De Alhelí

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La lancha a su lado se balancea por la marea del agua, maximizada por la luna llena en el cielo oscuro.


El chico arriba del yate le ofrece su asistencia para subir por la escalera y no hacerse daño, pero la rechaza con un movimiento de cabeza mientras es guiado por la experiencia hacia a la cubierta.


El mozo, con una sonrisa, le indica el camino por el que debe ir para llegar a la mesa preparada exclusivamente para él y su acompañante.

No tarda mucho en encontrar el lugar, y observa complacido que la comida ya está servida, las velas encendidas y la música de fondo es perfecta. Al poco rato se acerca un mesero para preguntarle su preferencia en la bebida, siendo el Beluga Gold Line el pedido.


Con una sonrisa, aguarda pacientemente, porque Horacio debe estar a unos cuantos minutos de aparecer. Y como debe ocurrir, poco después se escuchan unos pasos en la explanada que lo hacen voltear, teniendo ante él a quien estaba esperando.


Se devuelven la expresión contenta en su rostro, y el moreno toma asiento enfrente de la mesa.


-¿Qué te has hecho en la cara?

-Priviet.


Ambos hablan al mismo tiempo, y se ríen por la coincidencia.


-Me he dejado… la barba. – Explica, por lo único a lo que H puede referirse.

-¿Ah sí? ¿Y es de verdad o…?

-Digamos que es de verdad.


Horacio acepta en silencio, divertido por la apariencia del ruso, echando un vistazo a los platillos.


-¿Llevas mucho tiempo esperando?

-Niet, niet. Como unos 5 minutos, no he esperado mucho.


El mesero se acerca rápidamente, trayendo consigo el vodka que Volkov había pedido hace poco. Con cuidado, destapa la botella bajo la mirada sentenciadora del ruso y los ojos joviales del de cresta. En un descuido, el camarero pega un poco más fuerte con el martillo, y antes de que V pueda decir algo, H intercede desviando la atención.


-¿Son platillos rusos? Ostias, caviar y todo.
Funciona, porque Viktor voltea de inmediato para prestarle atención, entusiasmado porque su acompañante lo hubiese notado.


-Claro, para que pruebes.

-Ajá, seguro es por eso. – Y para devolverle lo que cree ser una broma, lanza un comentario para molestarlo. - ¿Te ha costado llegar?

-He tenido que rentar una lancha, y es accesible llegar, no me ha costado mucho. He visto que has llegado en helicóptero.

-Uno prestado del FBI, quería impresionar. – Admite al ver cómo le desvía el tema.


Volkov niega con la cabeza, fingiendo desaprobación ante lo dicho, por el contrario, mientras toma un trago de vodka. Horacio ríe para sí mismo, porque sabe que le ha hecho gracia, y coge el caviar de la mesa, empezando a comer.

Prepara una cucharita de caviar, y la lleva a su boca. Tose un poco, porque el sabor a mar está muy fuerte para su gusto.


-Toma un chupito de vodka, anda.

-¡Pero si éste también es fuerte! – le repela, aunque le ha hecho caso al darle un sorbo a la bebida.


Entre pláticas, nimiedades y miradas cómplices, pasan la noche a la luz de la luna.


El tiempo transcurre sin importunarlos, porque sin darse cuenta, el alba los sorprende en el horizonte del agua.


Al dar por terminada la cena, se acercan a la proa del yate, para disfrutar de la vista que se les ofrece. Perciben la calidez de los rayos del sol en silencio, lado a lado.


-Ya enserio y sé sincero por favor, ¿esa barba es falsa, verdad? – El moreno es el primero en romper el silencio, porque sólo ha alquilado el barco por unas cuantas horas.

-Tardaste lo suficiente, ¿eh? Por supuesto que es falsa, Horacio.

De AlhelíWhere stories live. Discover now