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-Papa, por favor no te vallas...- fueron sus palabras antes de que su padre cerrara los ojos. Zaphiri estaba muerto. Su madre a quien tanto amo tambien. Ya no tenia a nadie, nisiquiera tenia parientes cercanos o amigos. Simplemente era un niño huérfano que tomo el puesto de rey a la edad de 8 años. Toda su niñez y adolescencia agradeció profundamente que no hubieran guerras de intermedio, pues aunque era el rey, kardia seguía siendo un simple niño.

A la edad de 15 años era muy maduro, eso de ser el rey no era muy fácil. Todos los aldeanos lo conocían, conocían su nombre, su cara y muchos lo consideraban un rey justo y bondadoso, que se mostraba fuerte y sabio, pero nadie sabia que debajo de la máscara aún era un niño al quien lo obligaron a crecer por el bien de su pueblo.
Al cumplir los 18, le hicieron la coronación que se le debía, por qué el a muy corta edad tomo el puesto de rey, pero por problemas de ley decidieron festejarlo y nombrarlo el rey legítimo a sus 18. A esa fiesta lujosa asistió todo el pueblo, a quien kardia consideraba si familia, asistió la gentuza y la nobleza, tanto de su país como los que estaban a su periferia. Esa noche el país festejo 2 días.

Y a sus 19, por fin kardia encontró el amor que hace mucho el mundo le había arrebatado. Una mañana de sol, kardia paseaba por el pueblo camuflado de un campesino cualquiera, aunque esa cabellera larga, ondulada y azulada la conocían todos sus habitantes. Ese día paso por una panadería cualquiera, el olor exquisito de pan recién cosinando, cautivo sus fosas nasales, no pudo resistirse a la tentación, y cuando entro... Hooo grande fue la sorpresa que se llevó, allí trabajaba un doncel menor que el, quizás por un año o dos, de cabellos largos y verdes, y de facciones que no parecían ser de esas tierras. Simplemente un ángel. Al encontrarse sus miradas, fue como amor a primera vista. Esta demás decir que, en esos minutos en que se miraron, sintieron que estaban destinados a llegar más lejos.

Ambos hablaron con nerviosismo al querer dejar salir sus voces, pero esa vez no fue la única, puesto que el rey quedó fascinado con la belleza de aquel chico, en circunstancias normales kardia tendría que casarse con alguien de su mismo estatus social o con riquezas y tierras que ofrecer para ayudar al país, o eso era lo que les aconsejaban los sirvientes de kardia, pero... El era el rey, su decisión valía más que el de cualquier persona de allí, además de eso, su pueblo estaba bien en todos los sentidos, nadie pasaba hambre, el país tenía buen capital, hasta incluso estaban preparados para una guerra por si acaso. Otro punto es que ellos eran un país exportador, es decir, ellos se dedicaban a la agricultura y lo vendían a otros países para ganar dinero, y no les iba nada mal, por lo que la necesidad de casarse a la fuerza para ayudar al país o por simple codicia no eran opciones que pasaban por la mente de kardia.

En fin, el rey todos los días visitaba la panadería y compraba de su pan solo para verlo a el, y contemplarlo aunque sea unos minutos, algunas veces eran charlas largas y otras eran solo eran unas cuantas palabras, pero para ambos era el mejor momento de su día el estar con el otro. Una mañana un poco fría estaba Kardia estaba desayunando, tratando de acabarse todo el pan que había para comprar más y obviamente ver a Degel.

- señor, ¿Está seguro de que no quiere que vallamos a comprar el pan por usted?

- totalmente seguro, iré yo por qué no tengo nada que hacer ahora mismo y, quiero salir a relajarme afuera un rato también, estar encerrado todo el día en un castillo es sofocante

- está bien, como usted ordene.

Rápidamente se arregló un poco el cabello y salió a comprar. Antes de cruzar la puerta se propuso a hablar con el e invitarlo a salir en plan de amigos esa noche para conocerlo mejor.

-oye Degel...

- ¿que pasa rey?

- no me trates de "rey" o "usted" para ti soy kardia, kardia Antares.

Rey prisionero Donde viven las historias. Descúbrelo ahora