Estaré contigo hasta el final y no permitiré que te pase nada malo. Solo confía en mí.Sus palabras sonaban sinceras, pero yo...—No confío ni en mi propio padre. ¿Por qué habría de confiar en ti?—Porque yo no voy a lastimarte, quiero ayudarte y no pienso dejarte sola en lo que obviamente es nuevo para ti.—¿Por qué quieres hacerlo? ¿Qué interés tienes?—Primero: no quiero que mueras. Segundo: ambos sabemos que tu habilidad es una pieza clave para acabar con los D.P. Y tercero: somos un equipo. Una familia, no una normal, claro, una familia poco común, la familia del desastre y una familia explosiva, pero una familia que está para darse la mano unos a otros.—¿Para dónde tan inspirado, Max Palacios? —preguntó Gaia en un tono divertido. Tanto Max como yo dimos un respingo y nos separamos al ver a Gaia de brazos cruzados, apoyada en el marco de la puerta que daba al balcón.—Gaia, siendo sincero, no llevas ni un mes de amiga con Noah y cada día te pareces más a ella. Y me caes mal —masculló Max, pasándose una mano por la nuca irritado.—Tú no llevas ni un día aquí y ya estás acosando a mi hermana en su habitación —se defendió ella.—No la estoy acosando. Deberías pensar antes de hablar, tonta.—¿A quién le dices tonta? Me debes respeto; eres mi huésped y mi hermana y yo somos tus anfitrionas.—Media hermana. Te recuerdo, media, ni más ni menos —intervine.—Como sea. Lo sigues siendo de todas formas —dijo encojiendose de hombros.—Gaia, quisiera pedirte un favor ¿Será posible hacerlo? —solté con una voz acaramelada.—Lo que desees —contestó con una gran sonrisa, empujando a Max.—Deseo que salgas por esa puerta y le vayas a contar los pelos al gato —dije señalando la salida.—Pero no tengo gato —chistó con una mueca—. Pero tal vez podría conseguir un pez.—Consigue un conejo, un perro, un loro, un gato, lo que sea, pero... vete —prácticamente le rogué entre dientes.—Te conseguiré lo que pides, ya lo verás —dijo sonriente antes de empezar a caminar hacia la puerta. —No te defraudaré, hermanita —me adeguro desapareciendo por la puerta. Cuando pensé que se había ido, volvió a abrir la puerta y apareció de nuevo —Y tú —señaló a Max— estás en la mira. No te descuides de mí, amargado —cerró nuevamente la puerta, esta vez con un fuerte golpe.— A veces no la soporto —bufó Max, haciendo una mueca.— Confieso que me caía mejor cuando nos llevábamos mal —asegure volviendo mi mirada hacia el mar, apoyando ambos codos en la baranda del balcón. De reojo vi que Max hacía lo mismo.—¿Crees que haya escuchado lo de mi habilidad? —pregunté, clavando mi mirada en su mejilla.—No lo creo. De lo contrario, no hubiera ido a contarle los pelos al gato —aseguró esbozando una sonrisa. Debo admitir que también esbocé una sonrisa estúpida al verlo. Luego de unos incómodos segundos de silencio, me animé a hablar.—El agua y mi mamá son las piezas clave de esta loca situación. La katana proviene de la familia Luna, y el agua está fuertemente ligada a los malestares que causa el poseer esta habilidad. Es lo único que sé —confesé bajando la mirada hasta mis pies. Entrelace los dedos de mis manos, intentando ocultar mis nervios — además, sinceramente, no sé cómo crear un vínculo... ni cómo deshacerlo.—Tranquila —dijo, poniendo una de sus manos sobre las mías, levante mirada hacia él—. Es normal que no lo sepas. No te sientas mal o culpable. Vamos a encontrar una solución para esto, y lo haremos juntos —sonreí levemente de costado y bajé las manos hasta los bolsillos de mis short azul, dejando su mano momentáneamente en el aire.—Tu yo amable es algo incómodo para mí ¿sabes? —confesé.Lo siento, pero sí. Se lo tenía que decir. Sus palabras son muy lindas y todo, pero tanta cursilería me daba cosita.—Pues déjame decirte que tu yo normal ha sido tormentoso para mí desde que llegaste a mi vida, y aún así no me siento tan incómodo —confesó pasando su mano por mi cabeza desordenándome el cabello.—Eres un calumniador, nunca te he hecho nada —bromeé, pero luego lo pensé mejor — al menos no directamente.—Lo ves. Solo debes ser tú misma, liberarte de todas tus cargas, centrarte en ti y en lo que tu corazón anhela. Hazlo y verás cómo tú misma irás descubriendo y entendiendo la habilidad que hay en tu interior.—¿Crees que es así de fácil?—No, no lo es. Solo trato de hacerte sentir mejor. Nada en esta vida es fácil, ni para ti ni para nadie. Solo mira a Guerra, no le fue fácil justificar nuestras heridas en el hospital y evitar que alguien no deseado supiera de ello. Tampoco le está siendo fácil llevar las riendas del Discipline School. Pero tú tienes un beneficio.—¿Cuál? —levanté una ceja, incrédula.—Me tienes a mí —se señaló con el dedo— para ayudarte a pensar, y tienes a... tu mamá, la respuesta y salida más rápida y segura.—Estás loco. Esa señora pudo haberme traído al mundo, pero eso no quiere decir que voy a buscarla cuando ella me abandonó para formar otra familia y llevar una vida llena de lujos. No me parece justo, tengo orgullo ¿sabías? —Está bien, tienes tus razones y no voy a cuestionarlas. Pero espero que al menos lo pienses un poco. Sea como sea, ella tiene la obligación de explicarte todo, porque aunque ya no la consideres tu madre, sabes que vas a seguir llevando su sangre toda tu vida, ¿verdad?—Lo sé, pero también entiende que en la sangre no se lleva el respeto, el afecto, y mucho menos el pensamiento, así que lo dudo mucho.—Está bien, tú ganas —levantó las manos en señal de rendición. —Pero yo insisto en que, por tu seguridad y salud, llegará el momento en que tendrás que acudir a ella.


Evie♡.

R-D : Discipline and Revolution [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora