capitulo unico

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Atenea tuvo que bajar prácticamente a rastras a Artemisa desde el Olimpo, mientras la protectora de las amazonas se resistía a cada paso.

—¡No me importa! —vociferó la diosa, intentando soltarse de la mano de su hermana.

—Pues deberías —gruñó Atenea, sujetando con más fuerza el brazo de su hermana—. Tienes que ver esto antes de tomar una decisión.

—No voy a dar mi bendición a mi Elegida para que esté con esa, esa... bestia —siguió diciendo Artemisa mientras salían del Olimpo.

—Vale, cierto que Hermaione no ha sido una persona precisamente encantadora en el pasado —reconoció Atenea mientras se dirigían al mundo mortal—. Pero lo que te digo, hermana, es que no tienes elección...

—¿¡Que no tengo elección!? ¿¡Que no tengo elección!? Claro que tengo elección. Le voy a decir a Fluer que no se siga viendo con Hermaione y me obedecerá.

Atenea se volvió hacia su hermana, enarcando una ceja.

 ¿eso crees?

—No lo creo, lo sé. Fluer es mi elegida y me escuchará.

—Seguro. —Atenea puso los ojos en blanco mientras seguian su viaje.

Hermaione estaba sentada junto a un  tronco afilando su espada y observando a Fluer al otro lado de la hoguera .

Fluer escuchaba el roce rítmico que Hermaione hacia al afilar su espada. Le encantaba este momento de la noche. Éste era el momento que las dos reservaban para las cosas que les gustaba hacer por separado.

Atenea se detuvo bastante lejos del campamento, alzando la mano para parar a su hermana.

—No podemos acercarnos mucho. Hermaione siempre consigue saber cuándo estamos cerca. Podemos quedarnos aquí y observar.

—Esto es lo más ridículo que he hecho en mi vida —refunfuñó Artemisa, acomodándose al lado de su hermana para vigilar el campamento.

—Ni te molestes. Te conozco desde hace mucho tiempo, hermana querida. Has hecho cosas mucho más ridículas que ésta y creo que esto te puede resultar instructivo.

Hermaione envainó la espada, colocándola justo cerca del fuego.

—¿Quieres estar cerca del fuego esta noche, Fluer? Hace algo de frío y estarías más a gusto si te pones más cerca.

—Mmm, calor de hoguera a un lado, calor de una guerrera al otro. ¿Se puede pedir más?

Hermaione sonrió , alisando las mantas  preparándolo para la noche—. Pero yo seré la que tendrá el trasero frío por la mañana después de que te pases la noche apropiándote de las mantas.

La Cazadora se puso en pie, acercándose a la guerrera con toda la "indignación" de la que era capaz.

—¿Ah, sí?

La guerrera se volvió, sonrió y enarcó una ceja.

—Sí —sonrió Hermaione, que seguía  alisando las mantas. No tardó en verse derribada, rodando hasta quedar tumbada boca arriba. La cazadora se colocó encima del estómago de la guerrera con las rodillas a cada lado.

—¿Es que ha perdido el juicio? Hermaione ha matado gente por menos. —Artemisa empezó a avanzar, pero una mano le sujetó el brazo, impidiendo que siguiera adelante.

—Tú mira. —Atenea dio unas palmaditas tranquilizadoras a su hermana en el brazo.

Hermaione levantó la mano y acarició el pelo de la  cazadora mientras  la miraba desde arriba con esa sonrisita tonta que a la guerrera tanto le encantaba.

Su BendiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora