Se trata de un joven dedicado a los torneos de videojuegos que tiene un pasado desconocido, pero su alma fue invocado junto con sus recuerdos del pasado y no en el cielo. La historia se concentrara en dos mundos paralelos muy distintos a los otros...
(Espero que estén listos, porque ni en el Génesis va a aparecer esto) Año: 2074 Lugar: Desconocido
Regresando a casa con las compras, me adentré en una vivienda inteligente compuesta de ladrillos sellados con yeso y puertas de madera. Al atravesar la entrada, me encontré con mi madre ocupada en las tareas del hogar y a mi hermano inmerso en un juego de realidad virtual (como siempre). El agotador viaje desde la Unión Soviética hasta Perú había dejado huella en mí. Aun así, no podía resistir la emoción de conectarme a la red neuronal integrada en el sistema de la casa.
- ¡Hey, ahora me toca a mí! - exclamé con entusiasmo, y me cedió el control de la computadora.
- ¿Vas a hacer flanquear? - preguntó mi hermano Marshall.
- Ja ja... - le respondí - "Los francotiradores me la pelan". Y así dio inicio a la partida de Battle Royale, donde debía ocultarme y atacar de forma sorpresiva. Obtuvieron ¿unas?...
9 victorias y 1 derrota.
Estaba por iniciar mi undécima partida cuando resonaron los golpes en la puerta. Comencé a preguntar:
¿Quiénes son? - No obtuve respuesta, pero los golpes persistían. Mi madre abrió la puerta y unos soldados desconocidos irrumpieron en el lugar. Vestían trajes tácticos y ocultaban sus rostros tras máscaras futuristas, como si fueran mercenarios de élite. Uno de ellos se acercó amenazante, exigiéndome entregar mis credenciales bajo la amenaza de hacerle daño a mi madre y a mi hermano menor.
Les proporcioné mi correo y mi contraseña, pero la computadora no los reconocía, como si alguien hubiera cambiado la contraseña al mismo tiempo. Dispararon en la cabeza a mi madre y volvieron a preguntarme por mi correo y contraseña. Se las di nuevamente, pero la computadora seguía sin reconocerlas. Luego, dispararon en la cabeza a mi hermano y me volvieron a pedir mi correo y contraseña. Se las dije una vez más, pero, una vez más, la computadora no las reconocía. Apuntaron el arma hacia mi cabeza, me llamaron inútil, apretaron el gatillo y morí.
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