Berrinche

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ーOh vamos Selm, por favoooorーuna vez más suplicó Woobin, casi a punto de colgársele de la pierna y seguir rogando. 

Ugh, ¿En qué clase de atrocidad se había convertido su hyung?

Le faltaba odio, eso era seguro.


—Mira Woobin-hyung, normalmente no me quejaría pero estamos hablando de tu hija. Tu pequeña diablilla, estaría mil veces mejor cuidada con alguien a quien DE VERDAD le agrade, no conmigo.

—Ay, no seas ridículo Serim. No puede desagradarte una bebita. Además...—Woobin caminó rápido al carrito donde la pequeña pelinegra se encontraba, tomándola en sus brazos con suavidad. Se acercó a Serim con una sonrisa orgullosa.—Solo miralaaa, ¿A qué es una bebita preciosa? —la pequeña empezó a reír, mientras su padre jugueteaba con una de sus mejillas. 

Serim bufó.

—Sí sí, muy linda y todo pero no quiero cuidarla. Tenía preparado para hoy algo muy importante.ーaseguró el menor, cruzando sus brazos sobre su pecho.

— ¿Ah sí? —preguntó con curiosidad el castaño, con la bebita aún en brazos. — ¿Y qué era?





—Tiempo de Serim.







Una voz diferente sonó en la habitación. — ¿Qué? —inquirió Woobin, volteándose a ver al chico pelinegro parado justo en la entrada de la casa.

Allen sonrió con diversión, terminando de entrar a la casa tras retirar sus zapatos. Se acercó a los muchachos que se encontraban en la sala de estar, mirando con curiosidad el carrito donde antes había estado la bebé.

—A Serim le gusta tener tiempo a solas consigo mismo.—dijo él, restándole importancia mientras llevaba su palma sobre los rosados cabellos de Serim.—Así que a veces se dedica días para tener un poco de paz mental.

Woobin frunció el ceño, una mueca entre extrañada y burlesca asomándose en su rostro. —No pensé que nuestro pequeño dongsaeng tuviera que hacer esa clase de cosas.—su mirada cayó en el susodicho, quién enfurruñado se dio media vuelta, con fingida molestia.

—También me estreso, hyung. Soy humano.—se encogió de hombros, tratando de olvidar el tema yendo a la cocina.—Y más si me insistes en que cuide a tu mocosa.

Allen pareció notar entonces la presencia de una bolita entre los brazos de Woobin, sin embargo, también pareció recordó algo. — ¡Oh!, Serim, ¿puedes bajar las bolsas que traje del mercado? Están en el auto.—dijo alzando la voz ligeramente para que el menor le escuchase, aunque Serim ya estaba de regreso a la sala, con una botella de agua en la mano.

Este asintió obediente, dejando la botella en la mesita que había al centro de la habitación, para luego irse directo a la puerta, dónde se colocó los zapatos, y luego tomando las llaves del auto. 

Los dos hombres mayores observaron el proceso en un silencio extraño que el menor no notó.

—No cuidaré a tu mocosa, y es todo lo que diré por hoy, Seo. Ve y dile a Minhee que no se pudo—dijo sin más, antes de desaparecer tras la puerta.

El silencio reinó en el apartamento por un segundo.



—Así que...—habló Woobin, de pronto más animado—. Allen, ¿no te gustaría pasar tiempo de calidad con Selm y una ADORAAABLE fuente de amor y ternura?

El pelinegro solo pudo reír, mientras tomaba asiento cerca de la carriola que estaba en la habitación. —Hmm, ¿De qué clase de fuente estamos hablando? —inquirió, la ceja levantada, una pequeña sonrisa cómplice en sus labios.

Childish EgoismDonde viven las historias. Descúbrelo ahora