La acompañante.

99 15 16
                                    

Yerim tomaba la pequeña cesta entre sus manos, llevaba en ella diversas bayas y flores que encontró cerca del río.

Notando que se le había hecho tarde y faltaba poco para el anochecer, emprendió su camino a casa donde la esperaba su madre a quién prometió no tardar. Su madre le encomendó algunas cosas para la cena y no tuvo problema en enviarla sola, pues la pequeña conocía el camino al derecho y al revés, de tantas veces que paesó tardes con su madre divirtiéndose en las cristalinas agua de aquél riachuelo en el que se reunían las personas del pueblo ocasionalmente.

El sol había bajado, dando lugar a que fuese la luna la única fuente de iluminación en el camino de tierra y los matorrales a sus costados. Hyunjin no tenía miedo, por supuesto que no, ¡ella era una niña valiente! Ya que una de sus mamás había fallecido, Yerim ha sido quién ha protegido a su otra mami, ella era capaz de caminar sola por ese largo camino oscuro, con el arrullar del viento y el sonido de diversos animalitos del campo.

Fue cuando escuchó a lo lejos las fuertes batidas contra el suelo de lo que parecía ser un caballo galopante a gran velocidad. Su corazoncito estaba acelerado, sin embargo, no volteó, ella siguió caminado apacigüadadamente, era común que algunas personas del pueblo montarán sus caballos. El sonido de las pisadas se escuchaban cada vez más cerca, hasta que la niña oyó el disminuir del trote y el relinchar del caballo justo a un lado de su cabeza.

Al alzar la mirada se encontró con un bonito caballo negro, y sobre él, montaba una mujer. Era una joven de cabello azabache y mandíbula afilada, la niña era capaz de notar, y era bonita, era muy bonita. Estaba vestida totalmente de negro, una gran camisa de botones que llevaba dentro de sus pantalones ajustados, unas botas de cuero cubrían sus piernas hasta sus pantorrillas. Ella la miraba fijamente.

—Hey, pequeña— dijo la cabalgante con una voz aterciopelada, bastante calmada pero firme. —Es muy tarde para que una niña esté caminando sola en estos rumbos.

Yerim pudo haber estado aterrorizada, el aura dela mujer era inquietante, fría y pensó que nunca la había visto. Sin embargo, algo en esa mujer le era muy familiar y le decía que no había razón para tener miedo.

—¡No hay nada de lo que yo deba temer! sé como defenderme de cualquiera que pretenda hacerme daño. — Yerim vio como la mujer levantaba una comisura de su boca— Pero dígame, ¿quién es usted y qué se le ofrece?

—Mmm, sólo soy alguien que quiere servirle de acompañante en su camino a casa, si me lo permite, pequeña. Pasaba por aquí y me pareció que no deberías estar aquí, podría ser peligroso.

—¡Está bien! No hay peligro alguno, de igual forma sería muy aburrido estar sin compañía. ¡Podemos ser amigas! Mi nombre es Yerim, pero mi mami me dice choerry, aparte de solecito, ¿cuál es el suyo, señorita?— preguntó volviendo a mover sus piecitos sobre el camino.

—Choerry...—la mujer dijo al parecer para sí misma —No es necesario que sepas cuál es mi nombre. Sólo necesitas saber que no tengo intenciones de hacerte daño alguno.— Respondió mientras retornaba el elegante trote en su caballo junto a la pequeña.

—Sé que no, ¡su mirada me dice que es una buena persona, señorita! —dijo la niña emocionadamente con una sonrisa que parecia ofrecer más brillo que el reflejo del sol sobre la luna.

La jinete pareció triste y pensativa por un instante antes de regresar la mirada a la niña y asentir con una sonrisa.

—¿Qué es esa bolsa que lleva ahí?— señaló Yerim con uno de sus pequeños dedos un saco que colgaba a un lado de la silla del caballo, parecía pesado y emitía suves tintineos cada que el animal hacía que se moviera su contenido.

La jineteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora