La Ventana.

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Se podría decir que nunca supo diferenciar claramente entre el bien y el mal, o sea, sabía que habían víctimas y victimarios desde niño tras cada parche en su cuerpo. Pero era lo mismo para Oliver que débiles y fuertes. Siempre fue el indiferente, el silencioso, el invisible, nunca pensó que eso podría acabar y es que una vez que la línea entre lo que deseaba y lo que debía se fue viendo cada vez más borrosa, pudo dar rienda suelta a sus deseos.

Oliver estaba desesperadamente enamorado de su vecino. Sabía exactamente cuando sucedió. Tenía doce años y su padre falleció de un ataque al corazón en la alfombra de la casa, luego de golpear a su madre, como solía hacer con ella y con Oliver. No significó nada para él en ese entonces, tampoco significaba nada para él que la golpeara a ella. Le guardaba un rencor profundo por no ser como una de las tantas vecinas, que tuvo la valentía de romperle una botella en la cabeza a su pareja abusiva y echarlo con la policía. Eso era una madre, no lo que él tenía.

Salió caminando al antejardin viendo cómo se llevaban su cuerpo inerte mientras comía un helado que compró con las monedas que su padre no le permitía tocar, pero qué más daba: no las necesitaría ahora. Y Así no escuchaba el llanto de su madre dentro de la casa.

Evidentemente la mayoría de los vecinos salió a observar el show. Habían mujeres cruzadas de brazos mirando el cuerpo de su padre con el mentón levantado y es que su violencia llegaba a los oídos de todos en esa villa. Oliver se quedó viendo la casa de enfrente curioso, el nuevo vecino, que había pasado por un divorcio terrible según su madre, no había salido a mirar. Solo se veía una silueta frente a la televisión, pero un taxi irrumpió el momento.

Lamió su helado mirando la espalda del chico que bajaba del taxi con una mochila y un bolso en la mano. Creyó que era un chico mayor al ver su altura y la firmeza de sus brazos, pero resultaba ser un niño de su edad que se quedó mirando el taxi con lo que parecía ser una expresión de tedio. Oliver sabía que lo había mirado, vio su rostro y esos ojos pardo estudiarlo mientras estaba apoyado en la reja con su helado en la boca. Lo vió sonreír e indicarle con su mano a lo lejos que limpiara sus labios, que en ese entonces habían quedado completamente manchados de crema luego de no poder reaccionar desde que vió su rostro. Después de eso entró y Oliver también, subió corriendo al cuarto agitado y abrió sus persianas añorando que tomase la habitación de ese segundo piso, donde tenía la ventana más grande y que exponía la mayor parte del cuarto con las persianas abiertas, enfrente a la de Oliver.

Había esperado hasta la noche, quieto y algo escondido, el tiempo no importaba si podía ver ese rostro una vez más, era la primera experiencia visualizando algo bello en su vida llena de moretones y puertas cerradas.

Lo vio ordenar su ropa en la habitación que tanto había observado, le embargó una sensación de vértigo extraña, no sabía que significaba ese dolor en el abdomen, quizás esas mariposas en el estómago de las que hablaban. Con una sonrisa Oliver durmió agitado aquella noche.

Era evidente que su cabeza elaboraría un sueño con su vecino, su primer sueño húmedo de hecho. Con sus manos apoyadas en la reja acorralaba a Oliver en ella y lamía su helado mientras él también lo hacía, sintió el calor de su lengua y la necesidad de probar su saliva, vio su sonrisa burlona disfrutar su necesidad casi insólita de besarlo, pero todo ese escenario terminó abruptamente con el llanto de su madre en la otra habitación, esa sería la primera de muchas noches tocandose mientras pensaba en su vecino, el chico que había llegado en el momento más extraño, como una profecía, no podía ser coincidencia o si? Franz cambió su cuerpo inocente a uno que comenzaba a sexualizarse, el fue parte de su imaginación reprimida en el primer momento, los pensamientos más lascivos, las necesidades más lujuriosas.

Lo veía en cada momento. Sabía sus horarios favoritos para ducharse, las posiciones que le molestaba tomar mientras hacia su tarea distraído. Sus gestos de extrañeza, de placer, de alegría y de enfado. Lo curioso ocurrió pocos años después. Se tocaba pensando que estaba encima de él, escuálido y delgado, mal alimentado y débil, pero luego de la muerte del fallecimiento de su padre, su apetito mejoró inversamente al de su madre. Él ganaba peso, músculo y altura mientras su vecino se estilizaba más delgado y pequeño. En ese momento sus deseos cambiaron. Sabía que podía cargarlo fácilmente, soñaba con llevarlo sobre su espalda mientras reía cerca de su oído, o acomodarse entre sus piernas y mirarlo desde arriba mientras Franz gemía su nombre.

Stalker Next Door (+18)Where stories live. Discover now