𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟐𝟓: 𝒉𝒂́𝒃𝒍𝒂𝒎𝒆

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—Te he traído flores nuevas. No sé si estas te gustarían. —Acomodé las peonías rosas al lado de la lápida de granito gris, sonriendo al ver cómo quedaban—. Muy guapa. —Me senté a su lado, rodeando mis rodillas con los brazos acompañado de un suspiro ensordecedor—. Siento no haber venido más a menudo estas últimas semanas. Estos días no paro de trabajar y siento que todo lo que hago está mal y es insuficiente, aunque eso no es novedad en mí. —Sacudí la cabeza, bajándola conforme los pensamientos más negativos se iban adentrando en ella—. ¿Alguna vez te gustaron mis ilustraciones de verdad? Quizás son muy básicas. Lo son, lo son. Ya, lo sé. Aun así hice lo que Olivia me dijo y he mandado mi currículum a varias empresas. Solo ha respondido una, pero bueno... —Me rasqué la nuca, alzando los hombros—. Las cosas son como son. Estoy ahorrando para mudarme a un apartamento que tenga aire acondicionado, ¿sabes? Quizás para navidad pueda mudarme. Estará más lejos del trabajo, será más gasolina y la factura de la luz será aún más alta... Creo que mudarme no es tan buena idea. Solo tengo que aguantar estos meses de verano y en octubre pasará el calor. —Asentí, no tan convencida como parecía—. Olivia me deja estar en su casa con el aire acondicionado puesto. Bueno, yo no le pido estar en su casa. Ella me invita. Se preocupa... Se preocupa por mí y es muy rara esa sensación. Ni siquiera la sentí cuando te fuiste. Tus padres ya tenían suficiente por la pérdida de su hija y los míos estaban preocupados por la pérdida de un yerno. Lo entiendo, tú eras mi amiga y él es el padre de su nieto y el marido de su hija. Nunca hablé con él, la verdad. Él me veía como la hermana rara que hace dibujos y él era... Bueno, él era un gran director de empresa. —Solté una leve risa intentando cubrir la tristeza con ella—. Quizás las dos tristezas se fundieron y ya nadie podía distinguir cuál era la raíz de cada una.

Volví a nuestra casa de San Diego y con tan solo abrir la puerta me encontré a mi padre abrazando a mi hermana, colmándola con un beso en la frente. Cuando me vio a mí sonrió, dedicándome una sonora palmada sobre la espalda que casi me tumba. s

—¿Viste el partido de los Lakers? Menuda paliza le dieron a tus Clippers, ¿eh? —Dijo en un tono amistoso, dedicándome otra palmada en el hombro.

—No, no lo vi. Es que esta semana tengo un montón de...

—¿Te has enterado de lo de tu hermana? —Me interrumpió, guiándome con él hasta el porche de madera que daba a la playa.

—No, ¿qué ha pasado? ¿Está bien? —Giré la cabeza hacia la cocina, donde estaba con mi madre.

—Sí, sí. ¡La han ascendido de nuevo! —Se sacó la cajetilla de tabaco del bolsillo y encendió un cigarro—. Abby es un ejemplo. —Me miró con una sonrisa orgullosa, alzando la cajetilla para que cogiese un cigarro—. Celébralo conmigo.

—Oh, no, no fumo.

—Tú y tu aburrimiento. ¡Fuma algo por una vez! —Exclamó mi hermana, dejando la ensaladera en la mesa.

Dejé a mi padre fumando con la vista puesta en el mar y me acerqué para darle el abrazo más sincero que pude. Abby era la persona que más se merecía que le pasasen todo lo bueno que hubiese en el mundo, después de Olivia, claro.

Perder a alguien era duro, pero perder al amor de tu vida con el que habías construido un presente y esperabas un futuro con un hijo era otro tipo de dolor. Ella se lo merecía. Se había echado a su espalda el trabajo de su marido y ahora podía decir que había conseguido ser la directora de la empresa. ¿Cómo era posible trabajar tanto con ese dolor y no quejarse ni un día mientras yo no podía con un trabajo menor?

—¿Lo vas a celebrar? —Le pregunté, pero mi madre llegó por detrás con el asado entre las manos, pidiendo que nos apartáramos.

—Eh... Sí, una fiesta en La Jolla. —Joder. Estaba segura de que no me dejarían pasar ni con la bendición de mi hermana—. ¡Robin, a comer!

let me be her (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora