primera parte

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De quien objeto mi libertad. Incide en mis lamentos la reiterativa, vaga, insolente, forma; apagada de la verdad. Si uno quiere ser quisquilloso en el punto exacto del declive, lo podemos ubicar en el plano de la existencia misma.

Una mañana, simple, agotadora. El hombre regresa a su hogar, con su familia. En esa amalgama de objetos inertes, de objetos pensantes y racionales. Todos esos colores, olores. Pensamientos que viajan y se chocan entre ellos. Respiraciones, quejas, llantos, risas. Todo es un conjunto expuesto de realidad, de existencia.

Ese ser, que observa la existencia de los otros (tanto inertes como pensantes), sabe que algo pasa. Ya no se siente como antes, como siempre. Una sensación vacua se aglomera en su interior. Suspira, se observa en el espejo: es él, él que respira, que suda, que envejece. Mueve su mano y el ser del otro lado del espejo lo imita, sonríe y el otro también lo hace; se revisa la pupila, gesticula, ve las caries y huecos de sus muelas. Es él. Sale y toda su realidad lo golpea: es mi casa, mi familia, mis libros. Yo soy aquel quien compró ese televisor, el refrigerador. Heme aquí, en mi vida.

Pero, ese vacío que siente, ¿a qué se debe?

Suspira, camina deliberante, sabe dónde llegar, a qué hora. Las mismas calles, casas, inclusive, los mismos transeúntes. He aquí donde pertenezco. El mundo donde albergo. Que basto e inalcanzable es la libertad –piensa-, que maravilloso es sentir el aire, escuchar los ruidos de los autos, saludar a los perros. Estira su mano, y el sol le pega directamente –he aquí el calor, siento el calor, por lo tanto, estoy vivo, el calor no se produce por sí solo, por lo tanto, existe el sol; y si existe el sol, por consiguiente, existe todo lo que deriva de él y su luz. Mientras estas cavilaciones consumían su concentración, de soslayo observó su reloj, llegaba tarde, así que apresuro el paso. Habrá tiempo para pensar en la vida –se dijo- ¿cuándo esté muerto?

Llega al trabajo, exhausto, invadido por las preocupaciones extras de un ser corriente. Saluda con todos, monótona y fríamente. Como si su mano y cabeza estuviesen programadas: mecánicamente se mueven al compás de un monosílabo: hola, hola. Sus compañeros responden recíprocamente, como una coreografía mal diseñada desde la preconcepción. Solo faltase que todos se pusiesen a cantar y danzar, como arlequines que son. Con algunos el saludo es aumentado a un: ¿Cómo estás? Y por demás galimatías: ¿Cómo estuvo la noche? El partido, duro, ¿eh?; sabias que tal fulana estuvo con mengano. E inconscientes, obligados a llevar conversación para enfatizar que se conocen y que se llevan bien.

Sentados tras sus escritorios, lápidas incorruptas, ordenadores alquimistas.

Este es mi mundo, ahora, no puedo dimitir de él; esto es mi realidad –se dice-, soy parte de esta vida. Antes veía a sus compañeros y pensaba que cada uno era un mundo en sí, con vivencias, anécdotas, propias, únicas. Pero ahora están aquí, todos somos iguales, frágiles. Estamos trabajando, para alguien, para algo superior al alguien. Para un estado, inferior a otros estados. Sentados a su derecha e izquierda, ¿Quién está más vivo que el otro? Muchos tuvieron divorcios, aventuras; hijos, muertes; mascotas. Pero aquí, ipso facto, ¿Quién es quién? No hace mucho que llegó un nuevo compañero: fue la novedad, ¿Quién será? ¿de dónde viene? Su rostro es escudriñado y categorizado como es debido por las mujeres, y menospreciado y estereotipado por los hombres. Luego de los debidos procesos de aclimatación, de orientación. ¡de adaptación! El homo-sapiens, se instaló en la manada y desempeña el rol asignado. Después, fue uno más, da lo mismo si llegó hacia un mes, o estuvo aquí siempre, desde el principio de la vida. Es un compañero más, un puesto, un espacio en la materia. Luego llegará el tiempo libre, los chistes y comentarios surgirán por toda la vertiente del aire, el tabaquito, los arrimones, las coqueterías. Ese proceso circense de perder el tiempo, mitigar la vida, los años.

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⏰ Last updated: Jun 24, 2022 ⏰

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Los últimos días en la vida de un hombreWhere stories live. Discover now