C+P, amor hasta la vejez

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-Gracias por ser el mejor padre que pude tener, te amaré hasta la muerte, papito querido- Dijo mi mamá antes de retirarse de la tumba de mi abuelito.

Ya han pasado dos años desde la muerte de mi abuelita y hace unos meses encontré su diario, donde narra su historia de amor con mi abuelita, no recuerdo exactamente lo que decía, pero tratare de narrar esta historia desde el principio hasta el fin.

-Estaba muerto de hambre y con los pies ardiendome, rogaba por algo de comer en el centro de Popayán, había caminado desde Sotará hasta Popayán sin nada de calzar, una familia de una madre, un padre y 10 hijos se me acercó, trate de analizar el rostro de cada uno, sin embargo, me quedé paralizado al ver a una chica de unos 7 años, era preciosa, tenia el cabello largo, negro y rizado, unos ojos almendrados, la cara llena de pecas y un vestido verde, tan lindo como ella.

 Sus padres me llavaron a su casa que estaba dos cuadras atras de la torre del relój, me senté a comer con esa familia un sancocho, puede que hubiera sido solo un sancocho, pero para mi fué el plato mas delicioso que hubiese probado, cuando termine de comer y se me pasó la maravillosa sensación de comer luego de cuatro días de hambre, noté que esa niña me estaba viendo con gran asombro, inmediatamente me limbie la boca y me presente tratando de hacerme el galán "Mucha gusto, soy Álvaro Plinio Ordóñez" ella me respondió "Soy Carmen Cecilia Camacho", inmediatamente su padre la llamó para que lavara los trastes, me ofrecí a ayudarla solo para buscar cualquier excusa para pasar tiempo con ella, desde ese momento decidí que nunca la iba a dejar ir. 

Pasaron 10 años, ya tenía 18 y trabajaba como guardia en un colegio religioso, cuando salía de mi turno dormía unas dos horas y luego me arreglaba lo mejor que podía, caminaba desde mi casa que estaba en el cipriano mosquera hasta su casa que estaba en el centro, con el poco dinero que tenía le compraba una cocada e ibamos a caminar al puente del humilladero, veíamos el atardecer. Ella sabía que me gustaba y siempre que trataba de darle un beso le daba un mordizco a su cocada y decía que tenía que irse, la acompañaba hasta su casa y cuando estaba a punto de cerrar la puerta la detenía y le decía "recuerda, hoy te amo más que ayer pero menos que mañana, luego de eso volvía a mi casa y dormía una hora y se volvía a repetir el ciclo.

Era duro mantener a mi familia yo solo, caminar tanto todos los días y dormir como máximo cuatro horas, pero tenía un proposito el cual me ayudó a seguir, era darle la boda y la vida que Ceci merecía, todo valió la pena porque Ceci por fin acepto salir conmigo, fueron dos años maravillosos de relación hasta que nos casamos, no fue la mejor boda, pero se que nos casamos con todo nuestro amor, luego de unos meses tuve que ir a la guerra, casí morí pero mi amor por Ceci me salvó.

Unos años después nació mi primera hija, Blanca Cecilia, era calmada e inteligente, sentí esa sensación que las palabras no pueden describie y no creo que nunca creen alguna palabra que lo describa, años después nació mi segundo hijo, Tito Hernán, era lo contrario a Blanquita pero igual lo amaba, todo fue felicidad hasta que el terremoto destrozó nuestra casa, tuvimos que mudarnos a la esmeralda y viviamos casi 10 personas en una misma casa, era incomoda pero era mejor que estar en la calle o aún peor para mi, no tener a Ceci.

Los años pasaron y las cosas empeoraron, me volví alcoholico y era agresivo, Ceci casi se separó de mi, pero hice mi mayor esfuerzo para salir de esa adicción, no podía perder a mi familia después de tanto esfuerzo y tantos sacrificios, los amaba demasiado y definitivamente los prefería a ellos a un líquido amargo mataneuronas.

Mi momento más soñado desde que nació Blanquita llegó, su boda. Se casó con un hombre de una famosa familia del Huila, se llamaba Germán España, era inteligente, amable, divertido, mejor dicho, el hombre perfecto como lo describía Ceci. Ver esa boda tan hermosa me hizo pensar en lo mucho que amaba a Ceci, en que a pesar del tiempo, todavía sentía ese cosquilleo en el estomago cada que la veía, esas manos sudorosas y temblorosas cada que hablabamos, ese insomnio que me provocaba el hecho de pensar en nuestra historia.

Tiempo después nació mi primera nieta, Isabelita, sentí esa sensación y necesidad de adorarla y defenderla a capa y espada aunque supiera que estuviera equivocada, ver a Ceci como una abuela, me hizo quererla aún más, me hizo ver su otra forma de mujer, no la mujer poderosa, fuerte y amorosa que siempre había conocido, me hizo verla como una mujer tierna, dulce y protectora, amaba cualquier versión de ella y cualquier aspecto de su ser.

pasaron unos cuatro años llenos de felicidad al lado de mi familia y nació mi última nieta, Julianita, era mas pequeña que mi muslo y mas flaca que mi antebrazo, nació débil por lo cual traté de darle todo el amor que podía por si algún día se quebraba.

Luego de los años, llegó la pandemia, no podía salir absolutamente para nada y debido a la distancia que había entre la casa de mis nietas y la mía, casi no podía verlas. Un día por fin pude salir a caminar, agarrado de la mano de Ceci como cuando eramos adolecentes pero me tropece.

Apenas me caí quedé inconciente, Ceci trató de levantarme pero no pudó debido a mi sobrepeso hasta que un habitante de la calle la ayudó, duré en coma durante una semana, mis posibilidades de sobrevivir eran pocas e igualmente si sobrevivía, iba a quedar en estado vegetal, pero resistí, resistí hasta que me pudo visitar, cuando Ceci me visito, nose si el destino exista o solo fue suerte de encontrarla, pero escuchar su dulce voz, hizo que mi misión en esta vida se completara, mi misión fue amar a Ceci hasta la vejéz.


C+P, amor hasta la vejezWhere stories live. Discover now