Bajando las gradas

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El lunes mi padre me despertó a gritos desde su cuarto, y tengo la buena o mala suerte que la acústica que llega al mío me permite escuchar muy fuerte y claro todo lo que ocurre en la casa pero no en sentido opuesto, así que me tuve que parar y acercarme a donde él estaba para ver que quería.

Mi padre dijo que sentía una brisa venir desde la cocina; me regaño un poco porque creía que yo había dejado abierta la puerta que da al patio, y seria mejor que bajara a cerrarla antes que un gato se metiese adentro de la casa y saliera disparada la alarma antirrobos, que luego haría salir disparados a los vecinos en contra de nosotros; la experiencia propia lo confirma.

Así que mi padre apaga por un segundo los sensores y me envía directo a bajar las escaleras en la oscuridad; no era el primer día que bajaba en medio de la noche al piso de abajo, y tampoco era el primero en que me cuestionaba molesto el porque mis padres no ponían ningún interruptor cerca, ya era suficiente con la idea de poder caerme en cualquier instante por un tropiezo, pero que pasaba si un día me encontraba con un ladrón o alguien al momento de girar en la esquina, donde recién puedo alcanzar al interruptor; en ese instante me daba igual, y lo más probable hubiese sido que al girar y entrar en medio de la sala lo máximo que me encontrara, fuera otro gato curioso rondando entre los muebles o sobre la mesa.

Y un gato fue justo lo que llegue a ver detrás de la mesa, un gato muerto y colgando de lo que parecía ser la boca de una bestia.

Mi pecho se contrajo en contra suyo, mis labios se secaron inmediatamente y mi voz no llego a salir salvo quizás por unas leves balbuceadas inaudibles, en lo que se dilataban mis pupilas incrédulas. Al fondo de la sala yacía una cosa horrenda; un muro extraño y abominable que a pesar de recibir directo la luz de un foco sobre su cabeza, parecía cubierto de un pelaje oscuro que se iba tragando la luz cual tentáculos eh invadía todo el ancho y alto del piso, en un aparente intento de sellarlo del exterior, dejándome solo con sus ojos inmensos y hambrientos en una creciente oscuridad.

Entonces, para mi quizás fortuna, mi padre volvió a llamar mi nombre, y aunque no pude responderle en ese instante, recupere progresivamente el aliento al ver como en un parpadeo la bestia se había esfumado, la pared volvió a ser la misma que había sido durante años, y solamente me tocaba cerrar la puerta que me hizo bajar en un principio.

El martes fui a clases, no había podido dormir el día anterior ni tampoco acercarme devuelta al cuarto de mis padres a contarles lo que había visto, pero sabia que al menos no estaba del todo loco, pues mi padre enterró en la mañana el cadáver de un felino pequeño, totalmente descuartizado y aparentemente regurgitado.

Sin embargo, ahora  no me explico a mi mismo lo que me pasa, no entiendo como no he podido decirle nada aun ni a mi familia ni a mis amigos; no estoy mudo ni exactamente inmotivado, estoy aterrado y aun así, aun así no puedo decirle a nadie lo que he visto, pero a su vez si soy capaz de hablar tranquilamente con quien sea de cualquier otra cosa del día, ya sea las chicas, el clima, la cafetería o la tarea, pero soy incapaz de articular aunque sea una palabra sobre la bestia, incluso ahora que la he vuelto a ver.

Ella esta por ahí rondando, sin dejarse ver en lo más mínimo a diferencia de en la noche, es más, se ha metido dentro de uno de los casilleros, puedo sentir como aun me observa a mi, y también a los demás entre la rendija fría del metal y las calcomanías; no sé si es que su mandíbula es así o si acaso siquiera tendrá una mandíbula, pero aquello que parecen ser sus dientes no solo me dan miedo por lo que parecen ser capaces de hacerle sufrir a la carne; me parece que esa cosa se mofa constantemente de nosotros, y solo sigue observándonos.

El miércoles encontraron a cuatro chicos y tres chicas que habían desaparecido durante la noche, en la escuela, así que cancelaron nuestras clases por tiempo indefinido. El mismo día, más tarde, llegaron unos policías a tocar a la puerta de mi casa; y empezaron a interrogarme. De todos los sitios posibles tuvieron que haber elegido la misma sala en donde había visto a la bestia, y se sentaron justo en la silla que se encontró frente a los dientes del monstruo; no pude evitar imaginar que pasaría si ella apareciera en ese instante y decidiera devorarlos, le seria fácil.

Al parecer, y según las preguntas que fueron formulándome, yo fui la ultima persona con la que se vieron vivas a todas las victimas; todas en contextos, lugares y momentos distintos a lo largo del día, pero todos coincidiendo en que yo fui el ultimo, según informes anónimos. Los oficiales quizás no llegaron a mostrarlo, pero en definitiva querían ser hostiles conmigo; no tengo idea si alguna victima es un familiar o conocido de ellos, pero es seguro que si la ley les dejara, me ahorcarían en ese mismo instante; y no los culpo, tampoco fui capaz de decir una sola palabra real en ese instante, algo que pudiera ayudarles, o aunque sea que me vieran como loco pero que supieran que hay una cosa mirándonos a los tres ese mismo instante. Solo me dejaron ir porque no había forma que una sola persona hubiera estado en más de un sitio a la vez, ni que una sola persona pudiera meter siete cuerpos dentro de un único y pequeño casillero.

El jueves ha sido el día más duro hasta ahora, la gente ya asumió que yo he sido el culpable; se juntan desesperadamente gritando afuera de mi hogar, incluso mi padre a llegado a darme uno que otro golpe, diciéndome que confesara lo que hice; hace mucho que eso no ocurría. 

Antes de acostarme veo por las redes que han desaparecido ahora dos policías y alguno que otro niño, y quisiera aunque sea tener la libertad de escribir lo que sé en alguna publicación y compartirla; sin embargo ahora se que soy solo una marioneta dentro de mi propia carne, esa cosa a devorado mi propia voluntad sin que yo me haya dado cuenta.

Ahora creo que mi padre esta bajando por un vaso de agua, puedo oírlo, y no sé si es que no puedo moverme una sola pierna fuera de mi cama, o acaso soy un muro oscuro y hediondo al final del piso, que espera bajo las gradas.

Bajando las gradasWhere stories live. Discover now