4. Presagios falsos

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Hay cosas que pueden ser mas poderosas que cualquier Grimório.

Una de ellas, es sumamente difícil de obtener muchas veces; pues algunos se empeñan en ocultarla y solamente dejarla para un grupo selecto de individuos.

Esa cosa es la educación y el libre razonamiento.

Una persona con los suficientes conocimientos, es una persona libre de todos los estigmas y doctrinas que tratan de controlarlo.

A su vez una persona libre es una persona con poder de crear y destruir sin ningún criterio al cual este sometido.

Lo que da paso a algo peligroso, grandioso y sobre todo poderoso.

El libre albedrío.

DONES Y MALDICIONES

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DONES Y MALDICIONES

CAPITULO :

PRESAGIOS FALSOS



En la sala solo se podía escuchar el inquietante murmullo del hospital que venía de los pasillos cercanos

Una atmósfera fría recorría cada pared.

Bueno, la verdad que para mi, pues por otra parte mi joven e ingenua escolta parecía ver destellos de alegrías por todo el lugar, la muchacha estallando de la excitación me dijo de forma exasperada y alegre.

- Bueno, saluda a tu padre cariño - dijo la enfermera con su sonrisa exagerada.

Por mi parte, solo me senté rápidamente en el sofá, sin siquiera mirar el rostro de aquel sujeto.

Examine si en el lugar había alguna salida próxima y si tenía a mano algo para defenderme de lo que fuera.

Para mi mala suerte, ninguna de las dos cosas encontré.

La única salida era por la que había entrado, una puerta llena de seguros en la cual se debía presionar un timbre para solicitar salir.

Por supuesto, como esto era un hospital psiquiátrico, todo lo que eran objetos que pudieran ser utilizados para ejercer autolesión, suicidio, daños a otras personas o lo que fuese que se les ocurriera a los pacientes; eran retirados de todo lugar, por lo que lo único que había en esa sala eran dos viejos sillones acolchados y una mesa de centro redonda.

- Los dejaré solos para que puedan conversar mejor y más tranquilos, cualquier cosa que necesiten, tocan el timbre de la pared -dijo la enfermera, esta vez un poco más calmada y un poco decepcionada que mi reacción no fuera eufórica ni alegre.

En ese minuto miré el rostro de aquel hombre, el solo asintió con una sonrisa a la chica cuando esta se retiró de la habitación.

Aun por mi parte no podía sentirme sobrepasado por ninguna emoción, pues las razones que ese hombre estuviese en ese minuto en esta sala conmigo podían ser infinitas.

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