𝒄𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝟒𝟎: 𝒅𝒊𝒈𝒏𝒐 𝒅𝒆 𝒖𝒏 𝒔𝒆𝒓 𝒉𝒖𝒎𝒂𝒏𝒐

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La vida seguía en Los Ángeles.

Nos levantábamos a las 6:30 de la mañana. Noah se duchaba primero en una fugaz ducha de diez minutos en los que le daba tiempo incluso a lavarse los dientes dentro de la ducha. Mientras yo me duchaba, ella se secaba, se enfundaba el traje y ondeaba sus ricitos con un poco de cera que guardaba junto a mis peines, cepillos y acondicionadores en el baño.

Desayunábamos en la cocina mientras escuchábamos las noticias en la radio. Un café solo, un zumo de naranja, gofres con sirope de arce, beicon y huevos revueltos y una tostada con aguacate y huevo poché para mí.

El día en la oficina era largo. Apenas nos veíamos dos veces en la sala de descanso y compartíamos un beso discreto al despedirnos. Yo recorría la oficina de arriba debajo de departamento en departamento la mitad de la mañana y la otra mitad de la tarde salía de la oficina a mirar los recintos de celebración, calidad de las telas y manteles y un largo etcétera.

Desde que la arropé entre mis brazos en el sofá no había vuelto a mencionar que estaba cansada, a pesar de que lo parecía. Nos sentábamos en el sofá a ver una película y se dormía, me pedía que llevase yo el coche a la oficina para dormir un poco más hasta llegar y se quedaba mirando al frente en mitad de la cocina con su vaso de agua fría en la mano, pero no volvió a quejarse.

Un día, estando sentada en su coche a punto de arrancar a la salida de la oficina, pero Noah miró el símbolo del depósito de gasolina y frunció el ceño.

—Tengo que echar gasolina —afirmó, desviándose para entrar en la gasolinera más cercana.

Me quedé sola en el coche mientras Noah sostenía la manguera y llenaba el tanque, hasta que escuché la campanita tintineante de su móvil y no pude evitar mirar. El simbolito verde del mensaje apareció con el nombre de Mamá, que decía:

"¿Cómo vas a estar cansada, Noah? Te pasas el día sentada y has estado en el paro semanas. Déjate de excusas, anda, y ponte a trabajar."

Un segundo mensaje siguió a ese:

"Haz algo digno por una vez en tu vida."

Sentí que los ojos se me llenaban de lágrimas y tuve que aguantármelas porque Noah ya retiraba la manguera.

En mi cabeza no lograba entender cómo unos padres podían despreciar a sus hijos, pero despreciar a alguien como Noah era de ser ruin. No conocía la maldad, no conocía la envidia, no conocía el egoísmo. No conocía nada que no fuese entregarse a quien quería y a lo que le gustaba.

Noah se consideraba buena persona y sé que por eso no entendía por qué sus padres no tenían piedad con ella. Yo asimilé, desde el momento en el que me echaron de casa, que nunca fui hija de mis padres, que no me querían. Dejé de tener relación con ellos y mi vida dejó de orbitar a su alrededor, pero lo de Noah era diferente. La trataban como a una hija, comía en su casa, tenía su habitación, le habían dado todas las comodidades y estaba segura de que nunca le faltó nada en lo material, pero le dedicaban unas palabras tan afiladas que entraban en sus entrañas como un cuchillo caliente en mantequilla.

Noah entró en el coche agachando la cabeza, cerrando la puerta de un golpe firme. Se colocó el cinturón y en el mismo gesto tocó la pantalla de su móvil para iluminarla, leyendo ambos mensajes. Se me encogió el corazón con tan solo ver ese débil parpadeo y un suspiro que se podía sentir de lo pesado que era.

—Quiero conocer a tus padres —repetí lo mismo que unas semanas antes. Ella levantó la mirada del teléfono—. Lo digo en serio.

—¿Por qué?

—Porque estoy harta de que te hagan sentir una mierda continuamente, porque sabes que tu trabajo es más que digno, créeme, sé lo que es no tener dignidad, y porque está afectando a nuestra relación. —Noah giró la cabeza con un gesto de preocupación que me dolió—. Ya no es que quiera saber de dónde vienes, es que necesito que se callen durante dos horas y me escuchen hablar de ti todo el tiempo porque te mereces ser el centro de atención de tus padres por un puto momento.

let me be her (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora