Hielo y Fuego [Paw Patrol] - 𝒪𝓃𝑒𝓈𝒽𝑜𝓉

Mi día esperado

—Te ves hermosa Everest —me dijo Jake con una sonrisa y una mirada al borde del llanto.

El día que esperaba con tanto anhelo por fin había llegado. De sólo pensarlo las lágrimas se formaban en mis ojos. Por fin iba casarme con el amor de mi vida.

Me puse al frente del espejo. Inclusive no me conocía a mi misma, me veía hermosa. Skye y Katie me habían arreglado para la boda. Mi vestido era blanco como la nieve misma, y hacía que mis ojos celestes resaltaran como dos luceros en la densa noche. 

Debido a su fina tela reflejaba de manera cálida los rayos del sol. Todo hacía conjunto con una bella diadema, que estaba trenzada con flores multicolores.

Era imposible no estar nerviosa, es el día más importante de mi vida. 

Jake no podía creer que este día hubiese llegado, según él: "el tiempo se va lentamente, con agua entre las manos". Con fraternidad me abrazó, me dio un beso en la frente y me deseó lo mejor para mí y para mi porvenir. Aquel abrazo fue el más dulce que me han dado.

Marshall, mi amado, también era notable su nerviosismo. Ya había venido un par de veces aquí para verme, pero fue sacado por las chicas por que creían que era de mala suerte que el novio viera a la novia antes de la boda. No pude contenerme la risa por tal escena.

El ocaso cayó rápidamente. Y allí me encontraba yo, enfrente de la iglesia. Jake estaba a mi lado. Cuando de pronto, la música nupcial empezó a resonar por todo el lugar. Las puertas lentamente se abrieron de par en par y dejaron ver las miradas de las personas del interior.

Con paso lento pero firme empecé a entrar. Todos las personas se pusieron de pie, eran todos nuestros conocidos, que miraban con expectación mi entrada.

Mi vista se clavó en un sólo individuo, en mi compañero de trabajo, mi futuro esposo y el amor de mi vida; Marshall. Estaba de pie junto al altar. Con su mirada de sorpresa él me demostraba su amor. Al verlo no pude evitar sonrojarme, afortunadamente el velo ocultaba aquel color carmesí que nacía de mis mejillas.

Durante mi recorrido, se asomaban a mi mente todos los recuerdos que tuve con él desde que entré al equipo. Al principio sólo éramos buenos amigos, pero nos fuimos conociendo cada vez más hasta sentamos base de nuestra relación. Todavía parece ayer cuando fue el día que me declaró su amor.

Cuando por fin dimos a conocer lo nuestro, generó ciertas opiniones de los demás miembros del equipo. Se preguntaban como nosotros podíamos ser pareja, siendo tan opuestos. Pero como dicen, los opuestos se atraen.

Ryder sabía que nosotros ya no éramos cachorros, ya habíamos crecido. Por lo tanto dio su apoyo incondicional.

Mantuve el paso hasta que llegué al altar, junto con mi amado. 

—Te vez preciosa Everest, pareces un ángel bajada del cielo...— escuché que me dijo con voz temblorosa al oído. —¿Lista?"

"Lista" le contesté.

El reverendo dio el inicio formal. 

Luego cada uno dijo sus votos matrimoniales.

"Yo prometo, con todo mi ser, estar siempre a tu lado, para ser alegría para tu corazón y alimento para tu alma, para aprender de ti y crecer contigo, incluso cuando la vida nos cambie a los dos. Te prometo reír contigo en los buenos momentos y llorar junto a ti en los malos."

Después de eso, nos dimos un tierno beso en los labios. Y los presentes aplaudieron nuestra unión por siempre jamás.

La noche cayó súbitamente, en el cuartel se había realizado una comida especial, el ambiente estaba cargada de algarabía y buenos deseos de la gente. El festín concluyó a la medianoche. Los ecos de la voces se perdieron en la nada, tan sólo quedó aquel lugar solitario. 

Marshall y yo subimos hasta el último piso del cuartel, escudriñando los paisajes naturales de nuestro alrededor. Alejados de cualquier vista ajena. Volteé y mire sus ojos tan brillantes como una hoguera en la oscuridad, tan sólo en su mirada me transmitía su amor. Puse mi pata acariciando su suave pelaje, parecido al terciopelo. Y me dijo:

—Te amo

—Yo también te amo, mi dálmata.

Nuevamente me besó, y demostramos nuestro cariño. Lo más hermoso era que la luna y las estrellas eran testigos del más dulce amor.