Cuando se apagó el Cielo (Primera Parte)

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Para oler el frío había que frotarse la nariz con ambos dedos, indice y pulgar. Esto lo había aprendido Nova cuando era un niño. Era lo único que parecía entretenerlo mientra miraba el calmo choque de las corrientes marítimas en invierno. Esos movimientos hacían que el agua no terminara por congelarse nunca, las partículas de agua trabajaban en equipo haciendo pequeños ruidos entre sí para no tener el mismo destino que los otros charcos más jóvenes.

El viento seguía una ruta bastante lineal, hacia el este, tratando de llevarse a Nova con su salvaje movimiento, pero este seguiría en la misma posición, con sus piernas cruzadas sobre el suelo, sin hacer una queja. Solo le puso atención a su caña de pescar y el hilo que aún no hacía movimiento alguno. El clima estaba cada vez más helado, y esta estación traía los vientos más fríos desde el oeste. Pero aún así el joven habitante de las nieves, Nova, no parecía estar particularmente molesto, su cuerpo, quieto, no sentía ganas de temblar. El absoluto silencio de sus pensamientos hacía que la caza de peces sea más efectiva. Finalmente el hilo se movió.

Cuando el sol terminó su jornada, se escondió sobre neblinosos picos repletos de nieve. Nova tomó la bolsa que llevaba sobre su espalda y la apoyó contra el hielo, esta tembló apenas quedó suelta sobre la superficie. Allí se encontraba el desafortunado pez. Frente a Nova, una intensa fogata estaría prendida, rodeada de pequeños pedazos de nieve que bloqueaban la ventisca. Por alguna razón el joven empezó a temblar por primera vez, como si sintiera el frío en los huesos. El sol ya se ocultaba por completo.

Nova, el cual se mantendría mirando hacia el frente como un guardia sin descanso, Levantó su cabeza observando ahora el cielo. Las nubes desaparecían con la noche venidera, el color azul del cielo apagaría su tono con cuidado, cómo tapándose así mismo con un telón oscuro. Nova dejó de mirar, ya sabía que las estrellas no estarían ahí, no lo estaban ayer, ni antes de ayer, ni el día anterior a ese. Es más, él bien recordaba que las estrellas dejarían de venir a brillar desde hace ya meses.

Nadie en su tribu sabía el por qué de esto, pero algo era seguro, estaban asustados. Ese día, todos recurrieron a la anciana. Se juntaron como pequeñas hormigas junto a la fogata que nunca se apagaba, frente a esta, estaría la erudita. Sus ojos cerrados y tapados por párpados caídos, se abrirían por primera vez en el día. Melancólica, su mirada recorría ambos puntos cardinales, únicamente encontrando temor. Todos hablaban a la vez, pero en el mar de preguntas se comprendía lo que querían saber. ¿Qué pasó? ¿Qué hacemos? Eran las preguntas que más se repetían. La anciana intentó abrir la boca pero de repente se calló. Tomó una restante de su almohada de paja y lo giró entre sí mismo para darle fuerza a su nuevo pincel. Inclinó un poco su gastado cuerpo y se dispuso a dibujar sobre la nieve. Primero un cielo estrellado, lo que todos estaban buscando. Levantó la mirada, y los observó a cada uno de ellos, sin cambiar demasiado su expresión.

¿Es esto lo que buscan? ¿Lo extrañan?

Todos quedaron atónitos ante la pregunta, ninguno de ellos respondió ni siquiera para preguntar que se supone que tenían que decir, las enseñanzas de la abuela siempre eran bastante confusas. De entre toda la multitud, un niño con ropas que tapaban su cuerpo por completo, hizo una seña de afirmación hacia la señora. Sus ojos oscuros, que eran lo único que no tapaba con pieles, atrapaban la atención de cualquiera que los viera, ahora mismo estos no dejarían de mirar el improvisado dibujo de la anciana.

Esta sonrió al ver al pequeño niño que no parecía más que un peluche con tantas pieles encima. Le hizo una seña para que se acercara y volvió al dibujo. Al lado del garabato estelar dibujó lo que parecía ser una ciudad, en ese momento nadie sabría lo que estaba siendo retratado, ya que era algo ajeno a los pueblos del hielo. La gente seguía sin decir nada mientras veían con curiosidad al niño y a la anciana, la cuál seguía con su retrato para darle una imagen lo más realista posible. finalmente terminó y miró al niño que estaba sorprendido por el dibujo.

Esta es la ciudad portuaria de Velgrad.  Si necesitas respuestas ve ahí.

¿Ciudad?...¿Portuaria? eran palabras que no combinaban para nadie de la tribu Beleza. Todos se miraron atónitos y los susurros empezaron a hacer acto de presencia. No estaban del todo satisfechos con la respuesta. En cambio, en la mirada del niño habría pura seguridad. La anciana sonrió y le acarició la cabeza. se lo merecía, por ser el único que realmente buscaba las estrellas.

Todos en el pueblo hicieron un razonamiento colectivo y llegaron a la conclusión de que la anciana no sabía que hacer y que por eso empezó a decir patrañas, o quizá solo se trataba de un inicio de demencia. Por otro lado, el niño ya estaba empacando sus cosas para emprender viaje. Hizo lo posible por agarrar un bolso de tela que estaba tendido sobre una superficie de madera complicada de alcanzar para los brazos pequeños del infante. Pero era valiente, y el fallo no lo detenía. Empezó a escalar la estantería con sus entrenados dedos de 5 años y como recompensa por su esfuerzo, el bolso tocó sus manos, lo tomó y notó como se elevaba en el aire con cuidado. Otras manos habían agarrado el bolso. Era su padre, un hombre de casi dos metros, imponente, fuerte y que apenas llevaba abrigo. En sus brazos poderosos, un camino de tatuajes tribales algo extraños se abría hasta llegar a sus muñecas. El hombre sonrió casi soltando una carcajada y miró al niño que ahora solo podía agarrarse del bolso mientras era elevado en el aire. Lo bajó con cuidado hasta que este tocara el suelo con sus pequeños pies.

Dime ¿Que están planeando tú y la abuela?

El niño estaría reacio a contestar, solo agarró su bolso y preparó todo lo que iba a llevar, alimento que pudiera conservar unos días, abrigo, vendas, la crema especial de mamá y su juguete favorito. Papá conversó con Mamá para ver que hacían con el niño, no estaban tan preocupados, sabían que se trataba de una de sus travesuras recurrentes, pero seguían pensando que cosas extrañas había inventado la anciana. Incluso por su cabeza pasó la idea de un reemplazo. Cuando ya querían ver como estaba el niño, este desapareció.

La noche cayó y nuevamente a pesar de la expectativa de la tribu, las estrellas no aparecieron. No había luz más que la que generaran las fogatas y antorchas. La luz natural del cielo se había apagado. Todos en la tribu pensaron en un castigo divino, eso era lo único que realmente les importaba. en cambio, el niño estaría junto a la abuela, unos cuantos metros alejados de la tribu, iban de la mano. El niño hizo lo que pudo para ayudar a la anciana a caminar. era un chico bastante fuerte para su edad. Finalmente ella se detuvo y le soltó la mano. Lo miró de frente e inclinándose para tenerlo cerca, le indicó el camino. Derecho, siempre derecho hacia el oeste. Antes de que el niño emprendiera viaje, esta le dio un pequeño silbato hecho de hueso, no le explicó su uso, solo se lo puso dentro del abrigo de ridículas proporciones. Ella estaba por irse para hacer la despedida más ligera, pero el niño le tomó la mano nuevamente y la miró a los ojos.

No voy a volver con las manos vacías...

La abuela no pudo evitar el llanto y le dió un gran abrazo. -Cuídate mi pequeño valiente, le dijo. Y se fue de vuelta a la tribu. El niño no volvería a ver a su familia en un largo tiempo. La miró por ultima vez y tiernamente levantó su mano para saludar a cualquier afortunado que lo estuviera mirando. Hizo un resoplido para agarrar fuerzas y se dirigió a la ciudad portuaria de Velgrad. a buscar lo que al cielo le hacía falta. Y así comenzó la aventura de Nova, la única estrella de la noche.

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⏰ Last updated: Jul 21, 2022 ⏰

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El Dueño de las EstrellasWhere stories live. Discover now