CAPÍTULO 1

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ADVERTENCIA. HISTORIA QUE TRATA TEMAS QUE PUEDEN HERIR LA SENSIBILIDAD. CALIFICADA PARA MAYORES DE VEINTIUN AÑOS, ADULTOS. 

CONTIENE ABUSO HACIA UNA MENOR DE EDAD POR PARTE DE UN ADULTO, QUEDA USTED ADVERTIDO.

NO SE HACE APOLOGÍA DEL MISMO, NI SE DISCULPA, SOLO SE ENFOCA DESDE EL PUNTO DE VISTA PRIMERO DEL ADULTO Y LUEGO DE  LA MENOR, CUANDO CRECE Y SE HACE ADULTA.

ESTA AUTORA TIENE CONOCIMIENTOS DEL TEMA Y HA ENTREVISTADO A PERSONAS QUE HAN SUFRIDO TODA CLASE DE ABUSOS EN LA INFANCIA Y TAMBIÉN A PERSONAS ABUSADORAS.

PREFACIO

Tardé mucho en convertir en mariposa, no sé por qué, las demás desplegaban sus alas, húmedas y vacilantes al principio, pero luego, al calor del sol se volvían fuertes y se extendían para elevarlas al cielo. ¿Qué hubo de malo en mí? ¿Tenía toda la culpa de ello? ¿Pude hacer algo por cambiar, o lo podré hacer alguna vez?

Solo me queda aceptar lo que me ocurrió, y espero que no sea tarde para poder abrir mis alas y poder usarlas para volar.

Con esta corta historia, espero ayudar a alguna niña o mujer que nunca llegó a saber porqué le costó o nunca llegó a convertirse en lo que en realidad estaba destinada a ser..

CAPÍTULO 1

Las obras en la casa vecinal duraron apenas seis meses, después de todo tuvimos suerte porque ya casi se caía a pedazos. El tiempo tuvimos que vivir en casa de mis suegros tampoco fue tan malo, tuve que dormir en el sofá y mi mujer en su cuarto de joven, que aún conservaba esa casa en los callejones. Al volver había cambiado todo, seguía viviendo en el bajo izquierda, pero ahora todo estaba nuevo, de ladrillo moderno apenas pintado de cal, tenía una alcoba separada de la sala, un baño y una cocina. Para un matrimonio en la sesentena, más que de sobra.

Recuperamos nuestros muebles de toda la vida, de esos de caoba maciza. Tras empapelar las paredes como era la moda y colgar pesadas cortinas que separaron nuestro dormitorio de la salita pudimos instalarnos. Al fin compré un televisor, durante los meses de la obra la dueña de la casa no nos cobró alquiler, y nos respetó el espacio e incluso lo mejoró. Los vecinos del bajo derecha y los del fondo no habían cambiado. Pero ya no tendríamos que usar ni la cocina ni el baño comunitario, cada uno poseía, aunque pequeño, lo suyo.

El viejo pozo seguía en su lugar, aunque le pusieron la seguridad de una puerta de chapa tapando el brocal, pero conservó su garrucha y el cubo de zinc. Todos teníamos ya agua corriente en casa, pero nunca estaba demás tener la seguridad de que no faltaría en caso de avería o a saber. El patio quedó más luminoso, enlosado , con sus rejillas nuevas de desagüe. El zaguán enorme, la mitad del patio cubierto por el piso principal. pero eso también ofrecería frescura en verano ante el tórrido sol y cubierta en los días grises de lluvia.

El piso superior, el más grande, se lo quedó un matrimonio joven con una chiquilla de apenas tres años. El otro nuevo, mucho más pequeño quedó vacío.

Fue ver a la niña e impactar con su presencia. Era  pequeña de edad, no de cuerpo,  alta para su edad, parecía tener casi cinco. Su cara era redondita, igual que las muñecas antiguas que adornaban las casas de la gente rica, la piel sin mácula como porcelana, mejillas sonrosadas, unos ojos grandes multicolor, entre miel y verdes, enmarcados por unas cejas que parecían pintadas con trazo de carbón, perfectas. Tenía la nariz chatita, y esa boca era pequeña, de labios gruesos, pecaminosos...

Su madre la vestía como tal, bonitos vestidos cosidos a mano, de mangas abullonadas, canesú, y pechera bordada en nido de abeja. Los tenía de muchos colores cada día de la semana bajaba con uno distinto. Sobre sus rizadas faldas, a la espalda, siempre un precioso lazo de la misma tela. Su madre era mañosa con el hilo y la aguja y gustaba de hacerle incluso rebecas a juego, de  para el entretiempo y mas gruesos para el frío.

Relato de una muñeca rota.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora