Aquel momento

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No te muevas, te ves perfecta.

Todo parece detenerse al verte sentada a la orilla de la cama, las sábanas enredadas a tu espalda baja. La luz del alba reflejándose en los detalles dorados de la habitación, dejando que las sombras marquen las suaves líneas de tu espalda, En ese momento juré que aquella imagen era lo más cercano al paraíso.

Volteaste y me dedicaste una sonrisa. Ni tus labios hinchados, ni las pequeñas marcas de mordidas a lo largo de tu cuello aun inflamadas y de un tono rosado, los mechones desordenados oscurecidos por la luz o tu piel brillante producto del sudor arruinaban tu aspecto impoluto. Una sola mirada despertó un anhelo familiar, tiró de aquella cuerda intangible que me mantiene atada a ti.

-Vi- Mi frente encontró tu hombro, mis manos tu cintura- No podemos quedarnos más tiempo aquí.

Negué con la cabeza. Estaba reacia de terminar con nuestro momento. De enfrentarme al resto del mundo y sus miradas de superioridad... No, solo quería estar en aquella cama contigo por el resto de mi vida.

-Unos momentos más- Susurré, mis labios rozando tu piel sedosa.

-Bien- Sentí el peso de tu cuerpo caer sobre mí, te sostuve.

Ansiosa de verte me alejé un poco. Me encontré con tu mirada, aquellos irises índigo. Tu lado izquierdo al estar iluminado hacía ver tu ojo de un tono azul pálido. ¿Cómo puede alguien verse tan magnifica?

-Gracias- Susurré t mi voz apenas sobresalió entre los cantos matutinos de las aves.

Tus ojos recorrieron mi rostro, parecías algo preocupada. Le entendí, pocas veces hablaba de esa manera. Disfrute de tu imagen mientras decidías que contestar. Siempre cautelosa, temerosa de decir algo incorrecto.

- ¿Por qué?

- Encontrarme- Las puntas de mis dedos recorrieron aquella piel bronceada hasta llegar a tu mano, entrelacé nuestros dedos- Amarme.

- Vi...-Suspiraste, un sonido un tanto frustrado. Lo sabía, me habías repetido muchas veces aquellas palabras.

-Lo haces por gusto- tomé la palabra mientras mi pulgar acariciaba tus nudillos. En tu expresión se veían los inicios de una mueca, quise extender mi otra mano para tocar aquella arruga entre tus cejas- Aun así, quiero agradecerte y decirte que te amo.

-También te amo- De nuevo esa sonrisa que dejaba ver tu única imperfección, un hueco entre tus dientes delanteros. Siempre me pareció una de las cosas más deslumbrantes.

La última bandada de aves cantaba a la distancia, anunciando el inevitable final. No hubo movimiento, estábamos más ocupadas en observarnos, ensimismadas la una con la otra. Tu fuiste la primera en ceder ante la atracción y besarme, fue un momento de contacto efímero y a la vez eterno.

Sonreímos. Todo lo demás quedó al fondo de mi mente, dándome una sensación de aturdimiento a la cual era adicta y solo tú podías dármela.

-Quédate conmigo- Declaraste, en una voz casi inaudible- Quiero una eternidad a tu lado.

Aquellas palabras tan francas, aquella mirada brillante y llena de adoración, el cuarto en silencio creando paz, el momento en general me hizo prometer una cosa:

Me quedaría contigo hasta mi último aliento.

Y Lo cumplí. 

Aquel MomentoWhere stories live. Discover now